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El codo a codo Armengol-Prohens

A falta de un debate cara a cara, la presidenta y la única aspirante intercambiaron codazos a una distancia de contagio covid, disputándose el centro de la mesa y del espectro político

Prohens plantó los codos sobre la mesa y abrió los brazos invadiendo el espacio de Armengol. Manu Mielniezuk

Afalta de un cara a cara, Francina Armengol y Marga Prohens protagonizaron un codo a codo en la puesta de largo de los debates con paridad, porque la cumbre de aspirantes al Govern en el Club de este diario puede narrarse con referencia exclusiva a las candidatas. Incluso cabe relatarlo íntegro prescindiendo de alguna de las cuatro.

En el codo a codo del centro del escenario, Armengol y Prohens vestían en los calculados tonos blancos que ha impuesto la transversal Yolanda Díaz. La presidenta y la única aspirante al Govern no se dirigieron la mirada en una sola ocasión, pero intercambiaron codazos a una distancia de covid.

Había otras cinco personas. Un programador televisivo suspiraría por ver a la batalladora Lucía Muñoz en el papel de Antonia Jover, el viacrucis de Patricia Guasp es tan ingrato que toda crítica suena a ensañamiento. En el extremo izquierda alternaban los dos partidos autóctonos, el centro regionalista y El Pi de Josep Melià. Como no se puede alabar a Vox, solo cabe conceder que Jorge Campos estuvo más artero, diabólico y efectivo de lo presumible en un candidato que solo baraja los tópicos okupas, bildus, separatistas y turismófobos.

Durante dos horas, Armengol y Prohens se disputaron codo a codo el centro de la mesa y del espectro político. La presidenta socialista recordó demasiado al Obama desconcentrado, en su primer cara a cara contra Mitt Romney para la reelección de 2012. La aspirante del PP ha profundizado su voz atiplada, al igual que Margaret Thatcher corrigió su nasalidad como requisito para conquistar a un partido masculino.

El codo a codo vino marcado por esta articulación, solo neutral en apariencia. La educada Armengol no puso en ningún caso los codos sobre la mesa. Prohens los hincó desafiante en la madera desde el primer momento, extremista por el manejo de sus extremidades. En esta misma crónica correspondiente al debate de 2019, se acusó a la presidenta de demasiado confiada. Ayer pecó de un exceso de desconfianza, como si sus sesiones ante el Parlament hubieran sido menos provechosas que los ensayos de su rival delante de un espejo.

Traspasado el ecuador, Prohens se aventuró en la conquista física del codo a codo. Levantó los brazos de la mesa, pero no para hurtarlos tímidamente bajo la superficie como su rival, sino para separar los codos del tronco invadiendo el espacio de la socialista adyacente. Armengol se resignó al papel de la pasajera del avión que tiene que soportar a una vecina abusona, y que no protesta en plan Karen para salvaguardar la convivencia.

Bono dijo el 11M que le dolía tener que creer antes a Otegi que a Aznar. También es duro soportar de labios de Campos la evidencia de que no habrá PP sin Vox, porque los codazos estériles de Prohens no alcanzaban a su socio indispensable. Menos disculpable resulta el «Que viene Vox» de la izquierda coral, que ya fracasó en Castilla o León y en Andalucía.

Hay gente que vota por un peinado, y su sufragio vale lo mismo. Por tanto, Armengol debe desembarazarse del autor de su retrato caricaturesco de campaña, y Prohens ha de despachar al profesor de mímica que confunde gestualidad con gesticulación, y que la equipara en desplazamiento de extremidades a un ministro de Sánchez. Su fuerza reside en los codos.

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