Sara del Mar García trabaja en la zona de Calvià y limpia cada día una media de 24 habitaciones, casi todas dobles. «Abrimos el día 29 y ya tenemos habitaciones con tres camas. En Semana Santa el hotel estará todo ocupado», asegura. La líder de las camareras de piso en las islas en plena temporada hace hasta 60 camas diarias. «Por eso necesitamos las elevables. Son para que no lleguemos enfermas a final de temporada», sostiene. «A lo mejor no las pedimos públicamente de manera explícita, pero sí llevábamos mucho tiempo quejándonos del peso de las camas normales. Con las elevables podríamos evitar un 50% las lesiones», calcula. Sara confiesa que esta semana están «muy contentas» porque les han apoyado dos ministras, Yolanda Díaz e Irene Montero, «y hasta el Gran Wyoming». La hotelera Carmen Riu también se posicionó el viernes ante la polémica abierta por la popular Marga Prohens contra la medida de la Ley de Turismo del Govern de Francina Armengol. Su frase fue: «Las camas elevables es lo mejor que se ha hecho en el sector».

La jornada semanal de las kellys es de cinco días y dos de descanso. «Yo hago mi turno, no hago más horas. Sé que hay hoteles que no están cumpliendo lo de los días libres, pero también es porque llegan a acuerdos puntuales con las camareras y les pagan esos días o les alargan los contratos teniendo en cuentas esos días trabajados por adelantado», señala.

Según Sara, otro de los graves problemas que hay en la isla es el de la vivienda, que está afectando mucho a que vengan camareras de piso de fuera a trabajar. «Las que venían de la península a mi hotel este año ya no van a venir, no les sale a cuenta cuando les piden mil euros por un estudio. Por eso, muchos hoteles están buscando ahora mismo limpiadoras. Es poco habitual porque hasta mayo no se pedía reforzar las plantillas. Este año lo están haciendo ahora», apunta.

La líder de las ‘kellys’, Sara del Mar García, en Palmanova. | DM redacción. palma

El colectivo tampoco tiene relevo generacional. «Muchas compañeras se están jubilando y las jóvenes no quieren trabajar de camareras de piso», recalca. «Al menos ahora tienes más margen para decidir a qué hotel quieres ir porque antes éramos muchas y a lo mejor sólo tenías una puerta a la que tocar. Ahora, ante la falta de personal, tienes cinco», indica. «La reforma laboral también nos ha beneficiado. Hay más tranquilidad con el contrato de fijas discontinuas. El problema es que a veces los 45 días de prueba se están convirtiendo en contratos temporales encubiertos», denuncia.

Otro de los avances se consiguió en 2018, «con el reconocimiento de seis enfermedades profesionales propias de las kellys. Ha costado mucho que las mutuas las contemplaran. Aún ha habido casos recientes de compañeras que han tenido que denunciar, pero las justicia les ha dado la razón», señala Sara, que tiene 53 años y hace 25 que trabaja en Mallorca.

Las elevadas cargas de trabajo de las kellys no sólo provocan dolencias físicas, «sino también mentales». «El problema es que vas cronometrándote todo el tiempo para cumplir con el parte de trabajo diario. Has de terminarlo sí o sí. Cuando vas a tope, tratas de no beber mucho para no ir al baño, has de correr y en ocasiones ni tienes tiempo de comer», asegura. «Es el caso de cuando tienes muchas salidas de clientes. Sé de casos que han llegado a tener 15 en un día», apunta.

«Mucha gente no sabe qué nos llegamos a encontrar en las habitaciones. Yo he llegado a ver un condón usado dando vueltas en el ventilador del techo, un vibrador debajo de la almohada, una muñeca hinchable, vómitos y excrementos en el bidé o en el lavabo», explicita.