Si alguien solo comprueba que la quinta etapa del Giro ha acabado al esprint con victoria del australiano Kaden Groves y que el ciclista noruego Andreas Luknessud continúa con la ‘maglia rosa’ pensará, de no haberla visto por la tele, que no se ha perdido nada, que ha sido un día más de ciclismo y uno menos para llegar a Roma.

Sin embargo, si se sumerge en la intrahistoria de la jornada y ve que Remco Evenepoel se ha caído dos veces y Primoz Roglic, una, si observa cómo vuelan los teléfonos móviles de los espectadores de la meta al impactar con los corredores, con Mark Cavendish llegando en quinta posición, pero arrastrándose mientras patina por el suelo, entonces verá que ha sido un auténtico caos y más una batalla bélica, con muchos damnificados, que un día de competición ciclista.

Que si un perro se cruza por el camino de Evenepoel al inicio de la etapa y el campeón del mundo acaba en el asfalto rodeado de bidones esparcidos por el suelo, que si llueve cerca de Nápoles mientras en otros lugares de Europa incordia la sequía, que si los corredores ralentizan la marcha porque ven el peligro y andan cabreados porque ni les gusta mojarse ni mucho menos circular por carreteras que consideran peligrosas. Que se llega con retraso a la playa de Salerno, que solo faltan 7 kilómetros para la meta y todo se jugará en el esprint cuando ¡patapum! se provoca una nueva caída en una curva, donde si se toca el freno, con el pavimiento mojado, la bici no se puede controlar. ¿Quién aparece en medio del montón de corredores? Roglic, que tampoco regatea la mala suerte. Y cuando se entra en la zona de seguridad se le cruzan a Evenepoel y casi sin enterarse será de bruces por segunda vez. Apaga y vámonos porque no está el día para bromas, en una etapa para olvidar que acaba con la última caída justo cuando los corredores están disputando el esprint final.

Un día de perros, con un can que provoca el primer accidente de Evenepoel, una etapa en la que el fenómeno belga y hasta Roglic podían haber perdido el Giro y, sobre todo, también para regañar la inconsciencia de los espectadores que se pasan horas esperando la llegada del pelotón en meta y que en vez de disfrutar de la imagen en directo, a través de sus ojos, viendo la tremenda velocidad con la que se afronta la llegada, se dedican a sacar los móviles por los orificios de las vallas, los teléfonos que impactan con los corredores y que caen al suelo hechos añicos. Si alguno tiene seguro a ver qué le cuenta a la compañía para que le salga gratis un nuevo terminal. Lo que hay que ver antes de que los corredores afronten la sexta etapa que comenzará y acabará en las calles de Nápoles