Primera hora en una, ya típica, soleada mañana de marzo y se repite la estampa tan conocida por la que coinciden, en un espacio de pocos metros, tiendas de marcas internacionales, turistas arrastrando sus maletas, ciudadanos con evidentes prisas y una cola de más de 50 personas en el lateral del convento dels Caputxins. La paradoja de las ciudades cosmopolitas que, al mismo tiempo, generan espacios de convivencia entre las personas más ricas y las más desfavorecidas de manera normal, no porque no sea excepcional sino por ser habitual.

El fraile René conoce bien a los usuarios que día tras día hacen cola más de media hora antes de la apertura de puertas. "Cada día se entregan más de 250 bocatas y más del 70% repiten habitualmente". René ha observado que el perfil de la persona ha cambiado en el tiempo: "Ahora viene una cantidad elevada de gente mayor, que está sola y no tiene quien le asista. Nadie se hace cargo de ellos", comenta apenado por una situación que se repite desde hace unos 7 años y que le afecta.

Mario Leónidas, responsable del servicio, es el que mejor conoce la realidad de los usuarios y la dificultad de ofrecer un servicio diario sin saber si habrá comida suficiente. "La gente se confunde al creer que cualquier persona puede pedir lo que quiera. Es mentira. Ese inmigrante que recibe de todo y vive estupendamente no existe", especifica sobre las críticas del presunto trato de favor que tienen algunas personas, en especial de inmigrantes sobre españoles. Mario explica que la picaresca existe pero de forma testimonial, ya que "hay casos que no se conocen, como los de familias que vienen a buscar un bocadillo por la mañana y, por la tarde, pese a su necesidad, colaboran preparando paquetes de comida para otras familias, sin llevarse nada a cambio".

La punta del iceberg

Els Caputxins es un caso que impacta, pero, en ocasiones, puede confundir a los ciudadanos sobre el tipo de usuario que necesita ayuda en Mallorca. Con un 25% de población en riesgo de exclusión social, está claro que existe una necesidad que va más allá de personas en situación de pobreza extrema e implica a todo tipo de familias de la isla. Xisco Cañellas, responsable de comunicación de la Fundación del Banco de Alimentos de Mallorca, deja claro que hemos de posar nuestra mirada en otro lado: "Hoy en día, con los alquileres tan altos, una familia con dos padres trabajadores con sueldos bajos, tiene que decidir entre pagar la reparación del coche o dar de comer a sus hijos. Esa familia está en situación de exclusión social", explica. "A estas personas, con necesidades puntuales, les diría que hay muchos sitios donde ir y muchas asociaciones a las que acudir. No hay reproche de ningún tipo y la sociedad es consciente de los problemas por los que pasan. Pero no vendrán a tu casa, tienes que salir tú a buscar la ayuda", aclara, aunque reconoce que "la sociedad no reconoce sus miserias, como tampoco lo hacen las familias".

Cañellas descarta rápidamente la 'falacia' de que los inmigrantes se quedan con los recursos de los mallorquines: "No se le quita un kilo de azúcar a un español para dárselo a un nigeriano, la ayuda a los inmigrantes no supone ni el 30% del total, la mayoría se le da a gente de aquí", sentencia de manera taxativa.

Dentro de las instalaciones del Banco de Alimentos de Mallorca destaca la profesionalidad con la que realizan las tareas de almacenaje y reparto de la comida que reciben. El Banco de Alimentos funciona como una empresa. "Las normativas europeas y locales nos han empujado a profesionalizar los servicios y, en la actualidad, pasamos 7 auditorías al año. También auditamos a las más de 90 asociaciones a las que servimos y eso nos ha permitido ser más efectivos. Si a nosotros nos dan 1.000 euros, 980 se destinan a las personas necesitadas y cada kilo de comida que recibimos llega íntegramente al que le hace más falta, indistintamente de su origen".

El número total de alimentos que distribuyen es enorme: más de 1,3 millones de kilos de comida entre casi 24.000 personas en un año, pero a veces el bosque te impide ver el árbol, tal como recuerda Cañellas cuando resalta que "eso significa que cada familia recibe menos de un kilo y medio por semana. No les basta para comer". La labor del Banco de Alimentos la entiende como "un parche, ya que en realidad deberíamos desaparecer. Aquí no damos soluciones sino que ponemos tiritas a un problema mayor. Nuestro éxito es el fracaso de la sociedad".

En 10 años, la labor del Banco de Alimentos seguirá siendo necesaria. Por ello, la aportación de los más de 40 voluntarios será imprescindible, a pesar de que Cañellas hace una llamada a los jóvenes para que colaboren en lo posible, aportando "sus conocimientos en diseño, manejo de redes sociales o la habilidad que posean". El pago; únicamente emocional, quizás el más importante y vital para el ser humano.