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OPINIÓN

Los acusados se abrazan a la fiscalía

Los fiscales Tomás Herranz y Juan Carrau, ayer. B. Ramon

El macrojuicio de Palma ha coincidido con el treinta aniversario del asesinato a manos de la Mafia de Giovanni Falcone, que investigó a la piovra con valentía y con desprecio de la propia vida, léase el monumental Solo è il coraggio de Roberto Saviano.

En Mallorca, las defensas del caso Cursach se abrazan a los fiscales en el mayor proceso de corrupción de la historia de la isla. Lógicamente, los abogados actúan en nombre de sus acusados, por lo que el compadreo excede la cortesía para generar un cierto desasosiego en el espectador. La prevención de la abogada Teresa Bueyes sobre el repentino cambio de opinión de la fiscalía en vísperas de dar comienzo el juicio, quedará registrada para la historia aunque se formulara como una negativa a sospechar. No quiero ni imaginar. Para el espectador profano, la escenografía dramática que define a cualquier proceso queda reducida tras los abrazos al género desenfadado de la comedia.

Sorprende la voz temblorosa del fiscal, que contrasta con su urgente firmeza al tachar literalmente la mitad de su acusación. Cuesta entender que Juan Carrau, o «Don Juan» como le llaman las defensas con el título honorífico más simbólico de la Mallorca tradicional, haya desobedecido la máxima que predica a sus alumnos de la fiscalía, «hay que dejar a los jueces su cuota de absoluciones». Siendo así, por qué tanta prisa en liberar al tribunal de la prerrogativa de liberar de los cargos, con la particularidad tan simbólica de dejar al acusado con la petición de condena que ya ha cumplido en prisión preventiva.

Aunque el fiscal no ha sabido ni tachar correctamente su ahora «inverosímil» escrito inicial, atribuyendo a Cursach delitos a los que no asigna pena, su valoración corregida de la figura del magnate obliga a aceptar dos cláusulas de aúpa:

1. Bartolomé Cursach es un santo varón.

2. Bartolomé Cursach es una pieza secundaria y casi decorativa de su «grupo criminal».

La bondad de un ser humano corresponde a una apreciación subjetiva, pero imaginar que Cursach es un subordinado en una trama de cualquier orden que ademas actúa en su nombre con o sin tachaduras, es un insulto inesperado al multimillonario. Y sobre todo, demuestra una ignorancia flagrante sobre el funcionamiento de la Mallorca reciente. El magnate puede ser inocente de todos los crímenes imaginables, pero nunca un actor secundario. Lo demostró ampliamente en la sesión inicial, sentado cómodamente y con las piernas estiradas más allá de su asiento. No es casual que ocupara la posición exacta que corresponde al director de escena en una representación teatral, junto al escenario y con el mismo porte de manejar los hilos del tinglado. Todo gira alrededor de él, ríase de quienes defienden el punto (2).

La atribución de un papel superficial a Cursach demuestra que la fiscalía Anticorrupción es idónea para perseguir la inmensa mayoría de los delitos salvo la corrupción, que exige una desconfianza innata en el ser humano. Por algo el organismo citado ya fue desmantelado en Mallorca, y pronto correrá la misma suerte a escala estatal. Solo cabría suplicar que fuera acompañado en su disolución por la Oficina Antifraude del Govern. Es impropio redoblar esfuerzos para demostrar que Mallorca está incorrupta como una patena.

Hablando del Govern, que representa a los ciudadanos con mayor intensidad si cabe que la fiscalía, el Pacto de Progreso se habrá comportado en este caso como un ministerio impúdico. No se recuerda una sola declaración de un político de PSOE, Més y Podemos sobre Cursach, y pueden estar seguros de que no la habrá. La Abogacía de la Comunidad, una institución clave para facilitar la inminente llegada de Vox, salió huyendo de la Audiencia Provincial. Tras retirar su acusación, el Govern debe iniciar los trámites para conceder la medalla de la Comunidad a Cursach. Y no es broma.

En estas fechas no solo se cumplía el cuarenta aniversario del asesinato del honesto Falcone, sino también el inicio del injustificable procesamiento en la misma Audiencia a doce jóvenes, por arrojar confeti y desplegar una pancarta. Se les piden hasta treinta años de cárcel, veinte veces más que a Cursach.

El único error de los díscolos es titular su pancarta «El turismo mata a Mallorca», cuando está demostrado que «El turismo ha matado a Mallorca», una evidencia geográfica digan lo que digan fiscales y jueces. Este abuso ha escandalizado incluso a la sumisa sociedad mallorquina, tiene doble mérito que Neus Truyol acompañara a las víctimas pese a su imputación. En fin, un día más en la Sicilia sin muertos. De momento.

¿Quién es quién en el Caso Cursach?

¿Quién es quién en el Caso Cursach? B. Arzayus

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