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Expertos reclaman educación emocional en el aula para afrontar los estragos “bestiales” de la pandemia en los alumnos baleares

"Nuestros estudiantes gestionaron mejor el confinamiento gracias a este aprendizaje que han tenido en clase", sostiene Margalida Miralles, del instituto de Calvià, uno de los pioneros en Mallorca en esta materia

Alumnos trabajando en su aula.

 Educación emocional para hacer frente a los estragos “bestiales” de la pandemia en el alumnado balear. Es una de las conclusiones y recomendaciones que hacen los expertos en docencia que han impulsado el Anuari de l’Educació 2021, que acaba de presentar la UIB en colaboración con la Fundació Guillem Cifre de Colonya. “Nuestros alumnos gestionaron mejor el confinamiento gracias al aprendizaje que han tenido en el aula sobre la regulación de las emociones”, sostiene Margalida Miralles, del instituto de Calvià, donde se viene desarrollando un programa de educación emocional llamado Edemind, una experiencia que este jueves ha compartido durante la presentación de este documento que es como el libro blanco de la educación en el archipiélago.

“Es cierto que hemos notado un aumento bestial de problemas de ansiedad, depresión y trastornos de alimentación después de la pandemia entre los alumnos. Una prueba es que en Son Espases están desbordados con estos temas. Pero nosotros no somos ni psiquiatras ni psicólogos”, advierte la especialista. “El tema es que en las clases muchas veces se priorizan las materias por encima de habilidades transversales como éstas: identificar emociones y regularlas, gestionar la atención, entrenar la paciencia, etc. Este tipo de cuestiones deben tener un espacio en el horario. Nosotros, en el IES Calvià, tenemos dos horas semanales lectivas dedicadas a todo ello. Sabemos que otros centros de la isla no lo tienen tan estructurado”, lamenta Miralles.

Otro de los efectos inmediatos de la educación emocional en las aulas, sostiene la experta, “es que los datos de promoción académica han mejorado muchísimo en los últimos años”. “Por ejemplo, tienen herramientas para gestionar la ansiedad ante un examen. Esto lo hemos notado mucho en Selectividad. Saben que los nervios no les van a impedir concentrarse”, apostilla.

“Todos los centros deberían tener estas horas. Debería haber un compromiso también de parte de las instituciones para que este tipo de enseñanzas se integraran en el currículum, no sólo por salud mental, sino también para gestionar la frustración, los cambios en su vida, etc.”, añade.

Otra de las conclusiones explicitadas en el Anuari es que aquellos centros que atesoran experiencia en programas que desarrollan la educación en las nuevas tecnologías sobrellevaron mejor los escollos que dificultaron el curso pandémico y el confinamiento. Es el caso del IES Joan Alcover de Palma, “donde llevamos seis años con el proyecto a21”, explica Bartomeu Antoni Castell. “Cuando llegó la pandemia tuvimos una ventaja porque las herramientas digitales de comunicación entre profesorado y alumnado ya estaban totalmente implementadas. En cada inicio de curso, se les hace una formación sobre todas estas herramientas a los alumnos y también sus familiares”, relata. “Un viernes se cerró el colegio por el confinamiento y el lunes se trabajaba con normalidad en las clases con esta plataforma que nosotros desarrollamos”, apunta Castell. “Son herramientas que facilitan el acceso a la información, a los contenidos. Por lo que los profesores nos podemos centrar más en la creación de contenidos y aptitudes del alumnado. Asimismo, con ellas potenciamos los aprendizajes en contextos reales”, indica.

El doctor Joan Amer, director del Anuari, explicó que las desigualdades entre el alumnado se acentuaron “en el contexto de confinamiento y posterior reincorporación a las clases”. “El impacto se notó en el ámbito digital [pese a ello, el Anuari no aporta datos sobre la brecha que se produjo] porque está claro que hacer las clases online afectó muy negativamente en aquellas familias que por su situación económica no pudieron acompañar a los alumnos”, indica.

El director puso también el acento en dos experiencias llevadas a cabo en dos centros que están situados en barrios vulnerables, como son el CEIP Verge de Lluc y el CEIP Es Secar de la Real. “En el Verge de Lluc, en un contexto de pandemia, salieron mucho a la calle a trabajar con sus profesores. Interactuaron con el barrio”, expone.

“También hay un estudio en el anuario sobre posibles buenas prácticas que deberían aplicarse para luchar contra la segregación y que los centros tengan un alumnado más diversificado y menos homogéneo, una situación que mejoraría el índice de fracaso escolar”, considera Amer.  

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