Faltar pudo al Sáhara España opulenta, mas a España el Sáhara faltar no pudo. ¿Qué has hecho, Pedro? ¿Cómo has cometido tan grande error? ¿Por qué te desmarcas de España? ¿Se te ocurre otro tema en el que los españoles se muestren tan unánimemente de acuerdo que no sea el apoyo al pueblo saharaui? ¿Acaso nosotros, el pueblo saharaui, nos parecemos más a Putin que al pueblo ucraniano?

Me llamo Nafi Brahim Salem y nací en los campamentos de refugiados saharauis. Tengo dos madres, tropecientos hermanos, pero una sola abuela, Fatma. Fatma nació en el Sáhara Occidental y me ha contado que allí incluso hay tierra verde, costa donde las olas y las dunas se invaden con el mismo equilibrio con que el sol y el mar lo hacen en la línea del horizonte día tras día. Pero yo no he visto nada de eso porque mi país sigue estando colonizado y mi pueblo sigue estando abandonado a su (mala) suerte en mitad de una tierra donde logran a penas vivir algunos animalillos.

El Sáhara Occidental es la última colonia africana aún pendiente de descolonización, cuya potencia administradora de iure (ante la ley) es España, aunque en lo práctico está controlado por el ejército y la policía marroquíes, que es lo mismo que decir waterboarding, asfixia, golpes, constante violencia sexual (sobre todo contra las mujeres saharauis). Es decir, toda clase de torturas. Esa es la solución «justa y duradera» que apoya el presidente Sánchez.

Los derechos humanos estuvieron de moda, pero por definición, toda moda pasa de moda. Es probable que Sánchez llevara en algún momento una camiseta contra la prisión de Guantánamo, que Marlaska redactara alguna resolución tan impecable como implacable exigiendo que se respetaran los derechos del pueblo saharaui y que el actual ministro de Exteriores se haya pronunciado a favor de los saharauis en alguna sobremesa de traje y corbata conscientemente borrada de los archivos de la memoria.

Pero ahora ya no se trata de explicar la violación del derecho internacional que ha llevado a cabo el presidente Sánchez, ni la violación de los Derechos Humanos en connivencia con la dictadura de Mohamed VI (por lo visto mucho más demócrata que Putin). Nosotros, el pueblo saharaui, llevamos más de cuarenta y cinco años tirados en medio de la nada. Con manifestaciones, con pancartas, con poemas, con cuentos, con resistencia pacífica, compartiendo el poco pan que tenemos con los pocos animalillos que logran resistir las ásperas condiciones de la Hamada… Más de cuarenta años hablando de nuestros derechos, enumerando resoluciones, recitando dictámenes de la Haya y declamando leyes internacionales que instan sin titubeos a que España cumpla con sus obligaciones y responsabilidades como potencia administradora de nuestra tierra…

Pero los saharauis ya no luchamos por el derecho a que no nos torturen, a que no nos violen, a que no nos escupan ni traicionen. Nuestra lucha ya no es cuestión de derechos, sino de pura existencia. O resistimos contra siroco y marea, o nos aniquilan. O nos condenan al genocidio o nos condenamos a ser libres, ese es el camino que me enseñó Fatma y que poco a poco empecé a comprender más tarde. Nuestra libertad ya no es —parafraseando a Campoamor— hacer lo que creemos o queremos, sino lo que debemos. Es por eso que desde hace más de un año que nos hemos visto obligados con resignación a volver a coger las armas que dejaron nuestros padres con sabiduría.

Ahora es el momento de la indignación de las bases del PSOE y de la indignación de la sociedad española. Los saharauis, Pedro, ni te pedimos armas, ni que nos mandes un tercio de la legión, ni siquiera que intentes demostrar que lo que se consigue con la guerra pudiera conseguirse sin ella; solo te pedimos, Pedro, que en el futuro no llores nuestra ruina ni nuestro estrago y, ya que ayudas a cavar nuestra tumba, llegado el momento de escribir nuestro epitafio, pon: «Aquí estuvo Pedro».