Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Informe

El cinco por ciento, la venganza de Cañellas el 28M

La elevación del porcentaje mínimo para obtener un diputado que llevó a cabo Gabriel Cañellas para acabar con UM es un hándicap para Ciudadanos, El Pi o Podemos

El cinco por ciento, la venganza de Cañellas el 28M Lorenzo

La entrevista oficial con Gabriel Cañellas, previa a las autonómicas de un 28 de mayo pero de 1995, había transcurrido con una cordialidad sorprendente. En especial, dadas las informaciones de este diario sobre la concesión irregular del Túnel de Sóller, la mayor obra pública de la comunidad hasta la fecha.

Pese a su campechanía, Cañellas odiaba las preguntas personales del estilo de «¿Qué coche conduce?» (un Volkswagen Golf). Tras las fotos de rigor ante la fachada del Consolat, el ya tres veces president agarra por el brazo a su entrevistador:

-Espera un momento, vamos a comentar el resultado de las elecciones.

Y según acostumbraba, Cañellas exploraba mediante una pregunta el asunto del que ya tenía la respuesta. Se comportaba como un examinador, y su tema del día era:

-¿Saldrá UM?

Era su única obsesión, como si supiera de antemano que su PP le endosaría un abismal 30 a 16 al PSOE. La respuesta del periodista fue tan vaga que ni siquiera merece una transcripción, pero el tono general transmitía que UM era mucha UM, y que siempre tocaba. Entonces Cañellas movía pedagógico la cabeza de izquierda a derecha, y sintetizaba en un monosílabo:

-No.

A continuación extrajo del bolsillo superior de su americana un folio cuidadosamente doblado, que desplegó ante su interlocutor ya atónito como si albergara el mapa de un tesoro:

-Mira. Alcúdia, 425 votos,...

Y así sucesivamente, en aquel papel guardaba los resultados que obtendría UM en todos los municipios de Mallorca. La suma quedaba por encima del tres pero por debajo del cinco por ciento de sufragios emitidos, cuando el zorruno Cañellas se había espabilado al aumentar el porcentaje mínimo imprescindible para optar a un diputado en el Parlament.

Ahora hay que dejar con el suspense en la boca a los menores de cuarenta años, para desarrollar la génesis de este aumento del listón. La coalición preelectoral PP/UM había obtenido para Cañellas su primera mayoría absoluta en 1991. El precio a pagar a su odiada Maria Antònia Munar era la conselleria de Cultura. No aguantaron juntos ni un año, y la entrevista de más en una revista femenina forzó la destitución de la presidenta del partido regionalista en 1992, con la colaboración de una docena de traidores.

Cañellas señaló la expulsión de Munar del Govern como «el día más feliz» de su dilatada carrera política. Solo quedaba un detalle, eliminar a UM del paisaje electoral, al igual que había hecho el PP valenciano con Unión Valenciana porque ambas comunidades siempre actúan hermanadas. La treta para consumar la aniquilación consistía en la elevación del listón mínimo al cinco por ciento.

UM obtuvo el 28M de 1995 un 5,4 por ciento de los votos y dos diputados. Maria Antònia Munar se aseguraba la plaza en el Parlament. Aparte de amargar con su sola presencia la mayoría absoluta de Cañellas, obligado a dimitir poco después por Aznar, también se encaramaba a presidenta del Consell de Mallorca al frente del embrión de lo que sería el Pacto de Progreso. A su vera, los vicepresidentes insulares Francesc Triay y Pere Sampol.

Es injusto hablar de un error de cálculo de Cañellas. Predijo que UM no llegaría al cinco y se equivocó en un margen de un ocho por ciento, una cuota de error que aceparía con gusto en sus predicciones cualquier analista electoral. Simplemente, la historia se le volvió en contra al president que gobernó Balears durante doce años, pero la prueba del cinco sigue vigente.

El 28M de 2023, la venganza de Cañellas puede ser decisiva para resolver la quiniela electoral. Los partidos que deseen acceder al Parlament deberán acreditar un cinco por ciento de los votos, en cada una de las circunscripciones insulares donde aspiren a verse representados. De ahí el brío en su isla de Més per Menorca, que a escala autonómica se remite actualmente a un 1,4. Para demostrar que no se habla de una matemática hipotética, Vox se detuvo en Ibiza en las pasadas autonómicas en un 4,96. Con cuatro centésimas más, a traducir por una veintena de papeletas, hubiera optado a un diputado adicional que habría complicado la continuidad del Pacto de Progreso.

