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Boulevard | Las playas vírgenes o son de todos o no son de nadie, diga lo que diga Artà

«La idea de ‘excepto residentes’ surgió el año pasado, que fue un desastre, entendemos el malestar y no nos creemos con más derechos, no ha sido una medida de emergencia muy afortunada, adelantaremos la retirada»

Martí (8) y Pau (10) Ferrer Beltrán se asoman de nuevo un año después a esta página para demostrar la regeneración gracias al confinamiento de la costa de Alcúdia, donde han pescado a pie de playa una magnífica dorada de 5,5 kilos, en el mar de todos los mallorquines.

Las playas vírgenes de Mallorca o son de todos o no son de nadie, diga lo que diga el ayuntamiento de Artà. Alcanzo esta conclusión tras mi visita oficial a Cala Camps Vells o Ca los Cans, de la citada villa. Pese a tratarse de un sábado a media tarde, un probo funcionario va multando a coches que en ningún caso entorpecen la circulación. Se limita a aplicar la singular leyenda de unas señales de tráfico donde se prohíbe aparcar «excepto residentes», durante 24 horas diarias y todos los días del año. Una restricción sin restricciones, salvo para unos pocos. No se trata de una limitación, sino de una expulsión, dado que miles de mallorquines copropietarios del terreno quedan desterrados en cuanto carentes del derecho de residencia en su isla.

Generalizando, todos los mallorquines con problemas de aparcamiento o de acceso a sus domicilios pueden expulsar a los «no residentes» de las plazas de aparcamiento en sus calles. ¿El ayuntamiento de Artà también recomienda a sus ciudadanos que no ocupen plazas de aparcamiento en Palma?, ¿promulgará una instrucción para que médicos y profesores atiendan gratis a «los residentes» pero sin que ni se les ocurra solazarse en su litoral?, ¿los municipios con playas vírgenes tienen la más mínima idea sobre quién paga la sanidad y la educación y las carreteras, o habitan la utopía de que los servicios de Mallorca podrían sufragarse con el concurso exclusivo de sus municipios menores y no saturados?

O todos o ninguno, como en la mayoría de las calles saturadas de Mallorca, sitas accidentalmente en Palma. El propio consistorio no debe tener muy clara su medida, cuando en otro poste ha colocado la leyenda más exhaustiva que jamás he contemplado, con evangélicas referencias a la ley de costas, a las potestades municipales y a los espacios protegidos.

Aquí entramos en contacto con Aina Comas, política singular, concejala de Medio Ambiente de Artà que simboliza la forma distinta de gestionar que explica la mayor sensibilidad y protección de su municipio: «La idea de ‘excepto residentes’ fue una reflexión que surgió el año pasado, porque junio de 2020 fue un desastre, la gente salió como loca después de la pandemia y colapsaba la carretera a diario. Entendemos el malestar, y no nos creemos con más derecho que otros. Como medida de emergencia no ha sido muy afortunada y adelantaremos su retirada. Acabará en que no se podrá aparcar en primera línea, ni unos ni otros».

Mallorca como unidad es fácil de entender. Ningún indígena tiene más derechos que otros sobre una porción de la isla ajena a su propiedad privada. Esta imposibilidad de extender el dominio se entiende a la perfección en el caso del piso vecino, situado a la insufrible distancia del puerta con puerta. Sin embargo, cuesta asimilarlo en un pedazo de costa que un ayuntamiento considera privativo o privatizado. Es el famoso dilema de Formentor, donde todos los mallorquines han de pagar las dificultades de acceso de los privilegiados con viviendas millonarias. Entre otras cosas, para que puedan venderlas a precios astronómicos. También en Ca los Cans hay residentes que anuncian sus fincas para alquiler turístico. Es decir, un centroeuropeo puede aparcar, pero no un mallorquín que sufraga los gastos del espacio natural.

A propósito, y antes de que revisen sus archivos, no encontrarán ninguna multa a mi nombre en Ca los Cans. Luchamos en contra de un colapso selectivo, hay que colegiar el apocalipsis insular en lugar de compadecer a quienes lo sufren. Según mis últimas visitas oficiales a Can Picafort, Port d’Alcúdia o Playa de Palma, también los «residentes» en dichas zonas tienen problemas de colapso por la invasión de domingueros mallorquines de otras zonas. ¿Se hará extensivo el ‘excepto residentes’ a todo el litoral saturado?

Martí (8) y Pau (10) Ferrer Beltrán se asoman de nuevo un año después a esta página para demostrar la regeneración gracias al confinamiento de la costa de Alcúdia, donde han pescado a pie de playa una magnífica dorada de 5,5 kilos, en el mar de todos los mallorquines.

Martí (8) y Pau (10) Ferrer Beltrán se asoman de nuevo un año después a esta página para demostrar la regeneración gracias al confinamiento de la costa de Alcúdia, donde han pescado a pie de playa una magnífica dorada de 5,5 kilos, en el mar de todos los mallorquines.

Y aquí es donde entra en escena la refrescante imagen que hoy nos ilustra. Hace un año, Martí y Pau Ferrer Beltrán demostraron que el confinamiento permitía pescar ejemplares magníficos y antes inimaginables a pie de playa en Alcúdia. Hoy, con ocho y diez años, se asoman de nuevo a esta página para mostrarnos la dorada de 5,5 kilos que han capturado en el incomparable arenal septentrional. En el mar de todos, para bien y para mejor.

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