Votar al artefacto formado por Ara Més y Sumar el 23J implicará un penoso trayecto a la urna. Solo será soportable si quien acompañe a Vicenç Vidal ilusiona y levanta el ánimo de los desconcertados y menguantes votantes a la izquierda del PSOE. Alguien como el exjuez José Castro, un chute anímico y contrapeso del anodino y predecible Vidal.
No ocurrirá porque tiene mucho que perder —su prestigio, el recuerdo de un profesional implacable con la corrupción sin importar cargos y apellidos— y absolutamente nada que ganar.
Solo una figura similar podría obrar el milagro de reunir los más de 40.000 votos necesarios para que la candidatura del partido de Yolanda Díaz en Balears tenga representación en el Congreso de los Diputados. Pero quién va a querer enrolarse en un ejército herido por las divisiones para librar una guerra perdida de antemano.
Qué lejos queda 2019, cuando Podemos cosechó en las islas los 82.000 votos que catapultaron a Antònia Jover y a Lucía Muñoz a Madrid. Hoy siguen digiriendo la debacle del 28M, en silencio, sin dimisiones, sin rastro de autocrítica. El retrato de una marca política decrépita que todavía no ha tocado fondo.
Es improbable que los miles de votantes que acaban de abandonar a Jover y a Muñoz respalden ahora a Vidal y el extraño cóctel electoral que ofrece. Castro, mejor para 2027.
