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Boulevard | Doscientos mallorquines se han tratado la covid con dióxido de cloro

El acto más rimbombante celebrado en Mallorca el mes pasado fue también un evento supercontagiador del coronavirus, pero aquí no se confinó a los asistentes en hoteles «bajo custodia policial»

Corinna pagó treinta mil euros de Pandora a Allen Sanginés-Krause en Killua Castle, el castillo irlandés del magnate mexicano donde Juan Carlos I coincidió en el verano de 2017 con su amiga entrañable mallorquina Marta Gayá, según muestra la imagen.

Tiembla LaLiga, el Barça ha fichado al mejor entrenador de Qatar. Cuando Xavi Hernández disfrutaba de su veraneo en Ibiza, quiso asistir al privé de una discoteca de moda, el símbolo definitivo de status en el Mediterráneo. Le pidieron catorce mil euros. Dejó la visita para mejor ocasión. Otra muestra de sensatez importante para sobrevivir en su nuevo y viejo club.

Por mucho que intenten ocultarlo, el acto más importante celebrado en Mallorca el mes pasado fue también un evento supercontagiador del coronavirus, un foco de difusión pandémica salvo que aquí no hay riesgo de que se confine a los asistentes en hoteles «bajo custodia policial». Y dado que miles de personas me paran por la calle para preguntarme cuántos mallorquines se han tratado con dióxido de cloro contra la covid, la respuesta es doscientos. O 195, si nos ponemos estupendos con la contabilidad.

La cifra de dos centenares de disidentes corresponde exclusivamente a los mallorquines tratados con dióxido de cloro bajo estricta supervisión médica, con un historial detallado del proceso seguido. Entre los pacientes figuran facultativos formados en la universidad. Ni las autoridades colegiales ni las políticas han atajado el flujo de discrepantes de la ortodoxia, germen de una poderosa medicina paralela. A propósito, los vacunados racionalistas se inmunizan artificialmente más por solidaridad que por artículo de fe, con la intención primordial de criticar la vacunación. Se distinguen de los antivax en que estos desean que las vacunas sean tóxicas para sus usuarios.

Sin salir de la pandemia, ahora presumen de abolir la prostitución los mismos que fueron incapaces de clausurar los prostíbulos en el confinamiento. Mi lupanar permaneció abierto durante 24 horas diarias en el estado de alarma, seguramente porque lo consideraban un servicio esencial como el Mustang Ranch cuando era alquilado por el Govern de la época para agasajar a periodistas, revelación que debo a mi querido Pepe Oneto. Los empresarios deben pagar lo suficiente a las personas oportunas, en dinero o en carne. Antes que penar a los usuarios, habría que perseguir a quienes autorizan a buen precio el alquiler de cuerpos.

Lejos de mí llevar la contraria a la opinión dominante pero, en cuanto que el magistrable Enrique Arnaldo ha violentado todos los preceptos constitucionales, aporta el currículum idóneo para poner a prueba la Carta Magna desde el Tribunal Constitucional. En aplicación del mismo criterio que lleva a los grandes bancos a contratar a hackers. A propósito, la trama de los papeles de Pandora estaría incompleta sin Corinna, que pagó treinta mil euros a Allen Sanginés-Krause en Killua Castle, el castillo irlandés del mexicano donde Juan Carlos I coincidió en el verano de 2017 con Marta Gayá, según se observa en la imagen que hoy nos ilustra.

Es importante celebrar en vida a los dos o tres mallorquines inteligentes, relación encabezada por Josep Massot i Muntaner, que asciende entre plácemes a la condición de benedictino octogenario. Entrevisté al historiador de Montserrat en 2005 y me proporcionó el titular ‘Balears es una creación administrativa de Madrid’, una invitación a recibir las salvas de ordenanza de Eduardo Inda desde El Mundo. Lo sorprendente es que el historiador no se defendió rebatiendo al agresor, sino que alegó que se trataba de una vulgar entrevista periodística, que tampoco se atrevió a desmentir. Se supone que las revistas Serra d’Or y Randa, publicaciones que dirige, están exentas de su desprecio a los diarios porque «hacen estallar bombas sin repercusión, de las que nadie se acuerda dos días después». Se refería a las acusaciones contra un monje a quien su propia Abadía de Montserrat acabó por calificar hace dos años de «depredador sexual». Un análisis histórico memorable, sin duda. Me interrumpo porque, como dice mi maestro Jaume Santandreu, solo hay que disparar hacia arriba.

Por eso no podemos asaetear a Lluís Apesteguia, el underdog que ganó las elecciones a Més, el partido que más tiempo pierde en las redes sociales. Si pudiéramos atacar al candidato, recordaríamos que su pecado original es el monstruoso Petit Deià, que le pasó por alto como concejal de un pueblo de 600 habitantes.

Reflexión dominical ecuánime: «La Sanidad es igual para todos los que no pueden pagársela, igual que la Justicia».

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