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O compartir piso o vivir con los padres: Los jóvenes baleares han de aportar el 111,2% de su sueldo para pagar un alquiler

En el año de la pandemia, el 17,6% de los jóvenes del archipiélago vivía independizado de sus familias. Las islas es la comunidad donde la vivienda resulta más inaccesible para la población joven

Jóvenes, en una manifiestación por una vivienda digna.

El último Anuari de la Joventut arroja datos alarmantes que dibujan un panorama muy complicado para los jóvenes de las islas. Balears fue la comunidad autónoma de España donde más descendió la tasa de emancipación juvenil en el año pandémico, lo que significa que es la comunidad donde cada vez es más costoso y complicado el acceso a la vivienda para los jóvenes y los que más han padecido las consecuencias de la pandemia. «Desde 2017, esa tasa ha ido descendiendo progresivamente», explican los responsables de esta publicación, que fue presentada ayer en el Parlament. «En 2010 estábamos muy por encima de la media estatal y ahora estamos muy cerca, lo que significa que en las islas fue donde más descendió la tasa de emancipación juvenil», explicó la consellera de Asuntos Sociales y Juventud Fina Santiago

En 2020, el 17,6% de los jóvenes del archipiélago vivía independizado de sus familias. «Es la segunda cifra más elevada del Estado», cuenta Belén Pascual, coordinadora del Anuari. Por delante está Cataluña. Una cifra, hay que recordar, que no es para celebrar pues cada vez está más cerca de la media estatal, cuando hace una década Balears despegaba y dejaba atrás el promedio español. Si se le da la vuelta al dato, puede afirmarse que el 82,4% de los jóvenes baleares menores de 30 años vive con sus padres

En el conjunto de jóvenes baleares emancipados (el 17% de toda la población entre 18 y 29 años), el 41,6% tienen estudios superiores (en España, los universitarios suponen tan solo el 28,4% del total de emancipados).

Para comprender mejor estos números de la emancipación, es importante cruzarlos con algunos datos de acceso a la vivienda. «Balears es una de las comunidades autónomas donde resulta más inaccesible para la población joven acceder a una casa», subraya Pascual. «El archipiélago es el lugar donde el coste para adquirir una vivienda para jóvenes de entre 16 y 34 años fue más elevado de toda España, y el segundo para alquilar después de Cataluña», refiere. «El pago de una casa en solitario para una persona joven se presenta como algo prácticamente imposible», explica. 

En el Anuari se recogen otros datos interesantes, como que los jóvenes baleares han de aportar el 111,2% de su salario para pagar una renta media de alquiler. «Es mucho, hay que tener en cuenta que el contexto en 2020 fue la de una bajada sustancial de los salarios», indica. Estas cifras obligan a compartir piso.

El año pasado aumentó de manera notable el número de personas jóvenes que consiguieron comprar una casa mediante un préstamo hipotecario: el 25% de todas las personas jóvenes emancipadas, es decir, una de cada cuatro (en 2019 supusieron el 16,4%). Un dato sorprendente pero que para Pascual tiene una clara explicación. «Un grupo de jóvenes aprovechó las ventajas hipotecarias que hubo en 2020 para dar el paso y comprar un piso gracias muchos de ellos al apoyo familiar o a algunos ahorros. Lo que se desprende de esta situación es una dualidad o una brecha entre una población joven cada vez más excluida del mercado de la vivienda y una minoría con un bienestar económico holgado muchas veces gracias a la familia», sostiene. 

Sobre el acceso a la vivienda, también se señaló que se han duplicado los jóvenes que se emancipan en viviendas cedidas por familiares. «A nivel estatal, se ha pasado del 7 al 14%». Probablemente en Balears la cifra sea aún mayor.

En el apartado de precariedad y pobreza, Balears sobresale del resto de comunidades autónomas en el tema del sobreendeudamiento, que afectó al 31,5% de hogares jóvenes que vivían de alquiler. A nivel nacional, la cifra es del 17. «En las islas, más del 40% de la renta disponible va directamente a pagar las mensualidades del alquiler», comenta. 

«Para los jóvenes, el trabajo ya no representa autonomía económica, lo que conduce finalmente a una precarización de la vida», explica Pascual. La consecuencia: «Tensiones a la hora de participar en espacios colectivos». 

«La temporalidad y la provisionalidad es lo que más marca tanto la formación como los empleos que van encadenando los jóvenes», señala la doctora de la UIB. «Esto provoca estados de estrés y bajas expectativas vitales, son factores que no te permiten pensar en un futuro estable», señala, «y te sitúa en una posición de vulnerabilidad».

La cuestión de la participación de los jóvenes en la vida pública es otro de los apartados de este extenso estudio. «Hay que impulsar la autonomía de la ciudadanía, y por supuesto de los jóvenes, para participar en la esfera pública. Eso pasa por dar protección y seguridad a las personas jóvenes», señala, «y también por garantizarles recursos». 

Los jóvenes que se beneficiaron de la Renda Social Garantida se multiplicó por cinco

Uno de los artículos del Anuari está centrado directamente en la pobreza juvenil. Uno de los datos aportados es el de beneficiarios de la Renda Social Garantida (RESOGA). «El número de personas de entre 18 y 29 años se multiplicó por cinco. El 83,10% era la primera vez que lo solicitaban», detalla Pascual. El perfil de los solicitantes fue: un 61,5% fueron mujeres y el 38%, hombres. El motivo: las mujeres están más marcadas por cargas familiares, la temporalidad en sus trabajos y tienen menor acceso al paro. Por otra parte, cabe destacar que el sueldo medio se redujo un 11,7% entre los jóvenes. 

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