Con la pulsera ‘todo incluido’ en las muñecas, los alumnos de sexto de Primaria del colegio Porciúncula visitaron ayer el hotel RIU Playa Park para conocer el funcionamiento de la hostelería. «Es una manera de que tomen conciencia y se dignifique un poco la profesión, ya que oímos constantemente hablar muy mal del sector y de la gente que trabaja en él», opina la directora del recinto turístico, Gina Noguer. «En realidad necesitamos gente muy cualificada y preparada, que atiende una de las economías más importantes de Balears», añade.

La idea surgió por parte de la cadena RIU y el hotel la acogió con entusiasmo. Los propios trabajadores del recinto turístico son los que han preparado la visita. Todos los jefes de los diferentes departamentos han salido en algún momento de la ruta para saludarles y explicarles en qué consiste su trabajo. Noguer comenta que se trata de un hotel «muy flexible y adaptable», con un equipo al que le gusta organizar actividades y «no ser monótonos». «Nos apuntamos a un bombardeo», ríe la directora.

El RIU Palma Park, primer hotel que se abre a una visita escolar

A la hora de empezar la visita, Noguer les comenta que bajo su responsabilidad hay 200 personas, a las que tiene que coordinar. Los 53 estudiantes escuchan con atención y mucha curiosidad. Algunos de ellos comentan: «Una vez estuve de vacaciones en un hotel». Sin embargo, la intención de la cadena es que los niños conozcan «las tripas de un hotel, la parte invisible».

Por parte del profesorado, ven esta excursión como una oportunidad para que los alumnos valoren «mucho más» el trabajo que hacen otras personas y sean «agradecidos» con ellos. Además, al hacer una actividad escolar relacionada con la empresa turística, pueden ver reflejados a familiares y conocidos, lo que sirve para «dignificar los puestos de trabajo vinculados a la principal actividad económica de las islas».

Después de la presentación, toca coger fuerzas, por lo que van directos al comedor. Mientras que eligen los alimentos del desayuno, el metre les cuenta que el cocinero puede llegar a preparar 900 huevos fritos en una mañana, lo que causa expresiones de sorpresa en la cara de los niños. A continuación, pasan a la parte no visible del bufé, donde descubren el trabajo que supone elaborar cada plato. Al salir de la cocina, les obsequian con una bolsa roja de RIU, que contiene una mezcla equilibrada de alimentos: una manzana, un plátano, una botella de agua, un cruasán y un paquete de galletas.

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El responsable de mantenimiento les enseña el «detrás de la piscina» y su funcionamiento, así como los bidones de agua caliente. «Las cosas no son lo que parecen: tú te imaginas que todo va solo, pero después bajas y ves que hay un montón de máquinas y personas trabajando», dice una alumna asombrada.

Una vez visto el hotel por dentro, es hora de conocer la terraza, donde tocar el agua es imperdonable. Con la canción Motomami de Rosalía se desata la fiesta. Junto al equipo de animación, los pequeños aprenden a bailar tanto bachata como merengue. La visita acaba con un mojito sin alcohol, la guinda perfecta de una experiencia inolvidable.