Nazareth Castellanos es Licenciada en Física teórica y doctora en Medicina (Neurociencia) por la Universidad Autónoma de Madrid. Dedicada a la investigación desde hace más de 20 años, Castellanos ha querido dar a su trabajo científico un enfoque más humanista y holístico.

 

Llamamos a esta sección ‘Dones d’empenta’, ¿se considera una mujer emprendedora?

Diría que sí. Llevo más de veinte años trabajando de investigadora pero hace unos tres años emprendí la línea de la divulgación para dar difusión a lo que estudiamos en los laboratorios. A nivel más personal quise emprender un nuevo enfoque en la investigación, dotarlo de una visión más humanista. Creo que la ciencia, y en particular la neurociencia, puede ser también un camino para el autoconocimiento.

La complejidad del cerebro, lejos de desanimarla, la invita a querer desentrañar sus misterios. ¿Por qué?

En realidad lo que me fascina es que cuanto más sabemos más nos alejamos. Cada vez que se descubre un mecanismo del cerebro somos más conscientes de su complejidad. Pero eso no debe desanimar sino, al contrario, alentarnos a conocer. A veces las preguntas son más interesantes que las respuestas.

La revolución de la neurociencia, ¿consiste en restar protagonismo al cerebro?

En cierto sentido sí, pero también consiste en cambiar de una visión centrada en un sólo órgano a abrazar la dependencia. Hasta hace pocos años se creía que el cerebro era el único órgano implicado en la conducta, hoy sabemos que el cerebro necesita saber qué hace el resto del organismo. Recibe información del intestino, de los pulmones, del corazón. ¡Y sólo por citar a los grandes! El cuerpo es una orquesta.

Tendemos a identificar nuestro yo con nuestro cerebro, ¿Qué dice la neurociencia de esto?

La neurociencia incita a pensar así. La visión más generalizada es que la mente o consciencia es un producto del cerebro. Por supuesto que requiere del cerebro y el organismo para expresarse tal y como la conocemos. En tal caso sería más adecuado identificarnos con el cuerpo entero. Diría que cuerpo y mente son dos caras de la misma moneda. Son distinguibles, pero también inseparables.

Según sus investigaciones, corazón, intestinos, respiración y postura influyen en la dinámica neuronal. ¿De qué manera puede ayudarnos conocer esta interconexión?

Uno de los motivos que me llevó a divulgar era la necesidad de dar a conocer las implicaciones prácticas de estas investigaciones. Hablamos, en este caso, del estilo de vida. Nuestro intestino influye en el aprendizaje, en el estado de ánimo. Eso nos hace ser consciente de la importancia de la dieta para la salud mental. La respiración influye en la memoria, en la atención y en las emociones. Según nuestros estudios muy pocas personas conocen su respiración. ¿Te has parado a observar cómo respiras cuando estás nervioso?. Lo que muestran los estudios es que, a través de la respiración, podemos moldear los estados emocionales. El corazón y el cerebro cooperan para dar lugar a la percepción. La salud cardiovascular está relacionada con enfermedades neurodegenrativas. Hay que cuidar el cuerpo para cuidar la mente.

"Hasta hace pocos años se creía que el cerebro era el único órgano implicado en la conducta, hoy sabemos que el cerebro necesita saber qué hace el resto del organismo"

El cerebro nos engaña, ¿Con qué finalidad?

No sé si nos engaña el cerebro o la mente. Por ejemplo, ante una ilusión óptica vemos algo que no es real. Pero, de forma consciente podemos cambiar esa percepción. El estímulo, o la realidad, es la misma, lo que ha cambiado es la visión. No es lo mismo ver que mirar.

¿Somos seres racionales o seres emocionales?

Sin duda ambos. Es un matrimonio que no puede separarse.

¿Hasta qué punto la emoción puede guiar nuestra vida, hasta qué punto es bueno, o malo, que sea así?

Hasta hace muy poco se pensaba, científicamente, que la emoción era un obstáculo y que habría que esquivarla. Hoy sabemos que la emoción es parte indispensable de cualquier proceso. Conocer las emociones nos hace tomar mejores decisiones, por ejemplo. Una de las formas más fidedignas de conocer la propia emoción es a través de las sensaciones del cuerpo.

¿Qué nos pueden aportar otras culturas distintas de la occidental a la hora de conseguir la felicidad, el bienestar o el equilibrio personal?

Mucho. Otras culturas han tenido visiones, tanto del cuerpo humano como de la psicología, muy diferentes a la actual visión. La diversidad de conocimiento es siempre una forma de riqueza que nos puede inspirar. Por ejemplo, la revolución científica que hoy disfrutamos y que supone que el cerebro y el organismo interactúan era muy común en otras culturas. Pero no hace falta irse muy lejos, la medicina de la Grecia clásica de la que nace nuestra medicina científica tuvo también una visión muy integral. La ciencia es una forma de conocimiento relativamente joven.

Cómo investigadora, ¿Cómo resumiría el punto en el que se encuentra la mujer en la ciencia?

Como mujer siempre me he sentido muy cómoda en la investigación. Cada vez hay más mujeres en las carreras universitarias, en los laboratorios. Creo que podemos aportar mucho.

¿Qué haría falta para que más mujeres tuvieran presencia en ámbitos en los que todavía son minoría?

Sin duda mayor conciliación familiar. Como madre no es fácil aunar esfuerzos profesionales sin restarle tiempo a la familia. Independientemente de ser hombre o mujer, apoyara iniciativas donde se defienda la conciliación familiar. Es importante para la persona y la sociedad, que se respete el descanso, que haya lugar para estar en comunidad y para desarrollar otras inquietudes. A veces creo que confundimos ir rápido con ir deprisa.