Quien ha visto La vida de Adèle o leído el cómic que inspiró la película sabe que lo de menos son las escenas de sexo, nada que ver por supuesto con la pornografía explícita, machista y violenta que puede consumir cualquier adolescente con un teléfono móvil en la mano.

Lo de consumir porno duro en Baleares por parte de menores de edad lo certifican los expertos que llevan años alertando sobre las consecuencias de ese visionado masivo de material sexual donde priman las conductas irrespetuosas y agresivas con la mujer. En las islas, el 90% de los adolescentes entre 13 y 18 años mira porno, y ningún padre o abogado se ha querellado contra la plataforma Pornhub, que debe ser la que más visitas recibe en todo el mundo.

Sin embargo, la persecución moralista es contra el profesor que da la oportunidad a sus alumnos de leer un cómic donde el despertar sexual (lésbico, un detalle que no es baladí en la denuncia ante los juzgados) se trata de manera natural, con sus fracasos y traición incluidos, y que es indisociable de los sentimientos, del amor, de sentir, un hecho absolutamente revolucionario en la educación sexual que están recibiendo los jóvenes a través de internet o de series televisivas que todavía beben del mito del amor romántico.