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Baleares es la oveja negra de la vacunación

La comunidad no solo marcha colista en todo el Estado en primeras dosis, segundas dosis, dosis de refuerzo e inmunización infantil contra la covid, sino que además ralentiza el ritmo de inyecciones - El abismo en la vacunación de menores es de veinte puntos con la media, y de diez en el ‘booster’ a adultos

Una mujer recibe la vacuna contra el coronavirus en el polideportivo Germans Escalas. ISAAC BUJ / E.P.

Baleares se ha convertido en un caso perdido en el terreno de la vacunación contra la covid, es la oveja negra del Estado. La diferencia abismal en la más reciente inmunización infantil, con un 32,6 por ciento frente al 54 de la media española, no solo confirma las reticencias a someterse a la inyección. Sobre todo, acalla los piadosos argumentos de que los retrasos en otras categorías obedecían a una diferente pirámide de edad o a las inexactitudes del censo.

La comunidad desiste de vacunarse en las proporciones masivas habituales en España, y se aproxima a países europeos más escépticos con el proceso. Los más de 21 puntos porcentuales de diferencia en la inmunización artificial infantil remiten a una realidad diferente. Esta brecha viene refrendada en la tercera dosis, donde Baleares se coloca a diez puntos de la media estatal en los boosters concebidos para reforzar la inmunidad contra el coronavirus. En concreto, 33,9 frente a 43,6, siempre según los datos comparativos oficiales sistematizados por el Gobierno.

Los márgenes de deficiencia vacunal balear se estrechan lógicamente en las primeras y segundas dosis, debido a los elevados porcentajes alcanzados en todas las geografías. Sin embargo, se aproximan a ocho puntos de retroceso en la primera inyección, 78,6 frente a 86,2. La situación de desventaja se proyecta a la segunda, 74,8 frente a 80,8. No puede hablarse además de un comportamiento homogéneo de cariz irreversible. Regiones como Madrid o Canarias, que mantenían casi un empate con Baleares durante buena parte de 2021, se han disparado en los últimos tiempos hasta abrir un margen notable.

Pasaporte covid

La imposición del pasaporte covid, con la única utilidad definida de servir de acicate a los no vacunados, dista de haber supuesto un revulsivo. La inmunización artificial ha procedido en Baleares a un ritmo inferior a comunidades que no han recurrido a la coacción del certificado, según documentan los diferenciales vigentes.

Baleares tuvo un periodo de entusiasmo por la vacunación entre abril y agosto del año pasado. La curva que recoge la administración de dosis adquirió una silueta sigmoidea, con una súbita elevación que con la entrada del otoño regresó a la fase horizontal de meseta, que no se ha abandonado con la intensidad precisa para reducir la fractura existente con otras comunidades.

Además de los deprimentes datos previos, el ritmo de vacunación de adultos se ha ralentizado durante el primer mes del año. En los diez días transcurridos entre el 16 y el 26 de enero, la media de segundas dosis inyectadas a diario se redujo hasta 440. Colocando el horizonte en el cuatro de diciembre, fecha de la entrada en vigor del pasaporte covid, se trata del periodo de diez días con un balance más magro. En los otros segmentos de idéntica duración se administró una media casi constante de 600 vacunas diarias para completar el ciclo.

Según viene ocurriendo en Baleares desde el inicio del proceso, la parálisis en la administración de las segundas dosis se transmitió a quienes se acercaban por primera vez a los vacunódromos. De una media por encima de los mil casos diarios se descendió a solo 700 por jornada.

El número de vacunados ha aumentado lógicamente desde la implantación del pasaporte, en 27 mil personas en lo tocante a la segunda dosis que permite el acceso a la documentación del salvoconducto. Sin embargo, la subida insuficiente no solo ha mantenido al archipiélago a la cola del Estado, sino que deja a más de cien mil adultos sin vacunar o con la pauta incompleta, lo cual deja fuera a más de un veinte por ciento de la población total. Al ritmo actual se necesitarían más de ocho meses para culminar la utopía de la vacunación universal.

Frente a su comportamiento singularizado en cuanto a la participación escasa y declinante en la vacunación, Baleares comparte con el resto del Estado un desfase entre las personas que manifiestan abiertamente su hostilidad a vacunarse y las que se limitan a no cumplimentar el trámite. Hasta finales de enero, 26.000 residentes pronunciaron de modo explícito su «rechazo» a la inmunización artificial. El número de adultos que exhibe el comportamiento reticente multiplica por cuatro dicha cifra. A ellos deben unirse los padres que se niegan a la inyección de sus hijos de corta edad, y que suponen un contingente no solo mayoritario en términos absolutos sino inédito en el conjunto estatal.

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