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Crónica

El gran defensor de los intereses de Baleares se llama Ximo Puig

El presidente valenciano reivindica en Madrid las demandas de su homóloga socialista Francina Armengol y avisa a Pedro Sánchez de que no cuida a los territorios de su mismo color político

El ministro de Agricultura, el presidente de la Comunidad Valenciana y la ministra de Ciencia, este lunes en Madrid. Marta Fernández Jara

El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, se ha convertido en los últimos tiempos en el gran e inesperado defensor de los intereses de Balears, que no distan mucho de los que tiene su comunidad, y ejerce de abogado pluriempleado, pese a que la mayoría de las veces sus reclamaciones acaban en un cajón. La presidenta del Govern, Francina Armengol, toma apuntes desde el Consolat.

El socialista pronunció esta semana en el foro Nueva Economía Fórum en Madrid una conferencia titulada La España sin ruido. Un hecho que adquiere especial relevancia si se tiene en cuenta que Puig ha repetido hasta la saciedad que la capital es una «aspiradora de talento y recursos». Bravura en territorio comanche. Al acto acudieron además la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, y el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas. Ningún prohombre del Ejecutivo pudo, por tanto, escuchar sus reclamaciones, que son las de todas las regiones periféricas.

Insiste en que, si se quiere lograr una verdadera unión en España, todo pasa por la organización federal, «una segunda generación de pactos autonómicos para cohesionar más el país, para dar a todos los territorios las oportunidades que merecen». En román paladino: eliminación del dumping fiscal en autonomías como Madrid, descentralización de servicios e instituciones, financiación justa y armonización fiscal, entre otras.

Puig hizo un guiño explícito al expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, presente en el acto, quien planteó durante su mandato la necesidad de una «segunda transición», una idea que recogió el dirigente valenciano al hablar de que, cuarenta años después, España necesita «un nuevo reequilibrio territorial».

Para él, la estrategia política de las derechas -«se centran en hacer ruido»- está provocando que exista una dificultad real de alcanzar acuerdos fundamentales para España: «Cuando no están en el Gobierno, las derechas están muy excitadas y eso deteriora la salud de la democracia».

Por ello, reivindicó la «vía valenciana», basada en la «estabilidad, el diálogo y la moderación», atributos que lleva repitiendo Armengol desde que se inició el Pacto. El ejemplo valenciano es el ejemplo balear.

No se olvidó de uno de los grandes temas: el sistema de financiación autonómica. La relevancia de esta reforma «urgente e inaplazable» le llevó a pedir, con un pesimismo claro, el apoyo del PP, pieza clave en la negociación. En esta misma línea, solicitó que se condone la deuda de las comunidades que tienen régimen común porque se trata de una consecuencia generada por la infrafinanciación -Balears hubiera intervenido para añadir el adjetivo «histórica»-, que provoca un obstáculo para el estado de bienestar.

Al jugar fuera de casa, las preguntas eran previsibles. Interpelado acerca de su «animadversión con Madrid», el socialista fue claro: «Quiero la igualdad y que no haya dumping fiscal que provoque la deslocalización de empresas. No somos un gobierno pancatalanista y no tenemos ningún complejo respecto a Cataluña, porque la vía del diálogo siempre estará abierta a la colaboración con ellos».

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