Con los brazos abiertos ante la jueza y entre lágrimas, un amigo de Alpha Pam lanzó una pregunta al aire: «Solo quería una radiografía. ¿Qué más podía hacer?». La muerte del migrante senegalés sin papeles por una tuberculosis sin tratar en 2013 -cuando los recortes del PP habían cercenado el acceso a la sanidad de los extranjeros en situación irregular- llegó este miércoles a juicio. Nueve años después, se sientan en el banquillo una médica y un enfermero del hospital de Inca, acusados en solitario por la madre de Alpha Pam de un delito de homicidio por no haberle asistido debidamente. Se enfrentan a una petición de un año de cárcel y 150.000 euros de indemnización. «Alpha Pam recibió una atención adecuadísima», se defendieron.

Las restricciones para recibir atención médica que sufrían entonces los migrantes sobrevuelan el juicio. Pero el meollo es sí los dos procesados sabían e ignoraron que Alpha Pam tenía un volante emitido 36 días antes por una doctora del centro de salud de Can Picafort para que le hicieran una radiografía por una posible tuberculosis tras detectarse un brote en la localidad. Ambos lo niegan.

La médica de Urgencias que el 5 de abril de 2013 atendió al joven en Inca incidió en que ni le habló de la tuberculosis ni le presentó ninguna documentación. «Me dijo que tenía tos y fiebre desde hacía dos días. Su historia clínica estaba vacía y en la aplicación [informática] no aparecía ninguna indicación», afirmó. La mujer explicó además que los sistemas de atención primera y el hospital «no están conectados». «Si hubiera dicho que había tenido contacto con un enfermo de tuberculosis habríamos actuado de forma distina. Lo habríamos aislado», añadió. 

Una radiografía innecesaria

La doctora aseguró que exploró a Alpha Pam, vio que tenía la garganta irritada y le dijo que debía iniciar un tratamiento antibiótico. «No era necesario en ese momento una radiografía de tórax. Le preparé una bolsa completa de tratamiento con varios medicamentos y, delante de su amigo, le dije que era muy importante que en 48 horas fuera a su médico de cabecera para ver la evolución», contó. El problema, como indicó después en su declaración el amigo de Pam, es que no tenía médico de cabecera por estar en España de forma irregular.

A preguntas de los abogados defensores, la médica deslizó que el joven pecó de dejadez: «Alpha Pam sabía perfectamente que estaba bajo sospecha de tuberculosis. Sabía lo que pasaba. No es adecuado que tardara un mes y medio [en acudir al hospital de Inca]. No tiene sentido que esperara». «Nunca he puesto ningún impedimento para atender a un migrante en situación irregular», sentenció.

El otro acusado es un enfermero de triaje, el primero en atender a Alpha Pam cuando llegó al hospital. Su versión de lo ocurrido fue similar. «Solo me dijo que había tenido contacto con una persona tratada para tuberculosis, pero no me enseñó ningún volante. Tenía una temperatura de 37,7. El cuadro clínico no era grave», explicó. También este sanitario afirmó que el historial del paciente estaba vacío y que no podía acceder a la documentación de atención primaria. «Yo no puedo decidir que se haga una radiografía ni puedo diagnosticar ni descartar una tuberculosis», alegó el enfermero en su descargo. 

El amigo de Alpha Pam que aquel día lo acompañó al hospital de Inca contradijo las versiones de los procesados, desde el estado de salud del joven hasta la información que facilitó. «Fui a su casa y lo encontré en el sofá, pálido y temblando. Cuando fuimos al hospital enseñó el documento que tenía para que le hicieran una radiografía», explicó. Según su versión, al enfermero de triaje le contó su contacto con un enfermo de tuberculosis y le mostró el volante. «Tenía delante la hoja y le dijo que no había posibilidad de que tuviera tuberculosis, que era una persona sana y fuerte», afirmó. El testigo señaló que también enseñó a la doctora el volante para hacerle una radiografía. «Cuando salió llevaba una bolsa de medicamentos. Le dijeron que era bronquitis. Yo me quedé flipando. Lo derivaron a un médico de cabecera al que no tenía derecho por no tener papeles. Uno no va a lo que no tiene», sentenció. El testigo justificó la tardanza de Pam, con el que llegó a España en patera en 2006, en acudir al hospital -36 días- en que no tenía medios para desplazarse. «Lo único que quería era una radiografía. ¿Qué más podía hacer? Hemos venido a España a buscar una vida mejor. Por favor, que este caso no vuelva a pasar», reclamó.

La doctora de Can Picafort que el 28 de febrero de 2013 derivó al joven a Inca para hacerle una radiografía explicó que entonces su «estado general era bueno» y la prueba de tuberculosis había dado negativo. El juicio continuará el próximo viernes.