Las jóvenes Yvonne y Elisabeth Reynés no olvidarán en años las nueve horas que transcurrieron desde que partieron la tarde del viernes hacia el aeropuerto de Madrid y finalmente llegaron a su casa en Mallorca a las 2.30 de la madrugada del sábado, pasando por Barcelona en ese intervalo. Quien mejor lo recordará, como una gran prueba de superación, es la menor. «Tengo aerofobia y estuve seis horas en un avión. No sé qué hubiera hecho si no es por mi hermana», contaba ayer quien estudia Bellas Artes en la capital. También fue una odisea para los residentes en Mallorca Daniel Sánchez y Antonio López, ya que el primero viajaba a Sevilla a las 19.45 desde Ciutat y no salió hasta las 5.45 horas, mientras que el palmesano de 74 años tardó más de siete horas en abrir la puerta de su casa procedente de un funeral en Granada.

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Miles de pasajeros con origen o destino Son Sant Joan se vieron afectados por su cierre temporal debido a la fuga masiva de una veintena de viajeros de un avión procedente de Marruecos. Las dos estudiantes, que venían a ver a sus padres el fin de semana, y quienes volaban con ellas fueron informados de lo sucedido por el piloto «cuando el avión estaba a punto de llegar la isla. Nos dijo que no podía aterrizar porque en la pista había gente. Estuvimos media hora dando vueltas sobre Palma antes de desviarnos hasta Barcelona», como cuenta quien en todo momento fue atendida por las azafatas y su hermana para calmar la ansiedad. Tras aterrizar en la Ciutat Comtal y repostar, les anunciaron que podrían salir a la terminal, pero finalmente no fue así y solo pisaron tierra firme para subir a un autobús que les dio una vuelta por la pista y devolvió a los pasajeros al avión. El aeropuerto de Son Sant Joan fue reabierto a la una de la madrugada, aunque las largas colas de aviones listos para despegar en Barcelona obligaron al de las hermanas Reynés a una nueva espera que se prolongó 40 minutos más. Ya en Mallorca, se enteraron por un taxista que las llevó a casa que «había sido una locura, ya que la gente se creía que había ocurrido un atentado».

Daniel Sánchez estuvo diez horas entre el avión y la puerta de embarque, en la que les hicieron esperar para poder viajar finalmente a la ciudad hispalense. «Las informaciones eran escasas y confusas, al principio incluso solo en inglés, porque era Ryanair, y además tuvimos que salir de allí, coger otra tarjeta de embarque y volver a entrar. Todo muy surrealista», relata quien durmió «dos horas en el aeropuerto con una mascarilla en la boca y otra en los ojos para evitar la luz».

A Antonio López le desviaron a Menorca y Barcelona para llegar a Mallorca, por lo que pasó tantas horas en avión como en un viaje transoceánico. Además, debido al mal tiempo, la aeronave se movía más de lo habitual, aunque «por suerte» ya no sufre los mareos que tenía antiguamente, concluye con buen humor sobre su odisea.