Responsabiliad y confianza

No sé si es complejo o no hablar de estos términos en una organización, o si lo verdaderamente complejo es conseguir tener una organización alineada en estos términos, pero es habitual que me encuentre con equipos donde una parte de los profesionales se cargan a sus espaldas con alto porcentaje de las tareas porque la otra parte simplemente no nos garantiza el cumplimiento o la responsabilidad de las tareas asignadas. En algunos casos puede darse esto por una mala comunicación en la organización, en otros simplemente por no tener claros los objetivos a conseguir, pero también suele suceder cuando las funciones de cada uno no se dejan claras desde el principio, es más que probable que enseguida nos encontramos con el “yo nunca he hecho esto”, siempre lo has hecho tú”.

En cualquier empresa, la responsabilidad se refiere al compromiso de los miembros de un equipo, tanto de forma individual como colectiva, para cumplir con los objetivos establecidos y alcanzar el éxito. Esta responsabilidad es vital para lograr el éxito, y los equipos deben trabajar juntos para alcanzarlo. Esto significa que cada miembro del equipo debe entender claramente sus responsabilidades individuales y trabajar conjuntamente con los demás miembros para completar sus tareas y alcanzar los objetivos de la organización.

Tanto la responsabilidad como la confianza son conceptos clave para el buen desarrollo de la organización y por ende para un buen equipo de trabajo. Son cualidades que contribuyen indudablemente a la eficacia y productividad y hacen que sea mucho más fácil colaborar y trabajar en equipo. Un buen equipo de trabajo pendula principalmente entre el compromiso, la responsabilidad y la confianza.

Una organización responsable, en definitiva, es una organización que se compromete no solo de forma colectiva, sino que su compromiso impacta en el resto de la organización y, por lo tanto, es capaz de caminar hacia el éxito en la consecución de los objetivos, por lo tanto, es una organización que genera confianza. Y aun no consiguiendo alcanzar el éxito, la confianza se genera en un equipo así porque refleja la creencia de que nuestros compañeros son capaces de realizar un buen trabajo y de que harán todo lo posible para cumplir con sus tareas.

En definitiva, la RESPONSABILIDAD también se puede trabajar si y solo si somos capaces de desplegar en la organización los 8 tips para promover una responsabilidad colectiva:

  • Compromiso... Una persona responsable se compromete e involucra con las actividades que realiza. El compromiso se traduce en actitudes de atención, empeño y participación en la toma de decisiones y en las tareas, así como en el trato solidario y respetuoso con los demás miembros del equipo.
  • Excelencia en el cumplimiento de las obligaciones… En el trabajo las personas responsables cumplen con sus obligaciones con buena disposición y lo hace con excelencia, motivo por el cual se destacan en el cumplimiento del deber.

Las personas responsables no solo cumplen con sus obligaciones, ya que esto lo hace cualquiera que esté presionado por la autoridad. Las personas responsables dan lo mejor de sí en el cumplimiento de sus obligaciones, es decir, se esmeran en lograr un trabajo de la mayor calidad posible, que satisfaga las necesidades del entorno e, incluso, las supere.

  • Preparación y planificación… Estar preparado para toda situación es un signo claro de responsabilidad. Cuando una persona es responsable, anticipa los escenarios a los que debe enfrentarse y se prepara en función de ellos, mediante la adquisición de herramientas básicas, sean intelectuales o de otra naturaleza. Las personas responsables se preparan para situaciones cotidianas, así como para situaciones de emergencia.
  • Errores y consecuencias… Ser responsable no es equivalente a ser perfecto. Por ello, una persona responsable es capaz de reconocer sus errores y tomar de inmediato las acciones correctivas. Esto quiere decir que aceptar un error y asumir sus consecuencias, del tipo que sean, es un rasgo de una personalidad responsable
  • Diligencia… La diligencia es la cualidad de actuar tan pronto como una necesidad se presenta, lo que permite dar solución al problema, por un lado, y evitar que este se agrave por el otro. Es, de hecho, el principio contrario a la procrastinación, que consiste en postergar la responsabilidad hasta el último momento.
  • Proactividad… La proactividad se entiende como la actitud de tomar iniciativas creativas y saludables para dar solución a determinados problemas o para mejorar el entorno inmediato, sea familiar, escolar o laboral.

Esta actitud permite a la persona tomar rápidamente el control de situaciones que pueden, eventualmente, convertirse en escenarios de conflicto, lo que minimiza los daños o, simplemente, los evita

  • Puntualidad… Llegar a tiempo es uno de los signos más emblemáticos de la responsabilidad. Implica, por un lado, que la persona es capaz de gerenciar su tiempo de manera provechosa. Por otro lado, implica que respeta el tiempo de los demás y, por lo tanto, respeta la dignidad personal del otro.

Además, la puntualidad expresa buena disposición. Este principio se puede extender a la entrega puntual de las tareas y obligaciones requeridas en los estudios o en el trabajo.

  • Ayudar a los demás a ser más responsables… El último nivel de la responsabilidad es, pues, ayudar a otros a ser más responsables. Esto implica ayudar en la transmisión de valores para actuar de manera consciente en el entorno social. La persona responsable se compromete en la formación de otros y los guía en el compromiso de la responsabilidad familiar, estudiantil, laboral, ambiental y ciudadana.

Cuando los miembros del equipo asumen su responsabilidad, son creativos y confían en sus habilidades, este ambiente sin duda será más estimulante y podrá producir excelentes resultados.