Rafel Jordá, natural de Inca aunque nacido en Barcelona (1988), es un ingeniero aeronáutico mallorquín que ha creado en Londres Open Cosmos, una empresa con la que pretende democratizar el espacio.

Diseña, construye, pone en órbita y opera pequeños satélites del tamaño de un microondas que pueden dar servicio a empresas o administraciones interesadas en recabar los datos que ofrecen durante una vida útil de entre tres y cinco años por un precio tan asequible como impensable en estas carísimas operaciones espaciales: entre 1 y 3 millones de euros.

La idea de que el espacio podía estar al alcance de todos, no únicamente de las todopoderosas agencias aeroespaciales, germinó en el cerebro de Rafel Jordà cuando colocó una cámara de alta definición en un globo estratosférico de helio que la transportó a cuarenta kilómetros de altitud. «En las imágenes que captó se percibía claramente la curvatura de la tierra y las estrellas en pleno día. Eso me hizo cambiar el chip, me confirmó la idea de que la tecnología espacial podía estar al alcance de todos, que podría ser usada por mucha más gente» comienza.

Tras licenciarse como ingeniero aeronáutico por la Universidad Politécnica de Cataluña, fue fichado por la empresa Airbus, periodo durante el cual complementó su formación técnica con la empresarial con la realización de un máster MBA.

«En esos momentos», rememora, «ya se estaba produciendo un cambio de mentalidad en Estados Unidos. No podía ser que el lanzamiento de un satélite geoestacional se demorase entre cinco y siete años desde su diseño hasta su lanzamiento y que el coste de la operación ascendiera a 400 millones de euros. Por eso desde hace unos quince años se empezó a apostar por el lanzamiento de satélites más pequeños y con menor redundancia que pudiesen formar constelaciones».

Un ingeniero colocando una antena en un satélite que se lanzará este 2021.

De un proyecto que se demora unos siete años y cuesta unos 400 millones de euros a un lanzamiento de un satélite más modesto pero no con menores prestaciones electrónicas y ópticas que puede ser una realidad en poco menos de un año y con un coste que oscilaría entre uno y tres millones de euros.

Otra de las ventajas frente a los grandes satélites geoestacionales es que estos son puestos en órbitas muy elevadas donde no molestan. Por contra, los satélites que ofrece Open Cosmos son lanzados hacia órbitas más cercanas a la tierra donde, tras concluir su vida útil de entre dos y cinco años, dependiendo de la órbita en la que se sitúen, matiza Jordà, vuelven a entrar en la atmósfera terrestre donde se desintegran de forma natural dejando sitio para otros más tecnológicos.

La oportunidad, que no dejó escapar, se le presentó a Jordà cuando el lanzamiento de un satélite para una misión científica de la UE acumulaba un retraso que ponía en peligro la operación. «Me dieron un plazo de entrega de unos siete meses y lo hicimos en seis», se ufana hoy de un trabajo que le abrió un hueco en Europa. Se le encargaron 8 satélites más, dos de los cuales serán lanzados este año entrante. A Open Cosmos, en la que participan otros tres ingenieros aeronáuticos mallorquines, le espera un brillante futuro en el espacio.