Lágrimas bajo la lluvia

Llorar es cosa de hombres. Como el brandy soberano, las hojitas de afeitar Gillette y la fiscalía anticorrupción de Mallorca

 Se nos rompió el corazón (a todos aquellos que aún conservamos el nuestro) cuando Roger (Go Roger) Federer se emocionó junto a su amigo y rival Rafa (Vamos Rafa) Nadal el día que anunció su retirada y copiosas lágrimas recorrieron sus endurecidos rostros ante la atónita y enternecida mirada de un público que se rindió a sus pies. Asistimos también a las egocéntricas lágrimas de un coloso portugués que de repente cayó en la cuenta de que jamás sería el más grande y que tendría que compartir el Olimpo de los elegidos con otros que, tal vez, no consideraba a su altura (you’re so Vane que nos susurraba la neoyorkyna Carly Simon cuando nuestros corazones aún no eran de piedra).

You're so vain

You probably think this song is about you”

Más lágrimas de emoción vimos derramar a un país entero cuando el mejor entre los mejores (primus inter pares) cargó con la albiceleste y con 47 millones de barras bravas a sus espaldas para conducir a toda una nación a la final de una copa del mundo (¡¡¡Qué mirás bobo!!!) que cuando se publiquen estas líneas podrán ser de alegría por el triunfo o de decepción, una vez más, ante los engolados gallos franceses.

Lo que, en cambio, no esperaba y si lo esperaba, llega con un retraso que se mide en eones, años luz y distancias siderales, son las lágrimas de cocodrilo de una fiscalía anticorrupción que no solo dilapida los recursos económicos de los contribuyentes, sino que arrastra por el fango reputaciones a menudo perdidas para siempre, arruina patrimonios, destruye empresas, incrementa de por vida los ingresos de las empresas farmacéuticas que comercializan antidepresivos, causando unos daños irreparables mediante unas instrucciones que a menudo dejan mucho que desear. Según datos de Europapress de más de 1900 imputados, tan solo unos 170 (menos del 10% han sido condenados). Todos estamos a favor en la lucha contra la corrupción, pero no todo vale en la lucha contra la corrupción. Tú mátalos a todos, qué Dios ya elegirá a los suyos, tal vez fuera comprensible en la lucha contra los (¿Herejes?) cátaros y albigenses en el Beziers del siglo XIII, pero no se corresponde con el modelo de actuación esperable en una sociedad avanzada del siglo XXI. Muy probablemente Arnau Almaric hubiera optado a las oposiciones de la fiscalía y Simón de Montfort sería su inmediato superior.

Unos han muerto, otros han emigrado, algunos resisten, hay a quién le ha cambiado la vida para mejor pero ya nada ha sido lo mismo y en la mayoría de los casos solo ha dejado tristeza, miseria y desolación.

Pero seamos positivos. Twitter anuncia que pondrá camas en sus oficinas para que sus empleados no tengan que pasar por el engorroso trance de desplazarse hasta sus domicilios y perder así un precioso tiempo que impida que haters del mundo entero se despellejen sin piedad durante las 24 horas del día. Habida cuenta de la emergencia habitacional que padecen nuestras islas durante la temporada estival tal vez podríamos instaurar la técnica de la cama caliente de los submarinos militares y permitir a las Kelys y demás personal adscrito al sector hotelero y sanitario echar una cabezadita en las habitaciones de hoteles y hospitales en los lapsos de tiempo en que éstas están desocupadas y evitarles así los costos que en materia de alquiler les vampirizan la práctica totalidad de sus ingresos. Vivir para trabajar. Trabajar para vivir.

Sauces llorones, tenistas llorones, futbolistas llorones, fiscales llorones, cocodrilos llorones y por encima de todos ellos y como que últimamente estoy ultra poético, aquí os dejo unos singulares versos de “La Llorona”:

No sé qué tienen las flores, Llorona

Las flores de un campo santo

No sé qué tienen las flores, Llorona

Las flores de un campo santo

Que cuando las mueve el viento, Llorona

Parece que están llorando

Que cuando las mueve el viento, Llorona

Parece que están llorando

Ay, de mí Llorona, Llorona, Llorona

Llévame al río

Ay, de mí Llorona, Llorona, Llorona

Llévame al río

Yo tenía una granja en África, a los pies de las colinas Ngong y entonces llegaron los llorones. No lloran por ti Joan, lloran por ellos mismos. No lloran por ti Joan, estés dónde estés.

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