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La vulnerabilidad de las migrantes durante la pandemia se vuelve estructural

Los investigadores temen que la desigualdad en la que se han visto sumidas sea irreversible

Varias vecinas de Son Gotleu caminan por la calle Indalecio Prieto en una imagen tomada en plena pandemia, durante el confinamiento. | MANU MIELNIEZUK

La pandemia afecta a toda la población global indiscriminadamente. Sin embargo, mientras la mayoría de los grupos sociales se han recuperado, algunos permanecen en un estado de completa vulnerablidad.

Es lo que demuestran dos estudios de la UIB, que constatan que las mujeres en situación de migración muestran una vulnerabilidad permanente tras dos años de pandemia.

Estas investigaciones, presentadas ayer en rueda de prensa, forman parte de un total de nueve proyectos realizados a lo largo de los últimos años, centrados en el análisis de los impactos sociales que provocó la covid.

El primero de ellos, realizado por la Facultad de Enfermería y Fisioterapia de la UIB, centró su análisis en las mujeres migrantes latinoamerianas residentes en Mallorca.

La investigación, coordinada por la doctora Margalida Miró Bonet y la investigadora Alejandra González Valencia, evidencia que durante la pandemia las migrantes perdieron sus derechos laborales. De hecho, muchas de las que trabajaban como internas “ni siquiera disfrutaron de su derecho al descanso”. Además, según cita la investigación, algunas tampoco pudieron acceder a los recursos de protección social por estar trabajando desde antes de la crisis sanitaria.

Con todo, fueron estas mujeres quienes presentaron una “mayor probabilidad de acabar en trabajos precarios, cobrar sueldos bajos, vivir en la pobreza y tener menor cantidad de ahorros”. Además de empeorar su salud física y mental, la situación llegó a provocar que algunas mujeres acabaran recurriendo a la prostitución, explicaron ayer. La doctora Margalida Miró habla incluso de una «feminización de la migración y supervivencia».

El estudio también constata que las afectadas desconocían la mayoría de recursos que ofrecían las instituciones, puesto que gran parte de ellas han perdido la confianza en la Administración.

La situación se ha convertido en estructural, pero hay maneras de mejorar. Las investigadoras proponen una mayor visibilización del colectivo afectado, más posibilidades de acceso a los recursos de protección social y más difusión de la oferta de servicios sociales a través de las oficinas de atención ciudadana, entre otros.

Bajo el nombre ‘Veus de dones: projecte participatiu amb perspectiva de gènere per a l’anàlisi i prioritazió d’impactes generats per la crisi de la Covid-19’, el estudio se realizó en colaboración con la Universidad de Antioquia (Colombia) y la Universidad de Toronto (Canadá) y se entrevistó a más de 20 ciudadanas migrantes.

Mujeres de Son Gotleu

El segundo estudio, ‘Investigació sobre els efectes sociosanitaris de la Covid-19 entre la població migrant: l’exemple de Son Gotleu’, centró su análisis en las mujeres migrantes sudamericanas, africanas y marroquís que viven en la barriada de Son Gotleu.

Esta investigación, realizada por las doctoras Maria de Lluc Bauzà Amengual, Mireia Guillén-Solà y Patricia García Pazo, muestra el desconocimiento que estas mujeres presentaban ante la pandemia y la covid.

Por ejemplo, algunas de ellas mostraban «dificultad a la hora de diferenciar una PCR y una prueba de anticuerpos», explicó la doctora Maria de Lluc Bauzà. La muestra de esta segunda investigación incluye mujeres con distintos niveles educativos, desde universitarias hasta personas no alfabetizadas.

Una de las conclusiones es que gran parte de la información que obtenían las migrantes de Son Gotleu sobre el virus procedía de las redes sociales, de medios de comunicación de sus países y de las escuelas a las que acuden sus hijos. Algunas incluso utilizaban remedios caseros típicos de su cultura para combatir la pandemia.

Otro problema que detectó el estudio es la alta media de personas que convivían en un mismo hogar. En una vivienda de dos habitaciones podía llegar a haber cinco personas, lo que dificultaba mucho el aislamiento, indican las doctoras. Asimismo, hábitos higiénicos tan comunes como cambiar la mascarilla con frecuencia suponían más dificultad en este grupo social por sus bajos recursos económicos.

Al igual que en el primer estudio, esta segunda investigación también habla de dificultades laborales. En concreto, explica que muchas mujeres no tenían empleo y otras trabajaban sin contrato, lo que provocó que no pudieran acceder a las prestaciones de los ERTE o a las ayudas económicas.

En misma esta investigación, en la que participó un equipo formado por profesores de la UIB y profesionales del Centro de Salud de Son Gotleu, también se detectó un sobrecarga del trabajo en el ambiente doméstico y laboral, además de unas barreras lingüísticas y desigualdad de género entre las personas que participaron.

Finalmente, las académicas han creado una guía para mejorar la comunicación entre los profesionales sanitarios y los pacientes migrantes, y se la han presentado al IB-Salut para tratar de luchar contra la desigualdad que sufre uno de los colectivos más vulnerables.

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