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Baleares ha subido de seis diputados a los ocho de hoy a costade la España vacía

El Congreso y las leyes electorales autonómicas contemplan la evolución de la población

Perder diputados de una elección a otra es injusto, salvo cuando les ocurre a los demás en beneficio propio. Tal vez la única ventaja de la barbarie constructora desarrollada en Baleares consista en su peso creciente en el Congreso, pese a que la disciplina de voto anule este efecto. El archipiélago contaba al principio de la democracia con seis diputados en Madrid, que son ocho en la actualidad a cuenta de la despoblación de la España vacía.

Según diversos estudios, la pérdida de representación de las provincias del interior que beneficia a Baleares se contabiliza en más de veinte escaños. A diferencia del reparto fijado en el Parlament balear, con su quiniela paritaria 33-13-(12+1), las apuestas para el Congreso se concretan bajo un sofisticado mecanismo de adjudicación.

Cada provincia cuenta con dos escaños mínimos sobre los 350 del Congreso, más uno por Ceuta y Melilla. Quedan así 248 asientos a adjudicar, ya bajo parámetros demográficos. Dividiendo la población total española por los escaños todavía a repartir, se obtiene la denominada «cuota de reparto». Una vez establecida, cada provincia dispondrá de tantos diputados como números enteros se obtengan al dividir su población por ese cociente previo. Los sobrantes se adjudican según los decimales, de mayor a menor.

Este mecanismo aparatoso vuelve a confirmar el relativismo de «un hombre, un voto». En el caso de Baleares, el resultado de dividir sus 1.200.000 habitantes por la «cuota de reparto» se encuentra entre seis y siete. Por tanto se le adjudican ahora mismo media docena de escaños más los dos fijos. Estos ocho representantes vigentes ascenderán a nueve si no se detiene el boom.

La representación de los dos archipiélagos españoles goza de una excepcionalidad en el Senado. Mallorca (3), Ibiza (1) y Menorca (1) tienen una representación individualizada, sumando un total superior a las provincias peninsulares. Como de costumbre, Canarias también se beneficia de este reparto insularizado con mayor intensidad que Baleares, en la proporción de once a cinco. Cada millón de habitantes incrementa esta aportación con uno de los denominados senadores por designación autonómica.

En síntesis, Baleares cuenta con un Govern centralizado en Palma y que la tradición sostiene que nunca será presidido por un ibicenco o menorquín. A cambio, el Parlament también radicado en la capital goza de un peso que Menorca y las Pitiusas podrían inclinar a su favor si se votara geográficamente. No suele ser el caso.

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