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Pocas mujeres con vara de mando

La presencia femenina al frente de los ayuntamientos sigue siendo minoritaria cuatro décadas después de las primeras elecciones municipales. El poder local ha estado sobre todo en manos de hombres, aunque Palma fue la excepción cuando los primeros años de este siglo Catalina Cirer y Aina Calvo se sucedieron en Cort

Buen administrador del tiempo político, Pedro Sánchez aprovechó el fin de semana previo al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, para hacer un anuncio de impacto: el Gobierno, y más concretamente la parte del PSOE, tenía a punto el anteproyecto de ley de paridad. La norma va más allá de la Ley de Igualdad de 2007 y, entre otras cosas, implanta las listas cremallera (la inclusión alternativa de un hombre y una mujer) en las candidaturas de cualquier proceso electoral —Congreso, Senado, autonomías, ayuntamientos— y el equilibrio de género en el Consejo de Ministros y en los consejos de administración de las empresas cotizadas y de las no cotizadas. Todos esos ámbitos, y otros como las direcciones de los colegios profesionales e incluso los jurados que otorguen premios públicos, deberán contar con un mínimo del 40% de hombres y mujeres a partir de los próximos años.

«Este martes romperemos para siempre el techo de cristal», dijo el presidente del Gobierno en la vísperas de la aprobación del anteproyecto de ley. A nadie se le escapa que el anuncio de la nueva norma llegaba a pocas semanas de las elecciones autonómicas y municipales que se celebran hoy. Y tampoco que venía a robustecer la apuesta feminista de los socialistas en un momento en que sus socios de Unidas Podemos en el Gobierno aparecen ante la opinión pública como más incisivos en ese campo.

«El feminismo era un valor tradicional del PSOE, y de repente ven que tienen que competir con Podemos», afirma Sílvia Claveria, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid y autora del libro El feminismo lo cambia todo. «Vieron además que se habían abierto muchas controversias relacionadas con la ley trans, o el sí es sí. Creo que se intentaron desmarcar proponiendo medidas que tienen que ver un poco más con la presencia del feminismo en las élites, que pueden ser mejor valoradas por sus votantes de centro, para marcar perfil y poner en valor su trayectoria», añade.

EL PSOE NIEGA OPORTUNISMO

La diputada Sònia Guerra, portavoz socialista de Derechos Sociales en el Congreso, niega cualquier tipo de oportunismo o de competencia con Podemos en el despliegue de la nueva ley. «Para nada. Tenemos claro que hay que avanzar, y las listas cremallera forman parte de una reivindicación histórica del feminismo y del PSOE», asegura.

Guerra afirma que, pese a que España ya es un referente en políticas de igualdad de género, son necesarias mejoras. «Por ejemplo, la ley de igualdad de Zapatero no obliga a que los gobiernos sean paritarios. Con Sánchez los hemos tenido, pero si cambia el color político…», dice. Tanto Claveria como otra experta en la materia, la profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona Margarita León, coinciden en la pertinencia de una mayor regulación legal. «Por supuesto que son medidas necesarias, en ningún lugar la paridad en política se consigue sin ninguna acción legislativa», resume León.

Al margen de las bondades de la nueva norma, la duda está en si podrá aprobarse definitivamente antes de que termine la legislatura. Las elecciones generales se celebrarán a finales de año, y la oposición atribuye objetivos electoralistas al anuncio del PSOE.

De hecho, el PP critica la «improvisación» de Sánchez. «Nos pareció que se trataba de una propuesta apresurada que se sacó de la manga para tener algo que presentar el 8-M», asegura Marta González, portavoz adjunta del grupo popular en el Congreso. «Nosotros tenemos indicaciones del Ejecutivo, y en particular del presidente, de trabajar hasta el último día con las nuevas leyes, y esta es una de las más importantes», insiste Guerra por su parte.

La falta de concreciones de la nueva norma también preocupa a los populares, que en cualquier caso no se cierran a «trabajar» para mejorar una propuesta que no ven «imprescindible». «Si hubiese habido una propuesta trabajada posiblemente ya la conoceríamos, pero no está en el Congreso», denuncia González. En cuanto a los expertos, Claveria también se queja de que por el momento se desconozca cómo se castigará a los que infrinjan la ley: «Lo difícil no es poner cuotas a las empresas, sino decidir cuál es la sanción, porque si no, no sirven para nada».

¿Por qué era necesario, desde un punto de vista de la paridad de género, superar la Ley de Igualdad actual? Porque en algunas circunscripciones pequeñas, la actual cuota del 40% cada cinco posiciones en listas permite que solo salgan elegidos hombres si los partidos los colocan en los primeros lugares de las candidaturas. Y lo mismo pasa con los partidos pequeños, que solo obtienen un representante en varias provincias.

«Se vio cuando se dividió la derecha», afirma Claveria, cuando «todo se fragmentó». La politóloga, en cualquier caso, echa de menos que se hable de otras medidas efectivas, como «las cuotas horizontales»: que, dentro de una misma comunidad autónoma, se equilibrase el número de hombres y mujeres que encabezasen las candidaturas de cada provincia.

