Con 82 kilómetros de superficie, Formentera es la isla más meridional del archipiélago balear donde se respira el ambiente mediterráneo más puro. 

Ambiente sosegado, playas infinitas, aguas transparentes y una magia difícil de encontrar en otros lugares. Formentera se ha convertido gracias a todo ello en el destino deseado por muchos. 

En su haber, Formentera cuenta con el Parque Natural de ses Salines, con una rica gastronomía que persiste inalterable desde sus orígenes, una nutrida oferta cultural, alimentada por los numerosos artistas asentados en este paraíso, y una envidiable protección ambiental.

Ses Illetes, ubicada dentro del Parque Natural, es una de las joyas isleñas, elegida en más de una ocasión como la mejor playa del mundo. Y no es para menos. Kilómetros de arena fina y blanca, aguas transparentes y un ambiente de lo más cosmopolita hacen de este lugar el enclave idóneo para desconectar y nutrirse de la esencia más pura de Formentera. 

Las playas de Llevant, es Pujols o Migjorn bien merecen también una visita, al igual que otras localizaciones más recónditas, pero no por ello menos deseadas como Es Caló, el refugio de pescadores de es Torrent de s’Alga, Cala en Baster o sa Roqueta. 

Esta magia y atractivo natural han engatusado a numerosos artistas que han hecho de la isla su casa y su inspiración. De ahí que Formentera, a pesar de sus reducidas dimensiones, cuente con una oferta cultural de lo más variada. Artistas como el diseñador Enric Majoral, Enric Riera, Álvaro Mendoza, Glibert Herreyns, Antoni Taulé o Erro son algunos que, atrapados por la belleza de la isla, tienen casa y taller en Formentera.

El faro de la Mola es una de las visitas que el turista no puede obviar. Consell de Formentera

Pero Formentera también es vida social. Una vida que se desarrolla en los núcleos urbanos de Sant Francesc, Sant Ferran y la Mola, donde es habitual poder disfrutar de encuentros musicales, fotográficos o cualquier otra experiencia artística. 

Por su localización, Formentera mantiene sus raíces culturales y gastronómicas. En este último aspecto, hay que destacar su ensalada del tradicional ‘peix sec’, resultado de un secado natural de mussola, raya y pequeños tiburones, o los higos, el fruto estrella de la isla que, además, es parte de una de las imágenes más icónicas de la isla: las higueras que crecen en horizontal sujetas por decenas de perchas. 

Pero si hay algún plato cuya demanda está en auge es la langosta con huevos fritos, ajo y patatas. Una receta sencilla y básica que no deja impasible al comensal que la prueba y que bien puede acompañarse con alguno de los vinos elaborados en Formentera, donde se encuentran dos bodegas: Terramoll y Cap de Barbaria. 

Una amplia oferta de restauración extendida por toda la isla facilita a los visitantes degustar los sabores más primitivos y genuinos de Formentera. 

A pesar de sus dimensiones, Formentera sorprende con el extenso patrimonio etnológico que tiene y conserva. Al igual que en Ibiza, las torres de defensa son un icono inconfundible. Construidas en el siglo XVIII para poder vigilar las posibles incursiones piratas del norte de África que saqueaban constantemente las costas mediterráneas, éstas se encuentran en puntos geográficos estratégicos y a suficiente distancia para que pudieran comunicarse mediante señales de humo, incluso con la isla vecina. A excepción de la zona de la Mola, protegida por sus imponentes acantilados, la costa de Formentera está protegida por cuatro atalayas. 

Y más allá de este sistema defensivo y de los icónicos faros, Formentera conserva uno de los elementos arquitectónicos más curiosos: los molinos. Un elementos esencial de la vida campesina del pasado donde lo que proporcionaba el campo era el principal medio de subsistencia. Y es que la presencia de molinos va ligada a la importancia que ha tenido el trigo en la isla de Formentera.