Natalia Vaquer ha reabierto en plena pandemia el Colmado Colom, un establecimiento fundado por su bisabuelo en 1881. La emprendedora ha apostado por ofrecer un producto de calidad y un trato de cercanía. Se inspira en las mujeres de su familia que estuvieron al frente del negocio. 

Llamamos a esta sección Dones d’Empenta. ¿Se considera una mujer emprendedora? ¿Qué significa ser emprendedora? 

Sí, siempre he tenido afán por lo nuevo y por construir cosas nuevas. Hay que ser resilente, tenaz y ser muy constante y sobre todo tener valor para seguir adelante. Y ser inconsciente. 

Las mujeres de su familia han tenido un papel muy especial en la historia del Colmado Colom, ¿Qué destacaría de ellas? 

Fueron mujeres independientes y con un sentido muy elevado del valor de ser mujer, lo que en esa época era inusual, de ahí que mis tías abuelas, Magdalena y Carmen, no se casaron, les importó más el negocio y ser independientes que lo que podía representar un matrimonio. Destacaría sobre todo la tenacidad, la inteligencia y fueron muy innovadoras en su época, sacrificadas y trabajadoras. 

«La tenacidad y haber trabajado tanto para estar ahí me hacen no claudicar»

¿Qué ha supuesto la reapertura del Colmado Colom en plena pandemia? 

Mucho trabajo, tenacidad y también mucha incertidumbre. Las pequeñas empresas y los autónomos hemos echado de menos más ayuda y soporte por parte de las instituciones, tanto a nivel local como nacional. Pocos gestos de apoyo, incluso nos han subido la cuota de autónomos, es un gesto que a todos nos ha dolido mucho. Conozco mucha gente, y yo misma, que hemos tenido que recurrir a pólizas ICO, pero no hay que olvidar que hay que devolver el capital, no nos regalan nada. Realmente hay días que no abriría pero la tenacidad y haber trabajado tanto para estar ahí me hacen no claudicar. Dudas cada día, miedo no, porque me educaron para no tenerlo, pero al final hay que tener cabeza para tomar las decisiones adecuadas, todo cuando llegue su momento. Al final ése es el sentimiento de un emprendedor, el dinero importa evidentemente, pero la ilusión es el motor para seguir cada día. 

¿Qué dificultades añadidas ha tenido que superar en este año atípico? 

Muchas. Las calles vacías y el desánimo de la gente se hacen difíciles y los ánimos de todos nuestros seguidores me hacen seguir en pie. Luego, cuando pasamos al tema financiero, la realidad de la situación actual te da un mazazo y es cuando dudas de seguir adelante. La administración desanima mucho, la gente está en contra de la clase política, creo que no conocen la realidad ni la situación de la gente, del pueblo, como siempre dicen ellos. Intento no ver mucho las noticias para seguir adelante, en eso soy como una inconsciente -otra cualidad que hay que tener para seguir adelante-, suena contradictorio. 

«Las pequeñas empresas hemos echado de menos más ayuda y soporte»

¿Cómo fue su decisión de regresar al negocio familiar? 

Fue por ilusión y mis recuerdos de infancia. Yo soy madre de tres hijas y he sido la única mujer en mi familia, tengo cuatro hermanos varones, y siempre he sentido que me correspondía seguir con la historia familiar, me daba pena que el Colmado que yo recordaba de niña se esfumara. Soy Colom de tercer apellido y para mí es un orgullo. A veces no me siento tan valiente como lo fueron mis tías. Este proyecto es muy emocional, pero también es un gran proyecto. 

¿Qué ha decidido conservar del antiguo colmado? 

Conservar a nivel físico, material, por desgracia nada. En el año 90 se hizo una reforma integral. En aquella época diríamos que sería una modernización y en la actualidad, no valía la pena conservar nada. Sí he intentado conservar algo del Colmado es algo inmaterial, he intentado volver a lo que fue en un momento dado, una tienda gourmet, y un sitio de reunión de amigos y conocidos. Cuando era pequeña tengo recuerdos de las clientas habituales que a parte de ir a comprar a veces se sentaban un ratito a hablar de sus cosas, de cháchara. Ahora la pandemia nos ha traído un poquito esas cosas al barrio. Conozco el nombre de pila de mis vecinos, mis clientes habituales y no puedo dejar de pensar que eso es lo que pasaba en los años 60. Yo soy del 66, y he visto todos los cambios en la calle Sant Domingo. Toda la familia de mi padre nació en esa calle, mis tías en el número 4, el Colmado en el 5 y mi abuela en el 12. En fin, muchos recuerdos de infancia. Si quiero conservar algo es el trato cercano con las personas de mi barrio. 

¿Cuál ha sido su aportación, las principales novedades? 

Cuando empecé a pensar en reformar el Colmado y qué debía dar, lo tuve muy claro desde el primer día. Uno, volver a la tienda gourmet que fue en su día, pero no podía olvidar que la persona que ha mantenido el Colmado abierto hasta hoy ha sido Josefina García, y lo mantuvo por que es una buena cocinera, una buena comida casera y los famosos fiambres del Colmado Colom, así que en esta sociedad en la que nos movemos tan rápido no podía faltar la comida, pero quería que fuera diferente. Así nació la idea de trabajar con un chef, Claudio Lemos, con una cocina diferente, vanguardista pero cercana, con un gran dominio de los aromas y especies. Quizás eso nos distingue, siempre apostando por la calidad del producto. Apostamos por empresas pequeñas, artesanas, locales, nacionales, pero con un objetivo común, el producto, su calidad y la esencia de la empresa. 

¿Qué puede encontrar el cliente del siglo XXI en un comercio de tradición centenaria como el suyo? 

La cercanía y que volvamos a ser personas. Y cuando no, una sonrisa para que el día sea un poco mejor. 

¿Qué papel cree que tendrá el pequeño comercio en la nueva normalidad? 

Cercanía indiscutible. Yo solo compro en mi barrio y, lo siento mucho, pero no me gustan las grandes superficies, cuando voy, me pierdo en ellas y me generan angustia. La cercanía es muy bonita pero se necesita tener ventas y es muy angustioso ver como los pequeños queremos resistir, por devoción, por toda una vida, o por las razones que cada uno pueda tener, pero por desgracia al final mandan las finanzas y actualmente todos vivimos una agonía y no se sabe hasta cuando. Hay muchos que han dejado de respirar y han colgado sus carteles de «se traspasa», es muy triste. Se ayuda poco y la parafernalia administrativa es para crear trabas a la ayuda, no para ayudar. Ésa es mi experiencia.