Blai Vidal, responsable de la fundació. la entidad nació en 2009 con tres voluntarios y ahora ya son más DE 200 personas COLABORANDO con SUS 16 programas, que cubren del reparto de comida a la asistencia jurídica, la formación o la búsqueda de vivienda

¿Qué supone para la Fundació Monti-Sion Solidària d’Ajuda Integral a les Persones este premio?

Es una alegría, además viniendo de un medio de aquí y con la solera de Diario de Mallorca. Además, nosotros trabajamos mucho desde la discreción y la humildad, pero la visibilidad que nos dará este galardón puede ser importante para nuestro trabajo, lo que beneficiará a los casi 5.000 usuarios que atendemos, de los que más de mil son menores de diez años. Lo que queremos es ayudar a evitar la exclusión social, ayudar a los vulnerables, a los inmigrantes, a los refugiados, desplazados... Y lo hacemos desde cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar, sobre todo en lo que se refiere a la mujer.

¿Cuáles son los orígenes de Monti-Sion Solidària?

Nace a raíz de la crisis de Lehman Brothers. En la Asociación de Antiguos Alumnos de Montesión hacíamos actividades culturales y de ocio, pero vimos necesaria una iniciativa social ante lo que se venía encima. Me ayudaron muchos compañeros con los que yo trabajaba en los Caputxins. En 2009 en Nochebuena abrimos un local que nos dejó un compañero de Montesión y comenzamos a trabajar tres voluntarios con 16 familias. Íbamos a comprar comida y la repartíamos y fuimos creciendo y ahora tenemos 203 voluntarios y 15 programas. El número 16 se desarrollará en el Chad, con la entidad Kiabé Avanza.

¿Puede resumir los programas que ofrecen?

Los siete primeros son de alimentación para adultos, niños y bebés. Está la juguetería solidaria y las mochilas solidarias, y el ropero infantil. También damos una cesta a los recién nacidos con los productos básicos para ese momento. Ofrecemos asistencia jurídica, clases de repaso, cursos de formación... Tenemos una bolsa de trabajo de cuidadoras, que para nosotros es una gran oportunidad ya que nos preocupa mucho la integración de la mujer, por eso tenemos también el programa de costureras solidarias. También está el programa de hospitalidad, con el que buscamos casas. Ahora tenemos en acogida a varias familias ucranianas. La mayoría de nuestros usuarios son colombianos, luego están los musulmanes y el resto son sudamericanos, subsaharianos y también locales.

¿Han notado estos años un cambio de perfil de los usuarios?

De la primera crisis, los más mayores, te hablo de población local, se han quedado en una situación de crisis enquistada. Ayudaron a sus hijos y nietos y gastaron el colchón que podían tener y no han conseguido recuperarse. Otras familias migrantes consiguieron recuperarse, tenían su hipoteca, su pisito... pero la subida de tipos y la inflación les ha tumbado. La pandemia ha sido el golpe final.

¿Cómo afrontan un invierno que se prevé muy duro?

Quiero ser optimista, pero también hay que tener una visión realista... El tema de la vivienda por ejemplo es un problema gravísimo que nadie ha sabido resolver. Hoy por una habitación en Son Gotleu piden ya 250 euros, y tendrías que ver qué habitación. El Banco de Alimentos europeo, no el de aquí, ya nos ha dicho que nos recorta casi la mitad de su aportación. Afortunadamente nosotros durante la pandemia ya empezamos a repartir alimentos frescos, gracias a donaciones de hoteleros y a convenios facilitados por el Govern con proveedores locales, como los ganaderos de Felanitx. Eso fue un salto de calidad y lo hemos mantenido. La Fundación Barceló aporta casi 800 kilos de producto cada semana, también nos donan la cooperativa Esplet, Mateu Sport... Es una cesta importante y la gente lo sabe, vienen incluso de fuera de Palma.

Atienden a una Mallorca que parte de la sociedad no quiere ver.

El mallorquín es solidario, pero hay cierta cultura de la indiferencia, como si esto pasara en otro sitio. La sociedad se mueve muy lentamente para acabar con la pobreza. Hemos de actuar sobre las causas de la desigualdad y Mallorca en realidad no es rica, las clases medias están desapareciendo. Las ONGs pisamos la calle y tenemos que sensibilizar a la sociedad, ahí yo insisto mucho en la importancia de la educación y de ir a los colegios y que los niños vean que la solidaridad ha de ser un hábito cotidiano. También tenemos que ser agentes de influencia con la clase política, porque las cosas no se ven igual desde un despacho. Nosotros pisamos la calle y hacemos esto porque realmente creemos que tenemos que hacerlo. Nuestro principal activo son los voluntarios.

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