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OPINIÓN

José María Rodríguez condena a todo el PP

José María Rodríguez, en la Audiencia de Palma Guillem Bosch

Domingo 25 de mayo de 2003. El PP obtiene para Matas la mayoría absoluta al Consolat frente al primer Pacto de Progreso, en un resultado de las elecciones sorprendente, y que ahora además se sabe fraudulento. La fiesta de celebración tiene lugar en el entonces hotel Palas Atenea, en pleno Paseo Marítimo. En medio de la euforia desbordada, José María Rodríguez lanza el grito definitivo:

-Y ahora, a los autocares hacia Diario de Mallorca.

El PP balear ha tenido presidentes, ministros o alcaldes de Palma, pero solo un dueño verdadero. Rodríguez es el Partido Popular, y puede afirmarse en presente porque sus cachorros del estilo de Sandra Fernández ocupan la secretaría general que desempeñó. Otro conseller de Matas a la cárcel, pese a que en pleno fragor del caso Andratx se paseaba por el Parlament con un CD que sacaba del bolsillo de la americana. Eran las grabaciones del escándalo y presumía de que estaba inmunizado por no aparecer en ellas, a diferencia de los mandatarios de su partido.

El desmedrado PP actual no tiene nada que ver con el portaviones que comandaba Rodríguez. Gracias al publicitario de Over Marketing que acababa llorando sus declaraciones ante José Castro, ahora sabemos que el partido esencial de Balears acudió dopado a las elecciones de 2003 y 2007. La victoria en el primer ejercicio queda desacreditada por la vía penal, la derrota con fondos públicos cuatro años después se convierte en un fracaso descacharrante. Trucar las urnas y perder, se diluía la magia del todopoderoso.

Rodríguez había inyectado tanto PP en Mallorca, que la isla necesita a cinco magistrados del Supremo para convencerse de que los populares defraudaron, malversaron y prevaricaron para ganar las elecciones. Entre los jueces de Madrid figuran dos firmantes de la sentencia del procés y Carmen Lamela, la derecha no podrá lamentar una parcialidad progresista.

Rodríguez se lleva la condena porque Matas tuvo la astucia de confesarse malversador, prevaricador y defraudador. El president de Balears pero no de Rodríguez se escudó en una «deuda moral» con el publicista. El único lugar del mundo donde la corrupción supone un compromiso con la moralidad.

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