Hace algún tiempo vivía apaciblemente con mi familia en una hermosa urbanización con piscina, frondosos y bien cuidados jardines, barbacoa, gimnasio… entre otros impecables servicios comunitarios que, todos los copropietarios, compartíamos en perfecta armonía sin distinción aparente de status social, ingresos económicos, filiación política y demás filias y fobias. Nuestros hijos correteaban felices y despreocupados. Y los días transcurrían lánguidos y sin sobresaltos.

Un buen día el vecino del Tercero B propuso en la Junta de Propietarios que sacáramos rendimiento económico a nuestras impecables instalaciones, dado qué al no ser demasiados los propietarios, estábamos infrautilizando la capacidad y belleza de nuestro pequeño e idílico paraíso. Así que nos pusimos manos a la obra.

La piscina, antes prácticamente desértica, se llenó de seres amorfos y blanquecinos que desparramaban sus flácidas carnes en la práctica totalidad de las tumbonas y cuando el espacio escaseaba, pisoteaban, sin ningún miramiento, nuestros cuidados jardines dejando a su paso una estela de destrucción que avergonzaría a Atila, los Hunos, los Vándalos y algunas divisiones de infantería rusa.

El gimnasio, antaño un remanso de paz solo visitado esporádicamente por los propietarios próximos a los cuarenta que se esforzaban tímidamente por recuperar una silueta lamentablemente perdida para siempre, se llenó de torsos hipermusculados y tatuados y mujeres neumáticas que acapararon con sus cuerpos sudorosos hasta el último ladrillo del antes impoluto alicatado de nuestras instalaciones.

¿Y qué decir de la BBQ?. Punto de encuentro social, dónde los vecinos, bien avenidos y extremadamente escrupulosos en el uso y no abuso de este sacrosanto espacio, se vieron expulsados para siempre por hordas maleducadas de adolescentes ajenos a nuestro complejo que campaban a sus anchas infestando de basura y desechos todos los aledaños y destrozando la paz con sus insoportables ritmos de regateon y bachata escupidos de manera infame por sus altavoces portátiles.

Los propietarios, desesperados, convocaron una Junta Extraordinaria para abordar esta problemática que había cogido a todo el mundo con el pie cambiado. Una vez planteada la problemática, el primero en hablar fue el propietario del Tercero B, impulsor de la iniciativa y que se quedaba religiosamente con un porcentaje de todo lo recaudado en la gestión de las zonas comunes y que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid había comprado los bajos que daban a la zona de la playa e instalado allí varios chiringuitos que emitían música a todo volumen. “No podréis quejaros”, dijo para empezar. Ahora todos sois más ricos. Hemos incrementado los ingresos de la comunidad en un 600%, algunos de vuestros (toooorpes) hijos los tengo contratados en mis chiringuitos por unos magníficos (paupérrimos diría yo) 1.000 euros al mes sin pagas extras ni vacaciones, vuestras propiedades han experimentado un incremento de valor del 120%... Pero eso sí, tantas grandes ventajas implican algunos sacrificios:

  1. A partir de hoy cada propietario tendrá que pagar por el uso de las hamacas de la piscina y no tendrá derecho preferente de reserva.
  2. La asistencia al gimnasio será prioritaria para los socios externos de la Urbanización, por lo que si alguno de los propietarios quiere utilizar las instalaciones deberá hacerse socio y pagar una cuota.
  3. La BBQ será de uso exclusivo para la celebración de eventos y fiestas y los propietarios solo podrán utilizar dichas instalaciones durante la temporada baja de noviembre a febrero, fiestas de Navidad Excluidas.
  4. La zona de los chiringuitos de playa funcionará como un Beach Club exclusivo para socios (en el que los propietarios están excluidos) y a partir de ahora para acceder a la playa se tendrá que ir por la parte trasera de la urbanización y recorrer unos insignificantes 800 metros de caminata a pleno sol.
  5. El área de parking será compartida por todos los usuarios de las instalaciones, reservándose la zona principal y más próxima a la urbanización a los clientes del Beach Club y del gimnasio.
  6. Dado que la zona común de la terraza superior (con unas impresionantes vistas a la Bahía) está muy solicitada, se suspenderá el servicio de ascensor y quién quiera subir tendrá que solicitarlo con 15 días de adelanto y subir los 9 pisos por las escaleras.

Al llegar a este punto y mientras seguía la retahíla interminable de condicionantes, yo ya me había desconectado y acerté a balbucear una pregunta: es cierto que mi propiedad ha incrementado de valor un 120%, pero como sabréis estoy a punto de aumentar la familia y pedí precio por el piso colindante y resultó que ese en cuestión había subido en un porcentaje aún superior y no me lo puedo permitir ni en el mejor de mis sueños.

El resto de los propietarios me miraron como si fuera un apestado, orgullosos de creer que habían hecho una operación que les hacía más ricos y poderosos a cambio, eso sí, de no poder salir de sus casas, aparcar en su propia plaza de parking, no poder nadar en su piscina, renunciar a la antigua y plácida vida social alrededor de la BBQ y haber convertido a sus hijos en material fungible y desechable en manos de explotadores sin escrúpulos.

Hay que saber distinguir entre precio y valor y eso, con demasiada frecuencia, se nos olvida a muchos y acabamos teniendo una ilusión de vida que no nos podemos permitir. Si quieres averiguar cómo separar el polvo de la paja y desarrollar propuestas sostenibles de marketing 100% orientado a resultados, aprende primero a distinguir entre precio y valor y luego déjate asesorar por los mejores. Más info en www.mad-men.agency orgulloso miembro de MarkAting Meta Agencia.