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Boulevard | Penalva y Subirán, mártires de la libertad de expresión

¿Cuántos jueces han sido llevados al banquillo por no interrumpir las publicaciones en la prensa sobre los asuntos que instruían (casos Urdangarin, Gürtel, Kitchen)?

Penalva y Subirán

No siento la menor simpatía por el juez Manuel Penalva ni por el fiscal Miguel Ángel Subirán. Cometieron el error contrario al que se les atribuye, morder más de lo que podían masticar en la investigación de la mayor trama mafiosa policial de la historia de Mallorca, que sigue en plena forma según se ha demostrado en la causa abierta ante el Tribunal Superior.

Por mi animadversión hacia los acusados, me molesta el auto que deja en ridículo a la visionaria Jefatura Superior de Policía, al archivar para Penalva y Subirán la tortura de testigos, detención ilegal, organización criminal altruista, falsificación de moneda y genocidio. Hasta los promotores de la jocosa iniciativa sabían que era una invención, pero ha dejado el residuo de juzgar al magistrado y al fiscal por el gravísimo delito de omisión del deber de perseguir a la prensa.

Hasta ahí podíamos llegar. Solo nos faltaba que Penalva y Subirán ingresen en los anales como mártires de la libertad de expresión, por no quemar publicaciones periodísticas y quizás hasta propiciarlas. No importa que la pena vaticinada de 7.300 años de cárcel se quede en una leve multa, tener que admitir el sacrificio de un juez y un fiscal para que la prensa pueda desarrollar su trabajo es peor que una censura.

Es un buen momento para que la Jefatura Superior de Policía o la delegación del Gobierno informen sobre las decenas de miles de euros gastados en investigar una vulgar divulgación de secretos en atención al ciudadano Cursach, mientras miles de delitos quedaban sin solución en Mallorca. «Tendencioso, falsario, adivinatorio, inconsistente y vano», se lee en los abracadabrantes informes desacreditados por el Tribunal Superior. Qué pomposa y ausente de pruebas se ha vuelto la prosa policial, los adjetivos sirven de bumerán.

Carlos Gómez es posiblemente el mejor jurista español. Sustentó ese rango como director de la Escuela Judicial estatal en la que fue desalojado por el Opus, vuelve a demostrarlo en el auto que desnuda a la Jefatura Superior de Policía. El magistrado ha frenado el asalto de los dueños de las sombras al poder judicial, pero le ha faltado el ápice de valentía para archivar la farsa sin legar el problema residual a sus colegas del Tribunal Superior.

Vamos con la omisión del deber, que en Mallorca siempre fue virtud. Los medios citados en el auto son Efe, Europa Press, Última Hora, El Mundo, Diario de Mallorca, IB3, Cadena Ser y El Plural. A partir de ahora, los jueces han de estar pendientes, ¿a diario, cada seis horas, cada diez minutos? de todo lo que publican dichos canales, para intervenir ante una noticia que les afecte. Esa vigilancia debe extenderse a la revisión continua de las redes sociales, Fakebook y Twatter, con idéntico objetivo.

Ante cada publicación (recuerden, Urdangarin, Gürtel, Kitchen), el juez ha de aperturar las causas consiguientes contra las noticias en cuestión. Todos coincidimos en que aporrear a periodistas es entretenido, pero esta ejemplar vigilancia no dejaría tiempo para investigar a los auténticos bandidos, según demuestra la pasividad de la Jefatura Superior de Policía en el auténtico caso Cursach. De hecho, un acusado inteligente se encargaría de diseminar informaciones a la prensa sobre su propio asunto, para abrumar de tarea al juez o exigir a continuación su expulsión por descuidado.

Los periodistas solo estamos autorizados a preguntar, y con cautelas. ¿Cuántos jueces han sido llevados al banquillo por no interrumpir las publicaciones sobre casos que instruían (recuerden, caso Urdangarin,...)?, ¿cuántas veces se ha juzgado a seis funcionarios a la vez por no perseguir una información concreta? Por supuesto, las dudas anteriores no atenúan nuestro escándalo ante los cargos judiciales que hablan con periodistas. Eso no ha ocurrido jamás, ni en el Tribunal Superior ni en la Audiencia Nacional ni en el Supremo, solo por citar las instancias en que magistrados de muy diversa adscripción me han efectuado confidencias que por lo visto eran delictivas. Qué emocionante.

Según pueden comprobar en la imagen que hoy nos ilustra, los manolos de Blahnik pisan suelo mallorquín en Hong Kong, porque las baldosas hidráulicas triangulares de noventa centímetros llevan la firma de Huguet de Campos. Como dice Biel Huguet, «Instagram le ha dado la vuelta al mundo». Unos lloran, otros innovan.

Penalva y Subirán, mártires de la libertad de expresión

Reflexión dominical gramsciana: «La historia de la ignorancia no ha terminado, la historia de la sabiduría no ha comenzado».

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