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Lletra menuda: La inquietud de los remedios por recado

La necesidad y el sentido de la responsabilidad profesional relegan a un segundo plano la competencia farmacéutica, tantas veces feroz y hasta objeto de pleito. Es la consecuencia directa de la escasez de algunos medicamentos esenciales, carencia difícil de ingerir para unos pacientes acostumbrados a la abundancia y la comodidad de la inmediatez, sobre todo cuando se le dice que, de entre la variedad de causas que desembocan en la precariedad actual, sobresale la globalización. El remedio ya no puede prescribirse de forma instantánea porque el grueso de los principios activos necesarios depende de unos fabricantes de la India y China que ahora no pueden satisfacer a la demanda. No hablamos de medicamentos superfluos. El problema se enquista en los que actúan sobre los sistemas nervioso y cardiovascular, los antibióticos pediátricos y los antidiabéticos.

La fórmula magistral que han ideado y puesto en marcha los boticarios para dar con la solución de una escasez que puede deteriorar la salud colectiva es la de la interconexión. Así, cuando una farmacia no tiene el medicamento recetado, se puede enviar al demandante al establecimiento más próximo. Para ver la dimensión de la situación actual basta indicar que solo en el segundo semestre del año pasado se realizaron 1.600 búsquedas de medicinas no halladas en primer término. Se ha alcanzado una situación en la que la necesidad de servicio público sanitario que prestan las farmacias debe inocularse contra el individualismo. Si un centenar más de boticas de las 442 existentes en Balears se suman al sistema bautizado con el nombre de Farmahelp, un 60% de ellas estarán en disposición de prestar atención colectiva.

En resumidas cuentas, lo que se está viviendo nos lleva a la demostración de que la expedición de acceso a los fármacos necesarios es mucho más frágil y débil de lo que parecía. Pero, dado que todo tiene sus efectos secundarios y éstos no tienen por qué ser siempre negativos, la escasez de medicamentos puede convertirse en una buena terapia para obtener una prescripción y consumo más responsable. También pone mayores obstáculos prácticos al acopio. No es una mala noticia, más bien resulta una contribución a la desintoxicación social.

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