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Opinión

Si la ola no pasa, pasaremos de la ola

Javier Fernández

El pasaporte covid debuta en Balears el cuatro de diciembre, con una incidencia acumulada de cuatrocientos. Se retirará mañana precipitadamente, con una frecuencia de casos que multiplica por cuatro a la vigente en el momento de su implantación. Este abismo obliga a asombrarse de una medida que denota irresponsabilidad en su planteamiento inicial o temeridad en su urgente liquidación. Si la ola no pasa, pasaremos de la ola. Para los necesitados de consuelo, se trata de una tendencia mundial.

El Tribunal Superior apoyó una prórroga a largo plazo del pasaporte hasta el 28 de febrero, obedeciendo a su inclinación de pronunciarse contra la realidad, que pesa más incluso que la ley. Los doctos magistrados sostenían que la prolongación era más necesaria que la autorización inicial, por eso el Govern remachó que la fecha límite no se adelantaría ni un solo día.

Para los espectadores poco atentos, el portavoz Iago Negueruela anunciaba la semana pasada multas de 600 mil euros, a los establecimientos descuidados en la exigencia del pasaporte. Al día siguiente, se decreta el fin del Decreto que debía apurarse hasta las heces, amén de imponerse a sangre y fuego.

El sábado en que se celebrará la recuperación de las libertades estaba programada una de las manifestaciones antipasaporte, que empezaron concentrando a unos cientos de iluminados y hoy atraen a miles de mallorquines de voto desconocido. La coincidencia es sugerente, aunque no tan descacharrante como investir a restauradores y hoteleros de improvisados epidemiólogos, que se pronuncian sobre medidas que vulneran las libertades fundamentales en la gastronómica Mesa de Diálogo Social. Política de tertulianos.

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