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Cristina Simonet Hernández NEURÓLOGA

Cristina Simonet Hernández: «El taichí o el tango tienen propiedades que activan circuitos dañados por el párkinson»

«La incidencia de esta enfermedad crece de forma exponencial por encima de lo que se esperaría debido al envejecimiento de la población», explica la neuróloga ‘alaronera’

Cristina Simonet, en Ca sa Tieta de Alaró durante la entrevista. MANU MIELNIEZUK

Cristina Simonet Hernández (Alaró, 1987) se licenció en medicina en la Universitat Autònoma de Barcelona. Eligió el Hospital General de Segovia, con frecuentes incursiones en hospitales madrileños, para su residencia en la especialidad de neurología. También se formó en el Hospital Clínic de la ciudad condal durante dos años para ampliar sus conocimientos sobre la enfermedad de Parkinson y colaboró con la fundación del actor Michael J. Fox, dedicada al estudio de esta patología degenerativa.

La etapa de subespecialización en trastornos del movimiento la llevó hasta la universidad Queen Mary de Londres, donde conoció al doctor Alastair Noyce, director de su tesis doctoral, que leerá en septiembre. La revista JAMA Neurology ha publicado un artículo del que es autora principal sobre algunos síntomas que permiten prever con hasta diez años de antelación que algunas personas desarrollarán el párkinson.

El artículo es una parte de su tesis doctoral, ¿cuáles son los indicadores precoces y cómo han desarrollado la investigación?

Tomamos los registros de los historiales clínicos registrados de forma electrónica de la zona este de Londres. Estudiamos con años de antelación los de un millón de personas sin párkinson y 1.000 que habían desarrollado la enfermedad. Analizamos qué patologías previas eran más frecuentes en los pacientes que enfermaron en comparación con el de las personas que no la sufrieron.

Y los síntomas previos detectados se relacionan con la epilepsia y pérdida de audición…

Estudiamos otros síntomas relacionados con la enfermedad de párkinson que ya se conocían como temblor, alteración del equilibrio, estreñimiento, depresión… lo que nos sorprendió fue detectar una mayor prevalencia de epilepsia y pérdida de audición en personas que en un futuro desarrollarían párkinson en comparación con el grupo de personas sin la enfermedad. La epilepsia debe tomarse con cautela porque, al no estar registrada la medicación, no pudimos descartar que los síntomas del párkinson se debieran a un efecto secundario de fármacos antiepilépticos. Por lo que respecta a la pérdida de audición, hay estudios que sugieren que podría ser un síntoma precoz de deterioro cognitivo. La población del este de Londres es una sociedad empobrecida con una alta prevalencia de patologías como diabetes o problemas cardiovasculares que podría favorecer el desarrollo de demencia, lo que a su vez podría explicar una mayor prevalencia de pérdida de audición en esta población. En ambos casos es necesario profundizar para llegar a conclusiones definitivas.

De forma más general, ¿de qué trata su tesis?

Sabemos que el párkinson se diagnostica en base a síntomas motores: rigidez, temblor y lentitud de movimiento. Si una persona presenta al menos dos de estos síntomas, se puede detectar. La idea es conocer cuáles son los síntomas motores tempranos con el objetivo de conseguir un diagnóstico precoz. Por ejemplo, se sabe que la escritura puede variar mucho antes del diagnóstico. También puede haber una falta de expresión en la cara, lo que muchos familiares describen como «tener cara de póker». Puede que al caminar solo bracee una de las extremidades. Son cambios muy sutiles, que los pacientes no comunican, pero si nosotros los conocemos tenemos muchas evidencias de un posible inicio de la enfermedad… De hecho, se han estudiado imágenes de hace años de personajes públicos que han sufrido párkinson. En el caso de un futbolista inglés llamado Ray Kennedy, uno de los mentores de mi tesis, el profesor Andrew Lees, observó que en vídeos de cuando aún jugaba, doce años antes del diagnóstico, ya se veía como no braceaba o arrastraba más un pie. Mi tesis estudia todas estas sutilezas antes de que se acentúen con el fin de conseguir un diagnóstico temprano.

Sufrimos enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson porque cada vez somos más viejos. ¿Podemos tomar precauciones para evitarlas?

Desafortunadamente todavía no está en nuestras manos evitar ambas patologías. Lo que sabemos es que la incidencia del párkinson crece de forma exponencial por encima de lo que se esperaría debido al envejecimiento de la población. Existe una «cuota extra» cuyas causas desconocemos. Antes que prevenir la enfermedad, debemos ser capaces de diagnosticarla de forma precoz, si lo logramos, existen prometedores fármacos que pueden actuar como retardantes. Lo que sucede es que todos los ensayos clínicos se han hecho con enfermos ya diagnosticados. Se sabe que una vez desarrollada, más de la mitad de las neuronas han muerto, por lo que en el momento del diagnóstico es demasiado tarde para que un fármaco sea efectivo. El reto es diagnosticarla en fase muy inicial para actuar a tiempo.

¿Cómo se detecta la muerte de tantas neuronas?

Se han hecho estudios de anatomía patológica, pero también se ha establecido correlación con los niveles cerebrales de dopamina mediante estudios de neuroimagen funcional.

Se conocen 160.000 casos en España, siete millones en el mundo, y crecen por encima del envejecimiento de la población. ¿Influyen la etnia o el estatus social en el desarrollo de la enfermedad?

Los estudios efectuados hasta ahora se centraban en gente blanca y de un cierto nivel social. El nuestro se ha desplegado en un ámbito de mucha variedad étnica y bajo estatus social y no encontramos diferencias por lo que respecta al desarrollo del párkinson. En cambio, en estudios sobre la demencia se ha visto que el factor social sí podría influir.

