Pocos días después de que el certificado covid se haya hecho obligatorio en los negocios de restauración y ocio, Son Espases se colapsó este martes por completo. Un aluvión de personas acudió al vestíbulo de la Unidad de Hospitalización para obtener el documento; un escenario que, a juzgar por la multitud que saturó las instalaciones, el hospital no había previsto.

Cientos personas, la mayoría de avanzada edad, permanecieron a la espera en una interminable cola que requería, por lo menos, unas dos horas de paciencia. El colapso duró casi todo el día, incluso aunque la conselleria de Salud aumentó los puntos de atención a media mañana.

Los que pidieron cita previa corrieron, prácticamente, la misma suerte; y permanecieron en una de las dos filas que salían del edificio y doblaban la esquina de la calle.

Gran parte de los afectados fueron personas mayores que no pudieron obtener el documento por internet por falta de accesibilidad o conocimientos. El resto, no habían conseguido sacárselo por problemas al registrar sus datos en la aplicación móvil.

Francisca Fiol llegó a Son Espases alrededor de las diez de la mañana. Ella tiene el pasaporte covid, pero su madre, que apenas maneja las nuevas tecnologías, prefiere tener el documento en papel. «He perdido toda la mañana aquí, y todavía me queda. Menos mal que mi madre ha podido sentarse, pero hay mucha gente mayor que ha venido sola y lleva horas esperando de pie», lamentó Fiol después de una hora y media de demora.

La afectada se refiere a personas como Sebastián Ferrer, de 84 años, que se trasladó solo al hospital para obtener el código QR de su esposa. Un día antes, trató de contactar con el IB-Salut para concertar una cita, pero le dijeron que ya no había horas disponibles.

El octogenario acudió entonces al hospital, y tras varias dificultades para encontrar el punto exacto en el que expiden el documento, se encontró con la inmensa fila. Al no tener acompañante, tuvo que esperar de pie, sin posibilidad de sentarse a descansar durante unos minutos para no perder su sitio. Dos horas y media después, consiguió el ansiado pasaporte de su mujer, al precio de flaquear sus fuerzas: «Estoy muy cansado. Y no solo de estar de pie, sino también de la tensión que he pasado por una tontería como esta», lamentó.

Mientras tanto, las administrativas que se encargaban de expedir el certificado trataban de agilizar el trabajo, aunque a duras penas conseguían aminorar la cantidad de gente que iba llegando. A media mañana, con el incremento de puntos de atención, había una persona ocupándose de los que tenían cita previa y otras cuatro para los usuarios sin hora.

«A mí me parece muy bien que exijan el pasaporte covid, pero deberían darnos facilidades», manifestó Antònia Vicens, de 70 años, al saber que había más puntos de atención para los que no habían solicitado cita: «Tendrían que despacharnos antes a los que teníamos hora. Yo he venido corriendo para llegar puntual, y aun así llevo aquí toda la mañana. ¿De verdad que esto no se podría hacer en los centros de salud?».