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BOULEVARD

Boulevard | Un buen cocinero debe cobrar más que un buen hotelero

En vísperas de otra recomposición del Gobierno, y en la seguridad de que ningún mallorquín se verá agraciado, Balears sigue a la cola con cuatro de los 220 ministros de la democracia

La firma escocesa Great Scot ha lanzado con éxito un tartán con los colores ucranianos. Urge una ‘roba de llengües’ con la misma coloración.

El pasado fin de semana, dos extranjeros recién bajados del crucero orinan acompasados en la puerta de una vivienda del barrio señorial de Palma, como si fuera Magaluf. Al llamarles la atención, los turistas orinadores de lujo replican que no hay urinarios públicos y que en los bares les exigen una consumición. Es decir, el turismo creador de riqueza se compone de visitantes que no tienen otra intención que orinarse en la ciudad gratis total, y que ni siquiera pueden permitirse un café para financiar su aportación líquida al bienestar de Mallorca.

De paso, los responsables de esta riqueza se quejan de tener que pagar un sueldo a sus empleados que les permita vivir en Mallorca. Con la isla repleta del turismo basura antes descrito, el lloro de temporada de los empresarios turísticos consiste en que no encuentran trabajadores a su altura, dispuestos a percibir salarios de miseria por el placer de contribuir a una geografía extranjera como camareros, pinches o recepcionistas.

Excepcionalmente, no podemos compartir el razonamiento de los industriales, hasta los esclavos de Dubai se han levantado contra su explotación. Nuestro diagnóstico aporta la solución: Un buen cocinero debe cobrar más que un buen hotelero. De hecho, ya ocurre en el mundo civilizado. Adjuntamos una relación de magos de los fogones junto a sus ingresos del año pasado: Jamie Oliver (350 millones de euros), Nobu Matsuhisa (170 millones), Gordon Ramsay (160), Wolfgang Puck (70). Tesis probada.

Ningún ejecutivo de Roland Garros gana más que los tenistas del torneo parisino, los directivos del Real Mallorca cobran menos que las figuras del equipo, y lo contrario sería un escándalo. Por tanto, es de estricta justicia que un buen cocinero cobre más por su performance que el propietario de su establecimiento, y ya era hora de que se alcanzara esta evidencia turística. Dicho queda por el nieto del chef andritxol a quien Mestre Tomeu Esteva definió por escrito como su dios.

El orden de importancia es muy fácil de demostrar. El miércoles a mediodía voy a comer a La Vasca sin reserva, y me vuelvo con el rabo entre las piernas como un montón de personas. El local está a tope y, ya me perdonarán, pero el mérito corresponde a la cocina. De nada.

Vuelve a hablarse de una crisis ministerial si el PSOE se estrella en Andalucía, una premisa avalada por los sondeos. Los mallorquines tenemos garantizada la ausencia del gabinete, al pertenecer a una autonomía que solo ha aportado cuatro de los 220 ministros habidos hasta la fecha en democracia, a la cola del Estado también en esta clasificación, por detrás de La Rioja, Extremadura o Cantabria.

Por orden de aparición, los ministros desde Franco han sido Santiago Rodríguez Miranda, Félix Pons, Abel Matutes y Jaume Matas, nombrado hace 22 años aunque es probable que Aznar rectificara la designación de tener una segunda oportunidad. Desde entonces, el vacío, la mejor medida de la talla de los políticos locales de las diversas ideologías. Hablando del gremio pandémico, ¿ha escuchado estos años una sola declaración de un dirigente de PSOE o de Podemos sobre Cursach, el oscuro magnate de la noche? Tutti fratelli. A menudo me pregunto si, cuando llegue Vox, lo notaremos.

Medvedev no es bien recibido en Wimbledon y tampoco debería serlo en Mallorca, porque no hay ninguna diferencia entre un oligarca ruso y un tenista de veinte millones de euros. Es un contrasentido que súbditos de Putin que ni siquiera se han opuesto a su gobierno sigan enriqueciéndose, en la mismo Europa que su jefe desea bombardear con armamento nuclear. Seguro que no asomará por la isla cuando nos lluevan sus misiles.

A propósito y en la imagen que hoy nos ilustra, la firma Great Scot lleva vendidos diez kilómetros del tartán donde ha plasmado los colores azul, amarillo y blanco de la bandera ucraniana. Ya he forrado la bolsa de mi gaita con ese motivo patriótico, urge imitar la iniciativa escocesa y lanzar una roba de llengües con la misma coloración, aunque sea a riesgo de que los portavoces del Kremlin asocien también esta propuesta mallorquina con un «golpe de publicidad de los nacionalistas», como hicieron con Escocia.

Reflexión dominical reconfortante: «Cuando sales de tu zona de confort como ordenan los gurús, sueles invadir Ucrania».

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