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Pesca

Peces del Atlántico que llegan al litoral balear para quedarse

La dirección general de Pesca cree que no provocarán daños en nuestro ecosistema por ser especies «de nuestra misma región biológica»

Un vistoso ejemplar hembra de pez loro, cuya presencia en Baleares está datada desde hace más de 25 años Dirección general de Pesca

El cambio climático y el calentamiento del agua del mar están propiciando que especies de peces procedentes de aguas más cálidas del Atlántico sur estén llegando a este archipiélago a través del estrecho de Gibraltar. Y lo hacen para quedarse, favorecidos por las condiciones cada vez más similares a sus hábitats naturales que están encontrando aquí.

Antoni Grau, jefe de recursos marinos de la dirección general de Pesca del Govern, confirma esta circunstancia que cada vez queda más corroborada gracias a la base de datos DAPERA (Dades de Peixos Rars de les Balears), gestionada ex aequo por el servicio de protección de especies de la conselleria de Medio Ambiente con el de recursos marinos de la conselleria de Agricultura, Pesca y Alimentación que dirige este responsable.

Una base de datos creada en el año 2015 que se nutre fundamentalmente de pescadores y de submarinistas que portan cámaras toda vez que toda notificación de un avistamiento de una especie rara debe venir obligatoriamente acompañada de una imagen que la atestigue, explica Grau.

«Se trata de un sistema que nos permite un seguimiento barato y eficiente de las transformaciones que se están dando en nuestro hábitat marino» se congratula el jefe de recursos marinos añadiendo que unas cincuenta personas, la mayoría de ellas pescadores con los que mantienen contactos habituales, son los que notifican avistamientos. Y subrayando que reciben información tanto de la aparición de especies raras o poco habituales en estas aguas como de la recuperación de otras que se habían dado ya por prácticamente extinguidas.

«El pasado año se debieron pescar unos veinte peces lloro (Sparisoma cretense), más conocidos como viejas en Canarias, y se avistaron cerca de una treintena. Se ha dado una explosión de esta especie, que veremos si sobrevive a este invierno, algo muy probable debido a la inusual elevada temperatura del mar. Los primeros avistamientos de viejas se produjeron hace veintinco años y pensamos que se acabarán estableciendo aquí de forma definitiva como una especie más», aventura Grau estimando que no causarán desastres en el hábitat autóctono por tratarse de «especies de nuestra misma región biológica que conviven perfectamente con nuestras praderas de Posidonia».

Otra cosa son las especies denominadas lessepianas, llamadas así por entrar al Mediterráneo oriental a través del canal de Suez procedentes del Índico, como el pez conejo que ha arrasado praderas enteras de alga en esa zona. Pero incluso ante ese potencial peligro, las Balears son unas islas afortunadas.

«Hay una corriente marina que penetra por el sur del Mediterráneo occidental y luego sube hacia el norte y vuelve a girar al sur tras abarcar las Pitiüses, el sur de Mallorca e incluso la costa de Maó. Por ahí entran las larvas de peces del Atlántico sur que ahora pueden establecerse por el aumento de la temperatura marina. Sin embargo, las especies foráneas que entran por el Mediterráneo oriental se encuentran con una corriente en contra que las larvas no pueden sortear. Solo pueden hacerlo ejemplares adultos que lleguen nadando y esto es más raro», explica los motivos Grau por los que peces invasores y destructivos como el citado pez conejo o el lion fish (pez león) no hayan podido medrar en este litoral. 

Además, la privilegiada ubicación de este archipiélago en medio de esta parte del Mediterráneo le permite ser un observador privilegiado de la aparición de nuevas especies procedentes del Atlántico que, subraya Grau, primero se asientan en las costas del sur y más tarde se extienden por las del norte de las islas.

No obstante, Grau también alerta de que especies de aquí más acostumbradas a aguas frías se están desplazando a zonas más al norte donde la temperatura marina es más baja. Entre ellos cita al capellà, similar a la mòllera y que hace 25 años era muy habitual encontrarlo en las lonjas, o la popular merluza, de la que el experto duda si achacar su paulatina desaparición a la sobrepesca o al calentamiento de las aguas de Balears.

«El sargo real o breado no es autóctono de aquí, aunque en diez años nos habrá colonizado y no será ningún drama», concluye Grau apuntando a que los efectos del cambio climático pueden no ser tan devastadores en todas partes.

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