La situación de Laura (nombre ficticio) es de «violencia de género económica». Esta madre de tres hijas, trabajadora, acumula una deuda con el banco que asciende a 340.000 euros. Su expareja, padre de dos de sus hijas, ni paga las cuotas de la hipoteca [la parte que le corresponde] ni la manutención de las pequeñas. «Yo me quedo con la casa, pero el acuerdo fue que él también pagaría. Comprendo que tenga que costearse un alquiler, pero no está aportando nada y tampoco ayuda con los gastos», expone. «Y ese dinero es para sus hijas, no para mí», aclara, pidiendo protección sobre sus datos personales por el estigma que pueda suponerle la situación en la que se encuentra. 

Compró el piso en el que vive junto a su ex en 2008. Hicieron un crédito puente a partir de otra vivienda que habían adquirido. Ésta acabaron por venderla. «La habíamos comprado durante la burbuja inmobiliaria. Y la vendimos por la mitad de lo que nos costó. Los millones que nos faltaban por pagar los sumamos a esta hipoteca nueva», detalla. Les quedó una cuota mensual de mil euros entre los dos. «Eran dos sueldos en casa, pero nos separamos y él se quedó sin trabajo, por lo que no podíamos asumir el cien por cien de las cuotas. Algún mes dejamos de pagar o no pudimos abonar la totalidad de lo que nos tocaba. Yo siempre cumplí con mi parte, pero él no».

"No voy a poder pagar la deuda en la vida"

Laura conoció entonces la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca, PAH Mallorca Stop Desnonaments, donde le asesoraron. «He ido consiguiendo distintos acuerdos con el banco. Estuve pagando 300 euros durante una temporada, ahora 400. Son carencias. Después de estar ocho años con estos acuerdos, mi deuda es muy elevada, de 340.000 euros, una cantidad que no voy a poder pagar en la vida. El banco me ha dicho que ya se ha terminado la carencia y que ahora mi cuota es de 1.300 euros», explica desesperada. «¿Cómo lo voy a pagar?», se pregunta. «Yo asumo sola los gastos de tres niñas, la casa, las facturas, la comida, no llego a final de mes», confiesa.

Laura pide posar de espaldas. M.E.V.

"Me siento atrapada"

«Llevo casi 23 años sin parar de trabajar. Me levanto por la mañana y pienso que no tengo nada, sino una gran deuda», comenta angustiada. «Nunca me he quedado sin trabajo. Tengo mi sueldo. Pero tampoco tengo ayudas. Pedí la beca comedor y me la denegaron. Debo dinero a la comunidad y me denunciaron. Y ahora voy pagando poco a poco. Me siento atrapada, es una situación de la que es muy difícil salir», asume.

Esta madre de Palma no contempla ahora misma la opción de dación en pago del piso, «porque tendría que pagar el alquiler de una casa donde cupiéramos cuatro personas, Y sería mucho dinero también. Y no quiero perder lo que ya he pagado», dice. «Vivo con mucha incertidumbre».

Desentendimiento del padre

Para poder acogerse al código de buenas prácticas y las nuevas medidas del Gobierno, el banco le pide documentación económica de su expareja porque él también está en la hipoteca. «Quedé con él para que viniera y se lo explicara mi abogada, pero no apareció. Se ha desentendido. Comprendo que pueda tener problemas, pero son sus hijas, y me veré obligada a denunciar por impago de manutención», asegura. Una situación que ya vivió hace años con su anterior pareja, padre de su primera hija. «He tenido muy mala suerte. Tuve que demandarle para que pagara y ahora vuelvo a pasar por lo mismo», lamenta.