Vivimos tiempos profesionales marcados por el vértigo, la presión sobre los resultados, la velocidad constante y la necesidad conseguir objetivos cada vez más ambiciosos, en definitiva, tiempos de tener más y más donde poco nos da para la pausa. Un contexto complejo y donde cada vez es más difícil y a la par importante encontrar el equilibrio entre el tener, es decir, entre trabajar para tener más, y el ser… trabajar para ser mejor. No será la de hoy una reflexión profundamente filosófica, porque no soy yo la que debo entrar en este ámbito, pero sí creo que es una reflexión fundamental para las organizaciones el pensar como ha evolucionado todo en los últimos 30 años.

En un entorno y una sociedad altamente consumista, rodeados de publicidad, y en un mundo cada vez más obsesionado con el tener, encontrar este equilibrio se ha vuelto todo un reto. Los puestos de trabajo y por ende los que los crean, quizás aún sigan pensando que los profesionales que accederán a ellos formarán parte del grupo de aquellos jóvenes a los que un día nos dijeron que para alcanzar la felicidad deberíamos tener un buen trabajo, para toda la vida y con un sueldo fijo, y ahí justo ahí estaría la felicidad.

Esta forma de pensar es la que nos lleva a centrarnos demasiado en lo exterior y quedarnos en la superficie de los profesionales a los que queremos reclutar e incorporar a nuestras organizaciones, centrándonos más en los resultados que van a obtener. Quizás una forma de pensar que puede llevarnos a un estado de estrés y agotamiento, y que puede tener un efecto negativo en nuestra salud mental y emocional, y como no en los resultados.

Debemos entender que los nuevos profesionales, los más jóvenes, buscan en las organizaciones estar en coherencia ente su ser, con su forma de trabajar, con sus valores y con su cultura. En definitiva, sin perder el objetivo de trabajar para tener y alcanzar los resultados deseados, se centran también en trabajar para ser mejor, lo que incluye hacer un esfuerzo consciente para mejorar nuestras habilidades y competencias, así como desarrollar una actitud positiva y una forma de pensar que nos permita alcanzar nuestros objetivos.

El equilibrio entre el tener y el ser nos ayudará a encontrar un sentido de propósito en nuestro trabajo, al tiempo que nos permitirá tener éxito en el camino hacia nuestras metas y es aquí donde las organizaciones debemos ser conscientes de este cambio de paradigma para seguir impulsando el éxito y la productividad.

En mis talleres y conferencias les pregunto cómo es ese equipo de trabajo que quieren ser, y nunca el equipo que quieren tener, y lo hago de una forma consciente, encontrando respuestas de mejoras interiores a nivel individual, un equipo más comunicativo, empático, solidario, transparente.

Aunque no existe ninguna fórmula mágica para crear ese equipo que queremos ser es importante que los que tenemos cargos de responsabilidad en las organizaciones tengamos en cuenta que debemos reconocer el trabajo de los miembros del equipo, dar crédito a cada miembro por su contribución, alabar los esfuerzos colectivos, y felicitar a los miembros individualmente. Esto ayudará a motivar a los miembros del equipo y les dará la satisfacción de saber que están haciendo un trabajo valioso. Seleccionar a las personas adecuadas, establecer una buena comunicación, establecer una cultura de trabajo positiva, y reconocer el trabajo de los miembros del equipo. Si sigues estos pasos, estarás en camino de crear el equipo que queremos ser.

Las organizaciones tienen que trabajar más duro para ganar y retener el talento de los jóvenes y así los jóvenes tendrán más oportunidades para encontrar el trabajo de al que aspiran.