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El próspero pasado industrial de Mallorca que el turismo silenció

La isla no pasó bruscamente de una sociedad rural a una economía turística. Los datos derriban el tópico. El índice de producción industrial por habitante en Balears rozó el de Cataluña en los años 30, 40 y 50 y el PIB fue superior al de la media estatal

Mujeres en una fábrica de albaricoques en Porreres

Mallorca sí tuvo industria y fue una de las más importantes de España. «El índice de producción industrial por habitante en Balears estuvo por encima de la media española hasta que irrumpió el turismo», sostiene el catedrático de Historia Económica de la UIB Carles Manera, que ha codirigido junto a Ramon Molina el volumen Industrialització històrica i nova indústria a les Balears (1850-2022), que acaba de publicar el sello Lleonard Muntaner. El año de inflexión fue 1965, cuando la curva empezó a doblegarse.

El economista expone que en España sólo existen datos sobre dicho índice de producción industrial de cuatro comunidades autónomas, «algo muy significativo». Son Andalucía, Cataluña, País Vasco y Balears. En uno de los gráficos sobre los que se sustentan las afirmaciones de esta publicación que bebe de las investigaciones llevadas a cabo en casi 30 años por el Grup d’Estudis d’Història Econòmica de la UIB, puede observarse que el País Vasco siempre lleva la delantera en producción industrial por habitante y que habitualmente le sigue por orden Cataluña, pero hubo un año, 1952, en que el archipiélago superó los registros catalanes. Andalucía fue a la zaga de Balears año tras año.

Índice de producción industrial por habitante en Baleares, Andalucía, País Vasco y Cataluña Elena Valles Riera

Manera también ratifica con los datos que entre los años 30 y 50, tanto el PIB balear como la renta per cápita estuvieron por encima de la media del Estado. «La nuestra era una sociedad más diversificada económicamente y con un PIB robusto».

Sin embargo, lamenta el experto, siempre se ha dicho que pasamos de una sociedad rural a una de servicios de forma abrupta. «Creo que con este libro demostramos que había una industria importante, que se exportaban productos fabricados aquí, que incluso existía una burguesía en la isla». 

¿En qué sectores se desarrolló dicha industria? En el químico, con la elaboración de jabones y superfosfatos, y la presencia de refinerías de petróleo. En el agroalimentario, con la producción de sal, harinas, conservas, licores y productos vitícolas. En el metalúrgico también, pues en Mallorca se fabricaban calderas de vapor, cascos de barco, objetos diversos de hierro, perlas artificiales o motores de agua. También hubo mucha actividad en el sector textil: se trabajó el algodón, la lana, el lino, la seda o los bordados. Ni qué decir tiene la expansión que llegó a alcanzar el calzado y otras piezas de piel y cuero. Incluso se fabricaron coches bajo la marca autóctona Loryc. «Fueron sectores intensivos en trabajo, con una inversión tecnológica limitada, pero no inexistente. Una industria orientada a la exportación y adaptativa a los mercados; generadora de una burguesía industrial y de una clase obrera. Con un uso intenso de la fuerza laboral femenina, con salarios bajos en un escenario de precios bajos y con la vista puesta en mercados como Cuba, Alemania, Inglaterra, Francia y el mercado nacional», enumera el consejero del Banco de España.

Teixits Riera

Cifras que lo corroboran. En aquellos años, del total de exportaciones de Mallorca a partir de su valor en dinero, el 55,3% fue de productos fabricados en la isla. «El pan blanco de Europa se hacía con la harina de Mallorca», expone Manera.

¿Por qué se silenció ese pasado industrial tan potente? Quizá se deba a la inexistencia en la isla de los iconos más mitológicos de las revoluciones industriales: profusión de grandes fábricas, revueltas obreras más o menos constantes, empresarios reconocidos... «Mallorca conoció un proceso de industrialización propio, pero éste no le hizo diferente de otras regiones europeas y españolas», advierte el economista. 

Fábrica de curtidos de Juan Castell en Palma.

Sobre la ocultación de esa memoria industrial, Manera constata la falta de pensadores «que podrían calificarse de derechas, intelectuales más conectados a empresarios», que podrían haber reivindicado esas grandes trayectorias económicas. Algo que sí ha sucedido en otras comunidades, donde esos pasados de grandes industriales se han vinculado con el contexto y han servido de hilo conductor de una identidad política, cultural, social e incluso económica.

Es posible que tampoco haya ayudado a reivindicar el pasado industrial de Mallorca ese relato de isla paradisiaca e idílica -donde no había nada- construido por los viajeros modernistas.

«Para el caso mallorquín se ha argumentado de forma asidua la inexistencia de una burguesía. Quienes lo sustentan parecen ignorar una parte económica significativa de la clase dominante isleña: la que emergió con las negociaciones comerciales, las transacciones financieras, las actividades industriales o las gestiones agrícolas», reflexiona Manera.

El rápido crecimiento turístico y urbanístico, el éxito, la fiebre de la expansión, las fortunas rápidas y el relato mitificador sobre unos empresarios pioneros -los hoteleros- demandaban romper con el pasado (¿acaso para acallar voces críticas?), un pasado que interesadamente sólo era recordado por su vertiente más negativa y era identificado con la pobreza o el atraso. 

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