El bar Can Salat mantiene la esencia de tasca de caña y bocadillo proletario. Un oasis de buenos precios y comida popular sin adornos en la calle del Temple, en el corazón de sa Calatrava en Palma. Que la gentrificación no se haya llevado por delante este establecimiento de 1900 es un milagro. “Hace un mes se vendió el último piso de la finca a un extranjero”, cuenta Gabriel Sabater Capó, jubilado hace cinco años pero aún vinculado al bar. “Lo están llevando mi mujer y mi hijo, yo hago la compra y ayudo con la contabilidad y el papeleo”, confiesa la voz de su memoria en este sector de Ciutat adherido a Dalt Murada, donde los precios de los alquileres alcanzan los 2.200 euros por un piso de 100 metros cuadrados.
Bar Can Salat en Palma
Bernardo Arzayus
El bar Can Salat mantiene la esencia de tasca de caña y bocadillo proletario. Un oasis de buenos precios y comida popular sin adornos en la calle del Temple, en el corazón de sa Calatrava en Palma. Que la gentrificación no se haya llevado por delante este establecimiento de 1900 es un milagro. “Hace un mes se vendió el último piso de la finca a un extranjero”, cuenta Gabriel Sabater Capó, jubilado hace cinco años pero aún vinculado al bar. “Lo están llevando mi mujer y mi hijo, yo hago la compra y ayudo con la contabilidad y el papeleo”, confiesa la voz de su memoria en este sector de Ciutat adherido a Dalt Murada, donde los precios de los alquileres alcanzan los 2.200 euros por un piso de 100 metros cuadrados.
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Bernardo Arzayus
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Bernardo Arzayus
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Bernardo Arzayus
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Bar Can Salat en Palma
Bernardo Arzayus
El bar Can Salat mantiene la esencia de tasca de caña y bocadillo proletario. Un oasis de buenos precios y comida popular sin adornos en la calle del Temple, en el corazón de sa Calatrava en Palma. Que la gentrificación no se haya llevado por delante este establecimiento de 1900 es un milagro. “Hace un mes se vendió el último piso de la finca a un extranjero”, cuenta Gabriel Sabater Capó, jubilado hace cinco años pero aún vinculado al bar. “Lo están llevando mi mujer y mi hijo, yo hago la compra y ayudo con la contabilidad y el papeleo”, confiesa la voz de su memoria en este sector de Ciutat adherido a Dalt Murada, donde los precios de los alquileres alcanzan los 2.200 euros por un piso de 100 metros cuadrados.
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