Ayer fue 24M, una fecha en la que no se habían depositado expectativas desmesuradas. A la hora de escribir estas líneas, y nunca fue tan necesario el cronometraje protocolario, solo cabe esperar que el último viernes de marzo no se inscriba en el calendario de las fechas infames.

El mayor prestamista de Europa ha perdido una cuarta parte de su capital social en el mes previo al 24M, desde Mallorca adquiere mayor gravedad constatar que se trata de un banco de matriz germana. Salvo para quienes insisten en engañarse con una pretendida autonomía, conviene quitarse la careta para confesar que la mitad aproximada de la isla es una propiedad privada de Alemania. Se ha elegido el porcentaje de participación en gigantes hoteleros mallorquines de TUI, otra atribulada firma alemana que ayer mismo tuvo que ampliar su capital social en 1.800 millones de euros.

Si se pudiera viajar a los titulares de prensa del año próximo, la implantación en el recuerdo del 24M significará que el hundimiento del Deutsche Bank del billón largo de activos ha conducido al colapso. El mensaje tranquilizador de las autoridades económicas europeas no sirve como agente disuasor. Cada vez que han esgrimido su «lo que sea necesario», se han limitado a avanzar la extinción de un nuevo gigante bancario.

El desfallecimiento del Deutsche Bank ha eclipsado las dificultades no menos alarmantes de UBS, la entidad absorbente de Credit Suisse. En Mallorca resuena con especial sarcasmo que el desplome del banco germano demasiado grande para caer haya coincidido con la publicación en castellano del libro Por qué los alemanes lo hacen mejor, de John Kampfner.

En cuanto se procede a negar la crisis por contagio, se hunde otro farallón occidental. Entonces los expertos predican que ya lo sabían, sin que aclaren demasiado por qué lo ocultaron con tanto celo al resto de la población. En Palma, la oficina central del Deutsche Bank ahora en entredicho contrastaba ayer con la imagen frenética de los tiempos en que los alemanes lo hacían mejor. Por entonces, los ahorradores mallorquines se dirigían en masa a la entidad, para refugiar sus euros en un microcosmos modélico frente a los manirrotos bancos españoles.

La aceleración que imprimen las transacciones informáticas permitirá resolver con prontitud si el 24M quedará grabado en nuestras memorias. Una desafección o desinversión masiva de capital germano en Mallorca supondría un cambio de ciclo económico en la isla, de consecuencias imprevisibles.

Pese a la traducción al mallorquín de las llamadas a la calma, la temporada turística se encuentra ahora mismo en vilo. La acción simultánea de la pandemia y de la guerra de Ucrania ha demostrado que ninguna catástrofe alejará a los alemanes de sus tradicionales vacaciones en Mallorca. Sin embargo, cuesta evaluar lo que significaría la caída del Deutsche Bank y la subsiguiente entrada en la historia del 24M.

Mallorca se encuentra por tanto a medio camino entre la verificación de una temporada espectacular y el reseteo covid. Sería alentador creer a pies juntillas en la impasibilidad de los economistas, porque seguramente se trata de los mismos que a principios de 2020 relativizaban los poderes disolventes de un virus de Wuhan.

En los resultados menos que parciales hasta la fecha, el calor de febrero ha espoleado al turismo con destino a Mallorca, aunque sin alcanzar las cifras del patrón oro de 2019. Y en las últimas fechas se percibe una ralentización de reservas, la isla ha de ofrecerse como el remanso donde curarse del 24M.