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La barrera del cinco por ciento no influyó en los resultados del 28M en Baleares

El Pi entraría en Mallorca a costa de un diputado de Vox, y Podemos le quitaría un escaño a Més, sin modificar la mayoría absoluta de la derecha

Marga Prohens celebra la victoria electoral con Llorenç Galmés y Jaime Martínez B. Ramon

Gabriel Cañellas no ha intervenido en el triunfo electoral de Marga Prohens. Habría un elemento poético en la conclusión de que el primer presidente de Baleares del PP influyó en la designación del último eslabón de la cadena popular, al elevar en la legislatura 1991-95 el listón de entrada en el Parlament del tres al cinco por ciento. El patriarca de la derecha mallorquina actuó movido por la obsesión de anular a su odiada Unión Mallorquina, de extirparla del Parlament. No solo fracasó, sino que dio paso al embrión de los Pactos de Progreso.

Las reverberaciones del cinco por ciento cañellista se han mantenido hasta la actualidad. Históricamente no ha sido decisivo, más allá de vetar la entrada en la cámara de las izquierdas desunidas. Sin embargo, la tasa de entrada recuperaba su actualidad ante el 28M, dado el declive imparable de Podemos, la debilidad del Pi sin la batuta de Jaume Font y la extinción garantizada de Ciudadanos. Tras el recuento, ninguna de estas formaciones consiguió el pasaporte, y solo las dos primeras se situaron por encima del tres por ciento alternativo. En Mallorca, los regionalistas se acercaron al 4,9, en tanto que el partido de Pablo Iglesias se estancaba en el 4,1.

Cada elección viene seguida de elucubraciones que proliferan sin desmentido, porque a nadie se le ocurriría repasar las estadísticas una vez alcanzado el veredicto. Uno de los bulos clásicos de la resaca del 28M repite la letanía de que los resultados en Balears hubieran sido distintos, si el Pacto de Progreso hubiera propiciado la reducción del porcentaje que franquea la entrada del cinco al tres por ciento, con el consiguiente ingreso en la cámara de Podemos y El Pi. Es una tesis tan atractiva para el debate como falsa matemáticamente.

Autonómicas DM

En la circunscripción mallorquina donde se centra la discusión, el reparto de los 33 escaños al Parlament sigue la tónica de PP (13) – PSOE (10) – Vox (6) – Més (4). Esta cadencia se vería lógicamente modificada al aplicar la Ley d’Hondt con una rebaja del porcentaje mínimo al tres por ciento. De inmediato, El Pi y Podemos accederían a la cámara, mediante una corrección que se hubiera podido arbitrar durante las pasadas legislaturas. Efectuada la simulación, el nuevo reparto se lee PP (13) – PSOE (10) – Vox (5) – Més (3) – El Pi (1) – Podemos (1). La distribución de escaños favorece el ingreso por partida doble, pero esa tradición se cancela cuando hay dos partidos en la zona limítrofe. Para los amigos de las estadísticas, el siguiente escaño iría destinado a Més frente al PP, por 666 votos.

Por tanto, populares y socialistas no experimentan merma alguna en sus cosechas respectivas en Mallorca. En un marco de correlación ideológica, Vox perdería un diputado para cedérselo a Josep Melià del Pi, en una jugada donde cabe apreciar la ironía del trasvase. Y Més también se desprendería de un escaño, para facilitar el acta a Antònia Jover. La mayoría absoluta de la derecha quedaría garantizada en Mallorca, aunque algo más ajustada que en la actualidad para quienes no concedan la calificación conservadora a los herederos de UM.

La configuración genérica del Parlament se hubiera visto inalterada, porque la estabilidad de Mallorca se transmite a las otras islas. En Menorca, Podemos (6,7) franquea con soltura el umbral más estricto y entra en la cámara insular. La situación es más dramática en Ibiza, donde el partido de izquierdas se sitúa en un 6,4 que no le permite acceder al Consell, y en todo caso retiraría un escaño al PSOE.

En conclusión, el debate sobre el tres y el cinco por ciento es solo una de las falsedades más difundidas sobre el 28M, como la ley errónea de que Francina Armengol era una excelente candidata, o la atribución en exclusiva de las culpas del derrumbe de la izquierda a José Hila. Por no hablar de la invención de que los socialistas han obtenido un buen resultado infructuoso, o de que la candidata popular ha sido elegida por méritos propios y no por la impronta del PP. Por desgracia para la literatura, Gabriel Cañellas no ha coronado a Marga Prohens. A cambio, el inaugurador de la autonomía ha expulsado treinta años después a UM (El Pi) del paraíso parlamentario.

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