Los alcaldes en España EPC

ALCALDESAS: LAS PIONERAS EN EL BASTÓN DE MANDO

La noche del 3 de abril de 1979 estuvo cargada de emociones en los colegios electorales de Molins de Rei, municipio de Barcelona que entonces tenía 18.000 habitantes. En aquellas horas nerviosas y de experiencias nuevas, no solo tocó contar las papeletas de las primeras elecciones municipales en más de 40 años, sino que, para sorpresa de muchos, la mayoría de las que había en las urnas venían encabezadas por el nombre de Antonia Castellana, la candidata del PSUC. «Era joven, comunista y mujer; me presenté pensando que no me votarían», recuerda. Vaya si la votaron: se hizo con el 42% del escrutinio y se quedó a un puñado de papeletas de la mayoría absoluta.

Esa noche, muchos jóvenes como Antonia, que entonces tenía 28 años, fueron elegidos alcaldes y buena parte de ellos pertenecían a formaciones de izquierdas, como era su caso. Pero mujeres… Eso ya no fue tan habitual. En realidad, en los primeros comicios locales de la democracia solo se entregaron 104 bastones de mando a manos femeninas de los 8.464 que se repartieron en todo el país. Ese día dio comienzo una relación esquiva —la de la mujer y el poder local— que ha estado marcada todo este tiempo por la desconfianza y el desapego. Como si en España, por alguna razón, fuera especialmente difícil declinar la palabra alcalde en femenino.

Lo es hoy, con el 80% de los ayuntamientos aún presididos por hombres, pero ha sido así en las diez noches electorales municipales vividas desde 1979, en las que las mujeres elegidas alcaldesas han supuesto una anómala y vergonzante minoría: el 2% en los comicios de 1983, el 3% en 1987, el 5% en 1991, el 7% en 1995… Durante años, en el imaginario de los votantes y de los responsables de los partidos encargados de señalar a los candidatos a regidor, la mitad de la población parece haber sido percibida menos apta o con menos derechos que la otra mitad para ejercer el poder más cercano a los ciudadanos.

De esa sospecha saben mucho las mujeres que fueron pioneras al frente de los ayuntamientos de sus localidades. Antonia Castellana, que volvió a ser elegida alcaldesa en 1983, se acostumbró rápido a ser la única dama en las reuniones del Área Metropolitana de Barcelona, a las que asistían los regidores del cinturón urbano de la capital.

El poder local ha sido en general un coto privado de los hombres todos estos años. Lo fue especialmente en los municipios pequeños, pero también en las grandes urbes. Hay que viajar a 1989 para encontrar a la primera mujer regidora de una capital de provincia: la socialista Clementina Ródenas, que accedió a la alcaldía de València tras la renuncia de su compañero de partido, y que dos años después cedió el bastón de mando a la popular Rita Barberá.

Catalina Cirer entrega la vara de alcaldesa a Aina Calvo en 2007. MIQUEL MASSUTI

CATALINA CIRER Y AINA CALVO

Palma fue una excepción en la primera década de este siglo cuando en Cort se sucedieron dos alcaldesas. Catalina Cirer, entre 2003 y 2007, y Aina Calvo, entre 2007 y 2011. Mallorca también fue una excepción en los últimos años del franquismo, cuando Magdalena Mulet se convirtió en la segunda alcaldesa de Balears y una de las primeras del Estado cuando asumió la vara de mando del Ayuntamiento de Santa Eugènia de 1969 a 1976. Su vida se recoge en el documental La batlessa.

‘La Batlessa’ recorre la etapa de Magdalena Mulet en la alcaldía de Santa Eugènia. IB3

La primera alcaldesa fue Magdalena Cifre Cerdà, una maestra pollencina que, de manera casi accidental, se convirtió durante tres meses en alcaldesa de Lloret de Vistalegre en el año 1933.

En el conjunto del Estado hubo un punto de inflexión en la década de los 90, cuando José María Aznar, líder del PP, presentó a un plantel de candidatas en importantes plazas. La operación le salió redonda y ese año fueron nombradas alcaldesas Soledad Becerril en Sevilla, Celia Villalobos en Málaga, Luisa Fernanda Rudi en Zaragoza, Teófila Martínez en Cádiz y María Dolores Ruiz-Ayúcar en Ávila. Todas debutantes y todas del Partido Popular.

«Aquello permitió visibilizar a las mujeres que ya llevábamos años trabajando en política y demostrar que podíamos resolver los problemas de nuestros vecinos igual que los hombres», recuerda Celia Villalobos, quien no ha olvidado el peso añadido que ella y sus compañeras recibieron con aquel encargo: «Éramos conscientes de que si alguna fracasaba, fracasaríamos todas. Por injusto que parezca, esto a los hombres no les pasaba», apunta.

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