Leí el otro día (estoy empezando a pensar que tengo demasiado tiempo libre), que Jennifer López había incluido en su contrato prenupcial con Ben Affleck una cláusula según la cual este venía obligado a hacer uso del matrimonio un mínimo de cuatro veces a la semana. Lloviera o tronara. Tuviera ganas o justificara una oportuna jaqueca. Estuviera presente o un hipotético rodaje le impidiera el coito presencial.

Como no he leído los detalles, desconozco si, por fuerza mayor, en el caso de que en una semana concreta no se alcanzara el número de apareamientos estipulado, era perentorio recuperarlo en la siguiente semana y así se cumpliera con los 208 intercambios de fluidos anuales pactados. Igual de ahí sale el concepto rapapolvo o indemnización prevista por no echar el número de polvos pactados.

Digo yo que eso de convertir algo placentero en una obligación contractual hace que pierda gran parte de gracia. Llámame tiquis-miquis. En fin ya veo al pobre Ben activando a toda su red de camellos para conseguir un buen alijo de pastillitas azules.

Esta simpática noticia hizo que me viniera a la cabeza (sigo siendo un cap de suro) lo que vino en llamarse el efecto Coolidge (más probablemente leyenda que historia cierta) pero que ilustra a la perfección el tema que ocupa.

Resulta que el serio y austero Calvin Coolidge, trigésimo presidente de los EEUU (1923-1929), hombre de pocas palabras y acciones decididas, visitó en compañía de su esposa una granja experimental de gallinas y les fueron mostrando por separado las distintas áreas de aquellas modernas instalaciones. El Presidente, por un lado, y la Primera Dama, por otro.

La comitiva de la primera dama llegó en un momento determinado a una sala dónde varios gallos mantenían sin parar y sin apenas respiro relaciones sexuales, algo que llamó la atención de la susodicha, qué inquirió al encargado con qué frecuencia mantenían relaciones los gallos, siendo contestada que un mínimo de 12 veces al día. Sorprendida por la respuesta, la Primera Dama replicó picarona “Cuénteselo al presidente cuando pase por aquí”.

Cuando llegó el turno de Calvin Coolidge, el responsable de la sala de supergallos fornicadores informó al presidente de las palabras de su esposa. Parco en palabras como era y adusto en el trato, preguntó a su interlocutor. Si, 12 veces al día, ¿pero siempre con la misma gallina?, a lo que irremediablemente le contestaron que no, que con gallinas diferentes. Entonces categóricamente sentenció “Cuénteselo a la Sra. Coolidge”.

Y como decía Giordano Bruno “Si non e vero e ben trobato” e imagino que a los gallos sementales les bastaba como estímulo suficiente pensar en que el día en que dejaran de prestar satisfactoriamente su función, acabarían desplumados en un caldero sin ningún tipo de acuerdo prenupcial o contractual que los amparara.

Desconozco sin en el contrato prenupcial de BENNIFER (acrónimo de Ben y Jennifer) está estipulada la posibilidad de utilizar dobles de acción en escenas peligrosas como si ocurre en su vida habitual profesional. Pero tiene gracia imaginarlo

En uno de los episodios televisivos de la mítica y prehistórica serie de televisión “The Twilight Zone” (la dimensión desconocida), un hombre perdidamente enamorado de una mujer que ni había reparado en su existencia, acudía a un lóbrego establecimiento a comprar una pócima que consiguiera que esa diosa inalcanzable cayera rendida a sus pies. El vendedor, sin apenas levantar la vista de sus quehaceres, le contestó que no había problema, que la pócima sería suya por solo un dólar. Exultante de alegría por lo extraordinariamente barato que le había salido alcanzar sus sueños, el comprador pagó ufano su compra y desapareció.

Pasaron los días, la pócima hizo su efecto y la otrora diosa inalcanzable era ahora una corderita sumisa que decía que sí a todo, que estaba permanentemente atenta a cualquier comentario, requerimiento o petición… de tal manera que el pretérito anhelo de disfrutar de toda la atención de esa mujer, se convirtió en algo tedioso e insoportable, la belleza trucó en hastío y su presencia antes venerada, era ahora un Everest imposible de escalar.

Resuelto a acabar con esta desesperante situación, nuestro hombre acudió de nuevo al establecimiento dónde empezó todo y solicitó una pócima para que su mujer se desenamorara de él. En esta ocasión el vendedor si levantó la vista de sus quehaceres y con una mirada triste y condescendiente le espetó: La pócima para que se enamorara de ti te costó apenas un dólar, lo que ahora me pides para romper el hechizo es mucho más costosa y no será tuya por menos de mil millones de dólares (esta última cifra me la invento, pero era un mogollón de pasta. Más de lo que Jennifer López exige como contraprestación si no se cumple el acuerdo prenupcial, sea a título presencial o con doble de cuerpo). Sé cuidadoso con lo que deseas, no sea cosa que se te conceda.

Lo que ocurre en tu día a día personal, muy a menudo dista mucho de lo que ocurre en tu desempeño profesional. Mientras que la vida es aquello que te ocurre mientras tú haces otros planes, la actividad de tu negocio puede planificarse, analizarse, monitorizarse y medirse hasta alcanzar los resultados previstos. Eso si, si tienes una estrategia bien definida, un plan de acción detallado y adecuadamente presupuestado y un buen equipo de profesionales de marketing digital orientados 100 % a resultados que te acompañen en el camino.

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