Drogas eléctricas

¿Sueñan los ChatGPT con drogas y prostíbulos eléctricos?. Parafraseando el título del libro de Philp K. Dick “Sueñan los androides con ovejas eléctricas” que inspiró la monumental película Blade Runner con mi idolatrado Roy Batty comiéndose toda la pantalla, llegan ahora los ChatGPT con todas sus innumerables incertidumbres.

En mi grupo de chat Montesión Pegasus (que tengo silenciado porque tiene más actividad que un conejo con una sobredosis de viagra) los chatgpt son la estrella de todas las conversaciones, a gritos, eso sí, porque todos están/estamos sordos como tapias (tengo una foto impresionante de Toni Massot haciendo el topo gigio que ya la quisiera para sí Riquelme o cualquier otro campeón del mundo mundial con la albiceleste).

A lo que íbamos (que siempre te vas per “ses bardisses”), refresquemos las tres leyes de la robótica formuladas por Isaac Asimov (aunque el mismo confesó que las redactó el también escritor de ciencia ficción John W. Campbell tras una conversación (consensuada) mantenida entre ambos el 23 de diciembre de 1940 (San Antonio de Santa Amna Galvao, franciscano brasileiro).

Primera Ley. “No causar daño. Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño”

Segunda Ley. Cumplir las órdenes. “Un robot debe cumplir las órdenes de los seres humanos, excepto si dichas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley”.

Tercera Ley. Proteger la propia existencia. “Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que ello no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley”.

Y por encima de todas ellas, como el anillo único para gobernarlos a todos, está la Ley Cero (esta sí formulada por Asimov) que establece que “un robot no puede dañar a la humanidad ni permitir que sufra algún daño por inacción”.

Estas leyes, además de parecerse soberanamente a las capitulaciones matrimoniales que asumí en su día (y que cumplo a rajatabla) nos vienen como anillo al dedo para abrir un debate sobre si es más confiable la inteligencia humana o la inteligencia artificial. Sam Altman, CEO de OpenAI, ya nos avanza que está un poco (sólo —con tilde— un pooooco) asustado con lo que esta tecnología pueda suponer para la humanidad.

Vayamos a lo básico, olvidándonos de las torrentadas de actuales profesiones que van a desaparecer con la IA, ¿Si tuvieras que realizar catorce catorcenas de operaciones complejas, te fiarías más de tus capacidades o del resultado proporcionado por una calculadora?. Al operarte de miopía, ¿te sientes más tranquilo en las expertas manos de un cirujano oculista o en la milimétrica precisión de un láser Excímer?. Más difícil todavía, al llegar a un evento social, quién crees que es capaz de manejar más variables con respecto al outfit de una invitada, ¿otra mujer o la IA?.

He leído en internet (no hace falta acudir a la profunda, la superficial va que se mata) interminables y sesudas listas de profesiones que desaparecerán como lágrimas bajo la lluvia (Roy Batty again, and again, and again) con la propagación de los ChatGPT y La Inteligencia Artificial: conductores y pilotos, matemáticos, oficinistas, contables y financieros, ingenieros, abogados, diseñadores web, actrices y actores porno (otro día hablaremos de las Deepfake. Ponen los pelos de punta), periodistas, secretarias, recepcionistas, cuidadores de ancianos, cuentacuentos, payasos, políticos de toda índole y ralea y profesores de universidad. Lo que no he leído en ninguna parte es que puedan sustituir a personajes tan extravagantes como el Tito Berni, el mediador, el general de la guardia civil, media docena de diputados y directores generales, los asiduos a locales tan emblemáticos como el capitalino Ramsés para los canarios de ultramar o el muy soviético y mucho soviético Rasputín de los más cercanos baleares, los corruptores y corrompidos de todo tipo a no ser que la Inteligencia artificial sueñe con drogas y prostíbulos eléctricos y sea capaz de dejarse manipular por una dosis de electrones alucinógenos, un intercambio de fluidos de mil millones de bits por segundo con una placa base de tetas neumáticas, o unas vacaciones pletóricas de excesos en un disco duro externo albergado en los servidores más sofisticados de una república bananera de lujos exquisitos.

Hasta que llegue ese (improbable) momento o hasta qué (como hizo en su día Skynet en el mundo del celuloide y las IA tomen conciencia de sí mismas y decidan prescindir de nosotros), me fío más de los ChatGPT manejando la política, la policía (normal y patriótica y sin plomo), la distribución de la riqueza y las oportunidades y los recursos de los contribuyentes, la educación, la sanidad y los cuidados paliativos a los terraplanistas muy por delante de unos gobernantes que hasta la fecha (excepto contadísimas excepciones) han tomado siempre la parte por el todo, imponiendo descaradamente decisiones que perpetúan unos statu quo a todas luces injustos.

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Y si quieres conocer las inmensas ventajas de los barcos eléctricos, pregúntale a ChatGpt y…. Síguele la corriente (alterna, continua, de hidrógeno o en batería de litio).