¿En la demencia influyen los niveles de formación y estudio?

Sí. Un factor educativo y también se ha visto que pueden intervenir las patologías vasculares, como hipertensión o diabetes.

El párkinson se asocia con el temblor como síntoma más visible, ¿qué otras consecuencias tiene?

Afecta a varios órganos. Además de al movimiento, también a la memoria, al tracto digestivo, al olfato, a nuestros patrones de sueño… el espectro es muy amplio. Algunos de estos síntomas también atañen a la población en general. Mi tesis está centrada en estudiar cuáles son los síntomas precoces que afectan al aparato motor.

Si se detecta a tiempo, ¿se puede evitar que el párkinson se desarrolle?

Primero debemos conocer los factores de riesgo. De entrada, el problema es que no existe un test diagnóstico. Un infarto o el cáncer cuentan con una prueba diagnóstica de alta fiabilidad. Con el párkinson se basa en el ojo clínico del médico que está sujeto a un margen de error. Ofrecer un diagnóstico precoz a una persona sin tener la certeza de que la desarrollará es difícil, por eso nuestra investigación está dedicada a desarrollar algoritmos de predicción basados en factores de riesgo y síntomas precoces.

¿Se puede retrasar con un estilo de vida determinado?

Algunos estudios así lo sugieren. Por ejemplo, con el ejercicio y la dieta mediterránea. Existen investigaciones que demuestran que el ejercicio, además de ser protector cardiovascular, beneficia a la salud cerebral. La diabetes, comer grasas saturadas, azúcar… son factores de riesgo. A la vez, la hipertensión puede causar enfermedades neurodegenerativas.

Un antiguo alto cargo político en la sanidad y médico afirma que antes se curaban enfermedades y que ahora solo se palian para alargar la vida.

Efectivamente. Una vez que tienes el diagnóstico en la consulta, empiezas el tratamiento sintomático y después recomendamos un estilo de vida saludable basado en dieta mediterránea y ejercicio aeróbico. El taichí o el tango se ha visto que podrían mejorar el pronóstico al potenciar los circuitos de coordinación afectados en el párkinson.

¿Hacia dónde se encamina la investigación?

Vamos a un diagnóstico precoz. Los enfermos que tienen síntomas muy iniciales son la población ideal para efectuar ensayos clínicos con fármacos que aún no están en el mercado, pero están a la espera de probarlos para demostrar que frenan la enfermedad. Este es el futuro.

He leído otro estudio suyo en el que alerta sobre una reacción de hipersexualidad.

Fue un caso que tuvimos en el Hospital de Segovia. Se trataba de un paciente con párkinson que al poco tiempo de empezar un tratamiento con Rasagilina desarrolló hipersexualidad que desapareció poco después de suspender el fármaco. Los trastornos de control de impulsos, como la hipersexualidad y ludopatía, se conocen como efecto secundario de fármacos que damos para tratar la enfermedad y que alteran los circuitos de recompensa dirigidos por la dopamina.

¿Investigar en España es casi imposible?

Sí. Es muy triste. Estuve dos años haciendo investigación en el Hospital Clínic de Barcelona y mi sueldo era el de técnico de laboratorio. Tenía que hacer guardias de medicina general en urgencias para mejorar los ingresos. La calidad de investigación es muy buena en España, pero no hay recursos.

¿Por qué optó por la neurología?

A mi abuelo le diagnosticaron un meningioma cerebral cuando yo estudiaba medicina. Pude seguir de cerca su proceso neurológico, me afectó y despertó mi interés por esta especialidad. Por otra parte, creo que la mente y el cerebro son un enigma.

¿Qué es lo más sorprendente del cerebro?

Diría que su capacidad de adaptación. Por ejemplo, si se padece un ictus, al cabo de unos años se pueden reaprender funciones perdidas gracias a la creación de nuevas conexiones.

Ya se trabaja con células madre en la recuperación de tejidos afectados, por ejemplo, por un infarto. ¿También se trabaja en este campo con el cerebro?

Se han hecho varios estudios de implantación de células madre pluripotenciales en la parte afectada del cerebro de los enfermos de párkinson. Se pretendía que fueran capaces de crear dopamina y con ello frenar el proceso de la enfermedad. Los resultados son esperanzadores, pero todavía queda camino por recorrer.

Párkinson, alzhéimer, ictus, demencia… ¿se esperan nuevas enfermedades relacionadas con el cerebro?

El campo de la neurología está creciendo de forma exponencial. Al conocer más es esperable que se descubran nuevas patologías y que cambiemos el nombre a enfermedades que ya conocemos. Por ejemplo, la epilepsia se creía que era una forma de histeria, que se trataba de una patología psiquiátrica, hasta que llegó el electroencefalograma y vimos que estábamos equivocados y que era debida a un trastorno neurológico. Ahora, existen trastornos funcionales en los que la gente somatiza, por ejemplo, una parálisis, y no han sufrido un ictus, pero están convencidas de que padecen este problema. Hoy se considera una patología funcional, no orgánica, pero quizás en el futuro, con nuevas tecnologías, se descubra que el sustrato es otro.

La poesía ha situado las emociones en el corazón. Supongo que un neurólogo las traslada al cerebro.

O que corazón y cerebro están conectados.

¿Volver entra en sus planes?

Me gustaría. Hemos estudiado en la educación pública y queda una deuda con el país en el que te has formado. En Inglaterra, estudiar una carrera cuesta diez veces más.

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