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Medio Ambiente

Cabrera, el lugar perfecto para reintroducir el ‘vell marí’

Pese a las dudas que suscita entre los expertos el hallazgo de ADN de la foca monje en aguas de Cabrera y sa Dragonera, nadie duda de que su recuperación en el parque nacional es posible

La imagen tomada en una cueva del litoral calvianer en junio de 2008. Álvaro Garí

Sin entrar a valorar la credibilidad de la investigación Spot the Monk (Detectar al Monje) que ha hallado restos de ADN ambiental del vell marí, denominación con la que se conoce en estas islas a la foca del mismo nombre, en zonas marinas de Cabrera y sa Dragonera, lo cierto es que los expertos consultados para elaborar esta información solo tienen una certeza, que el Parque Nacional Marítimo Terrestre sería el lugar perfecto para la reintroducción de esta especie en grave peligro de extinción que desapareció de este litoral de manera sostenida hace ya más de 60 años

De manera sostenida porque un submarinista, Alvaro Garí, tuvo la fortuna de toparse y fotografiar a un ejemplar de vell marí a mediados del mes de junio de 2008 en un cueva submarina situada entre Calvià y Valldemossa cuya ubicación exacta no se quiso desvelar en ese momento para evitar molestar al animal con el más que previsible tráfago de barcas que hubieran salido en su búsqueda.

«Por sus dimensiones, entre 2,80 y 3 metros, y su color blanco y la completa inmovilidad en la que se mantenía, pensé que se trataba de algún cetáceo muerto. Estaba quieta, relajada, como si estuviera dormida. Pero, cuando me estaba acercando, se giró de repente y me mimró con su gran boca abierta. Aunque me sobresalté y me aparté, en ningún momento mostró una actitud agresiva».

Estas son las declaraciones que el submarinista Garí realizó a Diario de Mallorca de su fugaz encuentro con el vell marí en la costa mallorquina en los inicios de ese verano de 2008. Un encuentro en el que pudo fotografiar al ejemplar en el interior de la cueva hasta que la llegada de otro submarinista la asustó y provocó que escapara a gran velocidad.

Pese a la mala calidad de las imágenes obtenidas por Garí en una oquedad submarina con escasa visibilidad, expertos consultados ahora, catorce años después, no dudan de que se trató de un avistamiento de un vell marí que había aparecido en las costas mallorquinas por circunstancias que se desconocen décadas después de su desaparición.

«Después de que lo viese Garí, fue vuelto a ver por otras personas, entre ellas por los encargados de controlar la boya que mide la temperatura del mar en sa Dragonera, que lo pudieron contemplar mientras pescaba peces por esa zona», recuerda un responsable de la dirección general de Pesca que añade que su presencia estuvo tan constatada que tuvieron que indemnizar a unos pescadores de la zona para conseguir que retiraran sus artes de pesca que podrían haber dañado a este animal en grave peligro de extinción.

«En el Mediterráneo no hay censos concretos sobre las posibles poblaciones de focas monje», explica Francesc Avellà, biólogo que ha hecho del vell marí su «pasión vital» como él mismo confiesa. «Hay un pequeño grupo de unos veintincinco ejemplares en Madeira, en las Islas Desertas situadas al sureste de ese archipiélago. Y una colonia de más de trescientos ejemplares bien controlada entre el Sáhara y Mauritania», añade Avellà.

«¿Hay focas en Cabrera ahora? No. Pero coincido con otras personas que este archipiélago reúne unas condiciones excelentes para reintroducir esta especie en nuestras aguas», concluye.

Sobre el hallazgo de ADN de estos pinnípedos en Cabrera, Avellà se muestra cauto. «Ni me lo creo al cien por cien ni lo descarto al cien por cien. No soy un experto en ácido nucleico y desconozco cómo puede llegar al mar y cuanto tiempo se puede mantener en él», apunta antes de revelar un motivo que le lleva a desconfiar de que el hallazgo del ADN permita concluir que un vell marí ha frecuentado las aguas de Cabrera.

«Las muestras se recogieron en verano y si como dicen se mantienen durante quince días en el mar es raro que en una época en que hay tanto movimiento en el parque nadie más lo viera. No se trata de una especie fantasmagórica, no es esquiva, no tiene hábitos nocturnos... es difícil creer que nadie más lo viera», concluye el biólogo. 

Antoni Font, de la Fundación Marilles, es otro enamorado de esta foca mediterránea que ya colaboró con otro experto, Joan Mayol, en un proyecto de reintroducción del vell marí en Balears. Cuando apareció el ejemplar en 2008, se encargó de avivar el interés entre los navegantes saliendo a la mar e informándoles de la posibilidad de que lo avistaran por la zona de El Toro.

Font navega desde hace años cada verano por las islas griegas con un casi exclusivo objetivo de avistar algún ejemplar de foca monje. «He visto focas dentro de los puertos y en la isla de Syros, donde hay un astillero para reparar barcos, es habitual ver ejemplares tumbados al sol cerca de donde se realizan las reparaciones», concluye Font intentado de esta manera desmentir la en su opinión falsa creencia de que estos animales no pueden establecerse en una isla como Mallorca donde la actividad humana en el mar es intensa.

Este experto rechaza que no pueda reintroducirse en una isla tan densamente poblada y con tanta actividad náutica como Mallorca ya que, revela, las ha visto en islas griegas con la misma densidad de población por kilómetro cuadrado que en Balears. 

Y para Font, como para Avellà, las cuevas de Cabrera serían un hábitat ideal en la que reintroducir a la especie. «No soy un experto en ADN», coincide con el biólogo admitiendo que ni leyendo el artículo de la investigación aún inédito llegaría a una conclusión clara sobre si ha habido una foca monje en Cabrera o no. «Tengo tantas ganas de que sea cierto que posiblemente no sería objetivo», concluye.

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