La elevación treinta años atrás de la cuota mínima para obtener un diputado supone un hándicap casi insalvable para Ciudadanos, notable para El Pi que hereda a UM en una paradoja de paradojas, y amenazante para Podemos porque no se encuentra en su mejor momento. Según demuestran los precedentes, un socio mal elegido, una alianza menospreciada o un candidato desafortunado suponen la diferencia entre la presencia y el olvido.

Aunque las urnas no están echadas, se da por sentado que PP, PSOE, Vox y Més por este orden son inmunes a la hipoteca del cinco por ciento, donde la apuesta de riesgo por la solidez se centra en el marcador ecosoberanista, ahora mismo en un 9,2 en Balears. Para los discípulos de Santo Tomás que insistan en que se aborda aquí un problema ficticio, en la Comunidad Valenciana de antes se contempla este dilema como crucial. Allí también se topa al cinco por ciento, con Podemos en el ocho y un porvenir poco agraciado. Ximo Puig estudió la rebaja del porcentaje, que requiere de mayorías cualificadas en la cámara autonómica.

Si se repasa la lista de los presuntos damnificados por el cinco por ciento en Balears, se trata de partidos a cuyas puertas llamará el PSOE para configurar una mayoría absoluta. Las caídas de la derecha menos radical de Ciudadanos o El Pi no solo supondría la eliminación de socios potenciales, sino la radicalización del espectro conservador en torno a PP y Vox.

A diferencia de lo ocurrido en Valencia, en Balears no se ha planteado la reordenación de los porcentajes mínimos infranqueables. Armengol es reacia a las maniobras electorales, aunque no a las electoralistas. En su primer mandato se barajó un adelantamiento de los comicios que le facilitaba la reforma del Estatut, y que le recomendaba la catastrófica disposición del PP. La presidenta prefiere cumplir con los plazos y no alterar los reglamentos, con excelentes resultados hasta la fecha.

Las perspectivas de los partidos amenazados por el cinco por ciento no se ajustan a sus porcentajes vigentes. Ciudadanos bordeó el diez por ciento de los sufragios y atesoró cinco asientos en el Parlament de 2019. Sin embargo, las sucesivas encuestas de ámbito nacional le niegan un solo diputado en el Congreso, con la casi desaparición en Castilla y León o la extinción en Andalucía como referentes más cercanos. En todos los casos, el trasvase íntegro ha fluido hacia la derecha.

Es superfluo aclarar que El Pi de Josep Melià anda muy a la zaga de la formación en tiempos de Jaume Font, que tampoco remató sus ambiciones. Por tanto, peligra el 7,3 por ciento que hoy da aliento a sus tres diputados. En formato de interrogación:

-¿Es seguro que El Pi saldrá el 28M?

-Ni mucho menos. Ahora está más cerca de cero que de tres, el interés mayúsculo de Armengol por la formación de regionalismo híbrido no tiene por qué coincidir con la decisión de los votantes.

Simétricamente, se necesitaría una pujanza inesperada de PP o Vox para expulsar al Pi de la cámara, un fenómeno sin precedentes.

El PSOE ha de confiar en que no todos su asideros se derrumben a la vez, y el peligro se cierne en la amenaza del cinco por ciento al núcleo duro del Pacto, en la figura de Podemos. El partido creado y gobernado por Pablo Iglesias arrancó medio punto de ventaja y dos diputados a Més en 2019. Con un 9,7 por ciento, su desplome por debajo del cinco sería inverosímil, de no mediar las turbulencias a que está sometida la formación a escala estatal.

Si la reducción de los seis diputados actuales de Podemos a tres o menos ya sería prácticamente insalvable para un PSOE incluso en auge, el mazazo del cinco por ciento imposibilitaría la continuidad del Pacto. De nuevo, conviene mirar hacia Valencia y hacia los magros resultados de la izquierda radical en las encuestas a escala estatal. El cinco por ciento impuesto hace casi treinta años por Cañellas puede convertirse así en el VAR del 28M, y la izquierda ha de contemplarlo con especial prevención.

Compartir el artículo

stats