La cartilla o libreta de ahorro fue uno de los productos estrella de la banca española hace ahora 30 años, pero con el paso del tiempo y el desarrollo tecnológico ha ido desapareciendo progresivamente en la mayoría de entidades, aunque sigue siendo usada por cuatro de cada diez mayores en el país, y el 36,4% de estos clientes en Baleares, la segunda menor cifra por comunidades.

Las primeras que se pusieron en funcionamiento fueron una revolución y eran los empleados de las sucursales los que se encargaban de actualizarlas para registrar todos los movimientos de una cuenta asociada a un cliente, con el detalle de fecha, concepto y cantidad de dinero que entraba o salía. Con la aparición de los cajeros, estas mismas cartillas podían utilizarse a modo de tarjeta de débito para sacar dinero, pero nunca para hacer pagos en comercios, por lo que su principal uso se reducía a conocer los movimientos, algo que con el auge de internet se puede hacer en cualquier momento desde cualquier lugar.

Restricciones

Aunque no hay una estadística oficial que recoja el número de libretas operativas en España, la asociación de usuarios financieros Asufin ha llevado a cabo un estudio en el que constata que es la vía para que muchos mayores puedan gestionar sus ingresos y gastos actualizándola, ya sea en ventanilla o en cajeros habilitados. Sin embargo, las restricciones en los últimos años en su uso están siendo mayores, tanto por la retirada de las libretas por parte de algunas entidades (BBVA, Abanca o Bankinter, por ejemplo) como por su coste asociado.

La OCU, la Organización de Consumidores y Usuarios, recogía hace unos meses que entre las entidades que ofrecían libreta, Kutxabank cobraba una comisión de 3 euros por emisión a todos sus clientes, que en el caso de Sabadell era de 10 euros para los menores de 65 años.