Nunca podré aceptar que lo que denominamos “moderno” pueda ser o derivar de algo impuesto. Muy por el contrario; siempre he asociado este concepto con alguien o algo espontáneo, fresco, natural, disruptivo y sobre todo libre.

Este artículo es un prendido homenaje a una de las personas más modernas que he conocido: Yolanda Llinás.

Tomando prestadas palabras de Xavier Gassío “todavía demasiada gente piensa que los setenta fue solo una época de grandes declaraciones políticas, de convulsiones sociales y de rebelión. Pero, más allá del régimen del 78, la sociedad civil tenía una vitalidad extraordinaria y la alegría y la trasgresión tomó las calles.”

En aquel contexto político-social, Yolanda, hija de un importante industrial y ya convertida en esposa y madre de dos hijos varones, inició su particular viaje hacia lo desconocido, pero con un Destino fijo: trazar su propio rumbo. Y así comenzó su Historia.

Todo se inició en Trinité sur Mér, en 1.979, cuando todavía no sabía que la salida de la ilustre regata Transat se convertiría también en el punto de partida de una larga y exitosa carrera profesional como periodista náutica y por qué no decirlo de uno de los mayores y más interesantes anecdotarios personales que jamás haya conocido.

Desde aquella fecha y como gran pionera que fue, Yolanda tuvo que abordar y superar enormes y numerosos retos propios de su tiempo, pero también de su sexo, máxime en un sector donde durante siglos existió la firme superstición de que “llevar una mujer a bordo suponía un mal fario para la embarcación y su tripulación…”.

Sin embargo, a pesar de la época y del más que especial contexto marino, Yolanda se apoderó, rápidamente y gracias únicamente a su personalidad y carácter, de todo el orbe náutico mundial. Recién llegada al sector, autodidacta y políglota, se ganó el respeto y la admiración de los más célebres navegantes, de los ingenieros y diseñadores náuticos, de las empresas y astilleros, de los feriantes, de los clubes y organismos públicos y de todo ente vinculado al mar: su nuevo y definitivo hogar. Soy testigo de que todo lo consiguió únicamente con su sempiterna copa de vino blanco, su mordaz ironía, sus eternos relatos y una absoluta predisposición a acometer cualquier viaje o trabajo que fuera necesario.

Todavía esbozo una sonrisa al recordar a Yolanda contando la anécdota de una travesía oceánica en la que llegado el momento de realizar sus necesidades escatológicas los jóvenes tripulantes se mostraron recatados e incluso incómodos por su presencia, a lo que ella respondió: ”Hijo, tengo un padre mayor, dos hermanos, un marido y dos hijos varones así que no te preocupes que todo lo que pueda ver… estoy harta ya de haberlo visto antes". Con esta naturalidad y simpleza – la periodista Yolanda Llinás - superó todas las barreras propias de su época, de su sector y de su género. Solo con esa decisión y carácter se puede alcanzar el grado de mito y pionera, y ella como auténtica mujer moderna lo alcanzó con suma solvencia.

Fruto de su gran labor y mayor ejemplo - para cualquier mujer que desee sentirse íntimamente moderna - Yolanda Llinás ha sido merecidamente premiada con el prestigioso Premio Timón de Comunicación, otorgado por la Gaceta Náutica como reconocimiento a toda su trayectoria profesional y humana.

Yo desde mi admiración profunda también la proclamo icono de “la igualdad del mérito” y es que, Yolanda, jamás fue una mujer en un mundo de hombres porque las sirenas no tienen sexo.

Con mi cariño y profundo respeto, para ti Yolanda.