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OPINIón

Antes de entrar, dejen salir

Un turismo estadounidense a siete horas de distancia no puede sustituir a un turismo europeo a dos horas de distancia. Y el lenguaje que solo atiende a la duración del vuelo olvida que la crisis energética o la climática obligarán a limitar radicalmente los trayectos transoceánicos.

En la actualidad, solo uno de cada cien turistas que llegan a Mallorca procede de Estados Unidos. De multiplicarse esa cifra por diez, lo cual es descabellado desde el mismo planteamiento, no se cubriría ni por asomo el vacío creado por una crisis económica devoradora entre alemanes y británicos. Pueden consultar a quienes prometieron el mismo ElDorado con rusos o chinos, que nunca se materializaron.

El éxito de público y precio de los tres vuelos actuales a Nueva York, que no es en propiedad Estados Unidos, incita a aumentar las frecuencias y las rutas. Sin embargo, el problema de Mallorca no es la conexión, sino la sobreexplotación. Los empresarios han impuesto una ganadería intensiva que se mide en millones, no en miles. La saturación no es de visitantes, sino de camas.

Las instituciones no pretenden sustituir con visitantes de calidad el turismo basura que son incapaces de contener. Al contrario, se trata de asestar por la espalda un golpe que alcance en invierno las cifras de visitantes insostenibles en verano, una estación donde las temperaturas dejarán a la isla desierta salvo para masoquistas. Según es tradición, los nativos no juegan papel alguno en la determinación de los flujos. A lo sumo, pueden estamparse una camiseta con el eslogan de «antes de entrar, dejen salir».

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