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BOULEVARD

Boulevard: La carretera mata a más veinteañeros que la covid en Mallorca

Las vacaciones «se cuentan entre los gastos que millones de personas postpondrán ahora en Alemania», donde «las primeras empresas han empezado a arrojar la toalla»

Gestos como el apoyo a Ucrania en la iglesia de Lloret han sido decisivos para invertir el rumbo de la agresión de Putin, que sale corriendo.

En menos de un mes, cinco mallorquines en torno a la veintena y siempre menores de 25 años han fallecido instantáneamente en dos accidentes de tráfico en la isla. También son víctimas de la saturación porque, con la densidad de la circulación rodada actual, los despistes en que todos incurríamos sin mayores consecuencias te pueden costar la vida. La conmoción causada por estas colisiones brutales ha sido notoria pero insuficiente, y requiere una puesta en contexto.

En los tres años transcurridos desde el inicio de la pandemia, un máximo de dos veinteañeros tempranos han fallecido en Balears por culpa del coronavirus. La conclusión numérica y relevante a escala social determina que la carretera mata a más veinteañeros que la covid en Mallorca, pese a lo cual puede comprobar que el velocímetro de su vehículo alcanza alegremente los 220 kilómetros por hora.

Aunque la carretera multiplica las muertes por covid de personas jóvenes, se ha sometido a este colectivo a todo tipo de vejaciones, que cercenaban su libertad con motivo del coronavirus. Al mismo tiempo, se les incitaba a comprar los vehículos mortales, que ninguno de los fallecidos había adquirido cuando comenzó la pandemia. La única conclusión lógica, y por tanto inaplicable, es pedirles perdón por la cárcel vírica, o someterlos genéricamente a una prohibición de conducir. ¿A que la segunda hipótesis mueve a risa? Por tanto, los fallecimientos en la carretera están interiorizados o aceptados pese a su abundancia.

Se alegará que ha habido otros enfermos veinteañeros de covid que no han fallecido, pero nuestro recuento de muertos demasiado jóvenes sobre el asfalto no es exhaustivo, y tampoco incluye a los numerosos heridos de gravedad durante estos tres años. Hablando de la pandemia, la llegada de la cuarta dosis obliga a los ladrones de vacunas de las instituciones mallorquinas a dar un paso al frente, para inyectarse con luz y taquígrafos dado que insisten en que se saltaron la cola con todos los derechos.

La portada de Der Spiegel, probablemente la revista más importante de Europa, desgrana «Cómo será de grave la recesión alemana». Y se responde analítica que «las primeras empresas han empezado a arrojar la toalla, y el consumo está colapsando en respuesta a las secuelas de la explosión de precios. La economía se está deslizando casi sin control hacia una crisis que podría debilitar permanentemente al país». Es superfluo añadir que Mallorca funciona como un vulgar apéndice del coloso centroeuropeo.

Por si no ha quedado claro, Sebastian Dullien ahonda en el particular como director del Instituto de Política Macroeconómica (IMK) vinculado a los sindicatos, al detallar que «cenar en un restaurante, cambiar de muebles y las vacaciones son los gastos que millones de personas en Alemania postpondrán ahora» . Sí, ya sabemos que nos salvarán los turistas norteamericanos, como antes fueron los chinos, los rusos y los japoneses de quienes nunca más se supo.

Los síntomas indirectos poseen mayor impacto. Verbigracia, el sospechoso combustible pellet ha doblado el precio, de 4,5 a nueve euros el saco de quince kilos. Vuelta a la leña, sin duda la solución al cambio climático. Dado que todos queremos averiguar si ya somos pobres, adjuntamos una tabla al respecto:

Pobreza energética. Gastar más de un diez por ciento de los ingresos en energía.

Pobreza habitacional. Gastar más del treinta por ciento del presupuesto en vivienda.

Según John Gray, a quien presupongo que conocen de sobras, en otro de nuestros mercados con el nombre de Reino Unido «existe una posibilidad real de desobediencia civil» por los precios de la energía. Para evitar la revuelta popular, en Mallorca pagamos millones a trabajadores del fútbol con Porsches y Ferraris. A propósito, recuerde dónde leyó antes que el informe sobre el bullying o matonismo de Marratxí sería tan exculpatorio como en los trece muertos de Sant Llorenç, gracias sean dadas a la política de contratación del Govern. El mensaje político es diáfano: «Si te acosan en el aula, cambia de colegio, blandengue».

Nos va mejor en los combates lejanos. En la imagen que hoy nos ilustra, gestos como el apoyo a Ucrania recogido en una pantalla en la iglesia de Lloret han sido decisivos para invertir el rumbo de la agresión de Putin. Por cierto, cuidado con la cabeza del director general de RTVE, amenazada desde Nueva York.

Reflexión dominical cobista: «Descubrir a estas alturas el machismo de Picasso no denota sensibilidad sino incultura».

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